La crisis agrava la ludopatía en adolescentes argentinos: “Uno termina apostando su vida”

Cada vez más jóvenes entre los 13 y los 19 años llegan a los consultorios en busca de ayuda atormentados por grandes deudas por apostar online todo lo que tienen

Santiago camina en la plaza Primero de Mayo, en Buenos Aires.Mariana Nedelcu

La adicción por las apuestas y juegos online en adolescentes, un fenómeno que se encendió con la pandemia, hoy deja ver su peor cara en los jóvenes argentinos: especialistas advierten un “estallido de casos” en chicos, especialmente entre los 13 y 19 años, que llegan a los consultorios y grupos de ayuda desesperados “por su ludopatía”. Algunos de ellos atormentados por grandes deudas que los arrastran incluso a poner en ri...

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La adicción por las apuestas y juegos online en adolescentes, un fenómeno que se encendió con la pandemia, hoy deja ver su peor cara en los jóvenes argentinos: especialistas advierten un “estallido de casos” en chicos, especialmente entre los 13 y 19 años, que llegan a los consultorios y grupos de ayuda desesperados “por su ludopatía”. Algunos de ellos atormentados por grandes deudas que los arrastran incluso a poner en riesgo su propia vida. Mientras tanto, la legislación no pone freno al bombardeo publicitario en programas de televisión, partidos de fútbol e influencers en redes sociales que seducen a los adolescentes con la promesa del dinero fácil en medio de la crisis económica.

El contexto parece tener los ingredientes necesarios para la tormenta perfecta: un alto consumo de redes sociales y canales de stream, la posibilidad de endeudarse con un click a través de billeteras virtuales y la proliferación de “gurús” con fórmulas para ganar miles de dólares al mes, que no son más que modelos basados en estafas. Por ley, los menores de 18 años no pueden participar en apuestas. Sin embargo, a través de los datos de las tarjetas de crédito de sus familiares o bien con intermediarios adultos que ofrecen sus datos a cambio de una comisión, el casino online desembarcó en las manos de adolescentes.

“Lo que empieza como un juego termina en algo tan grave como la ludopatía. Esto no es un vicio como se nos ha enseñado, es una enfermedad y hace destrozos porque arrasa con la salud y la economía familiar y te puede dejar abajo de un puente en dos segundos”, expresa Lucía, la mamá de Santiago (ambos nombres son ficticios para resguardar su identidad). En diciembre pasado, a sus 14 años, el joven intentó quitarse la vida tras gastar en apuestas todos los dólares ahorrados por su familia. “Estoy muy dolido por lo que hice. Esto es por mi ludopatía, por mi adicción al juego”, se había despedido en una carta momentos antes de ingerir una botella de opiáceo que compró por redes sociales.

En agosto, cuatro meses antes del episodio, había empezado a jugar en casinos virtuales: blackjack al principio, ruleta y maquinitas después. Santiago no contaba más que con la escueta mensualidad que su mamá le transfería a una billetera virtual. Sin embargo, cuando el dinero no alcanzó, comenzó a robar los ahorros que guardaban en la casa. Lo que le siguió fue una cadena de negligencias: una casa de cambios que recibía los dólares de un menor de edad, un comerciante que aceptaba ingresar ese dinero a una billetera virtual a cambio de una comisión y casinos online que no verifican con rigurosidad la edad de los jugadores.

“Mi hijo no llegó a endeudarse ni a robar a otras personas, como a muchos les pasa, porque antes decidió dejar de existir. Él mismo me lo decía en la carta de despedida, para él (esa decisión) fue una apuesta más, jugar por última vez: o le salía bien, que para él era morir, o le salía mal. La lógica del azar, ganar o perder, pero ahora apostando su vida”, relata la madre del joven, que hoy atraviesa su recuperación junto a la asociación civil Jugadores Anónimos. Debido a la “lluvia de casos” que recibió esta organización desde el año pasado, hace tres meses decidieron permitir el ingreso de jugadores menores de 18 años con problemas de juego. A la par trabajan con Juganon, un grupo de ayuda para familiares de jugadores.

Por ley, los menores de 18 años no pueden participar en apuestas, pero el casino online permite que jueguen a través de los datos de las tarjetas de crédito de sus familiares.picture alliance (Getty Images)

“Es muy complejo, hay muchas señales (de la adicción) que se camuflan con lo propio de la adolescencia y, hasta que no pasa algo terrible, en muchos casos los padres no nos damos cuenta”, lamenta Lucía. “Creo que nadie cae en la gravedad de lo que está pasando con los chicos y que esto recién empieza. Hay que tomar conciencia que la manera irresponsable en que están fomentando abiertamente el juego puede desencadenar una enfermedad”, advierte la madre.

Se llama ludopatía digital o ciberludopatía al impulso incontrolable por las apuestas o el azar a través de distintas plataformas digitales. Los hay de todos los tipos: las maquinitas de casino, las apuestas deportivas y la lotería son algunos de los más consumidos. Según el informe “Global Online Gambling Markets-Previsiones de 2022 a 2027″, el mercado mundial de juegos de azar en línea superó los 65.300 millones de dólares en 2020 y se prevé que su tasa de crecimiento anual crezca un 10 por ciento para 2027, con lo que escalaría a casi 130 mil millones de dólares ese año.

Ante la falta de mediciones, es difícil conocer con exactitud la cantidad de jugadores en Argentina y particularmente de aquellos menores de 18 años. Sin embargo, en las escuelas aparecieron las primeras pistas: chicos que dejaban de prestar atención en clase y estaban excesivamente pendientes del celular, que bajaban su rendimiento escolar y se quedaban dormidos o incluso empezaban a ausentarse a clase.

En una secundaria pública de Temperley, al sur del conurbano bonaerense, un alumno le pide dinero a su profesor, de manera desesperada, para seguir apostando en medio de una clase, mientras sus compañeros le advierten que debe calmarse. En una escuela técnica de La Matanza, un adolescente apuesta y se frustra por lo que pierde: “Cuando hablamos con él nos contó que en su propia familia se daba mucho que apostaban y perdían mucha plata. Él sabía que terminaba mal esto pero aún así no podía dejar de hacerlo”, cuenta su docente. En un club privado de rugby de La Plata, el dinero recaudado para una gira deportiva aparecía y desaparecía cada día: giraba de apuesta en apuesta en las cuentas de los adolescentes.

“Lo que estamos viendo hoy es realmente inédito, no lo habíamos visto nunca”, expresa Débora Blanca, psicóloga especializada en ludopatía quien lleva dos décadas trabajando esta problemática. “Durante todo este tiempo nos encontramos con otro tipo de ludópatas, que son los que juegan presencialmente, que van al casino, al bingo, están toda la noche frente al tragamonedas, con todas las complejidades que trae la ludopatía en tanto es una adicción. Pero acá se agrega algo que complejiza más que es que son chicos y que encima apuestan desde el celular, que se convierte en un casino en la mano y la vía por la que llegan permanentemente invitaciones para jugar”, explica.

Si en el juego presencial la ludopatía tarda en desarrollarse entre cinco y ocho años, según los especialistas, en la modalidad online los jugadores pueden engancharse compulsivamente en dos años o uno, e incluso en meses. En general, los adolescentes empiezan con las apuestas deportivas, que parecieran no ser de azar sino de conocimiento del deporte. Algunas familias, aunque conscientes de que sus hijos apuestan, “no lo ven como algo problemático y ese es el principal asunto, si lo naturalizamos es muy complicado”, advierte la psicóloga.

“Lo que hay de fondo es pensar en qué mundo se están encontrando los chicos, qué pasa con la esperanza de futuro, de proyectos para ellos en un contexto tan difícil”, reflexiona. En medio de la crisis económica que atraviesa el país, los jóvenes representan el grupo poblacional más afectado por los problemas de empleo. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en el tercer trimestre de 2022 la tasa de desocupación en jóvenes de entre 18 y 24 años alcanzaba el 21,2%, cifra tres veces mayor al promedio poblacional. A su vez, la informalidad ascendía a un 68,3% en ese rango etario.

Santiago y su madre Lucía se abrazan en la Plaza 1 de mayo de Buenos Aires, el 18 de mayo de 2024. Mariana Nedelcu

“Es un clima de época que hace pie en la idea de la meritocracia y del dinero fácil y rápido. Permanentemente vemos cursos que invitan a aprender cómo ganar dinero en poco tiempo, que trabajan desde el neuromarketing para influir sobre quien consume esas publicidades, convenciéndolos que esto efectivamente puede ser así”, alerta Soledad Fuster, psicóloga y capacitadora en grooming y otras problemáticas de violencia digital en escuelas de todo el país. “Perdiendo la noción de las cifras, especialmente porque en la virtualidad se desdibuja la materialidad del dinero, los chicos se empezaron a endeudar con cifras tan elevadas que nos vamos enterando de situaciones en las que reciben amenazas de que les van a cortar un dedo o matar a alguien de su familia o incluso familias teniendo que vender propiedades por las deudas”, cuenta.

Juan Pablo, quien prefiere no revelar su apellido, enciende el zoom y se presenta: “Soy un jugador compulsivo en vías de recuperación”. Tiene 22 años, pero cuando todo empezó apenas cumplía los 19. A las apuestas online llegó a partir del contenido de streamers a los que seguía durante la pandemia. “Al principio sólo miraba, después empecé a apostar cantidades ínfimas y con el tiempo fueron siendo una más grande que la otra, hasta un punto que ni la apuesta ni la ganancia era suficiente. Necesitaba quedarme y seguir, si no tenía dinero conseguía de donde y como sea”, relata.

Una vez enganchado, el espiral se repite en la gran mayoría de los chicos: cada vez más inmersos, no logran disfrutar nada que no esté relacionado con el juego. “Es vivir para el juego”, asegura. “El último tiempo no podía dormir, era una persecución constante por estar pensando en el juego, en lo que debo, en tantas mentiras que dije que no sabía ni qué contestar a cada persona a la que le había mentido por dinero”. Durante ese tiempo llegó a abrirse más de 35 cuentas de mails distintas para acceder a los juegos online y otras decenas de perfiles de usuario en las plataformas de juego y distintas billeteras virtuales, que cerró hace algunos meses cuando inició su recuperación, junto a ceder el control de sus cuentas de banco y de su celular.

“Todo se destapó por una gran deuda que generé en mi familia a causa del juego”, reconoce el joven. “Cuando lo dejé me sentí vacío. Es algo que aún intento llenar: volví a trabajar para saldar la deuda, a hacer deporte y ver amigos. Nunca tuve ningún tipo de exceso en mi vida, pero cuando llegó el juego me transformé en una persona que hoy miro para atrás y no quiero siquiera remotamente pensar en volver a ser lo que era, porque estaba completamente perdido, no sabía dónde iba a ir a parar”.

Hasta el momento, la legislación argentina no prohíbe que las aplicaciones de apuestas y azar busquen al público joven con campañas agresivas que aparecen en todas partes: publicidades, locuciones, pop-ups y camisetas de los principales clubes de fútbol, incluida la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). El primer paso en sentido contrario lo dio el Club Atlético Vélez Sarsfield al eliminar este año a una casa de apuestas como patrocinador de la institución.

En los últimos meses, legisladores de distintas fuerzas políticas presentaron proyectos de ley para reforzar la regulación y restringir el acceso de niños, niñas y adolescentes en los casinos virtuales y casas de apuestas. “Necesitamos campañas de prevención para que las familias estén advertidas y tengan herramientas para cuidar a sus hijos, como así también darle a los chicos pautas de autocuidado”, advierte Foster. Mientras el Estado argentino se retrae cada vez más de las distintas áreas sociales, las especialistas advierten la urgencia de “proteger a los chicos de estas prácticas ilegales cuyo riesgo y magnitud todavía no dimensionamos”.


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