La semana que cambió la política argentina
La fractura de la coalición Juntos por el Cambio configura una nueva red de alianzas de cara a la segunda vuelta entre Milei o Massa
La política argentina está en plena mutación. Su nueva estructura depende del resultado de la segunda vuelta presidencial que librarán el próximo 19 de noviembre el peronista Sergio Massa y el ultra Javier Milei. Sin embargo, las cartas con las que contará cada uno para la partida definitiva comenzaron a revelarse en esta semana vertiginosa, marcada por el divorcio de facto de la alianza conservadora Juntos p...
La política argentina está en plena mutación. Su nueva estructura depende del resultado de la segunda vuelta presidencial que librarán el próximo 19 de noviembre el peronista Sergio Massa y el ultra Javier Milei. Sin embargo, las cartas con las que contará cada uno para la partida definitiva comenzaron a revelarse en esta semana vertiginosa, marcada por el divorcio de facto de la alianza conservadora Juntos por el Cambio (JxC), la gran perdedora en las elecciones del pasado domingo.
Esa alianza, que funcionó como un exitoso matrimonio de conveniencia durante ocho años, la deshizo el mismo que la había fundado: el expresidente Mauricio Macri. Tras los coqueteos con Milei durante la campaña, lo invitó a cenar a su casa sólo un día después de las elecciones. En la mesa se sentó también la candidata derrotada, Patricia Bullrich, y ambos se pidieron perdón por los insultos mutuos. Bullrich dejó de ser para Milei una “montonera asesina” que puso bombas en jardines de infantes, las ideas de Milei dejaron de ser “malas y peligrosas para Argentina”. “Cuando la patria está en peligro, todo está permitido”, resumió Bullrich para expresar su apoyo explícito por el candidato de la ultraderecha.
La traición se selló con un abrazo. El de Milei y Bullrich en un plató de televisión; el de sus avatares —un león y un pato— en un mundo virtual que los llenó de likes.
Ese abrazo, pactado en secreto y escenificado en público el martes, dinamitó una alianza diversa, formada por Propuesta Republicana (Pro)—el partido fundado por Macri en 2005—, la centenaria Unión Cívica Radical y Coalición Cívica ARI, encabezada por Elisa Carrió. Horas después, los radicales Gerardo Morales y Martín Lousteau sacaron todos los trapos al sol y pasaron facturas acumuladas durante años. Morales acusó a Macri de cobarde: “Es el principal responsable de la derrota, pero se esconde”. Lousteau fue más allá y pidió a Macri y Bullrich que se vayan por haber tomado “una decisión unilateral e inconsulta”.
La división más profunda es por ahora entre halcones y palomas: el ala más dura de JxC se ha sumado al apoyo explícito a Milei, el ala más moderada apuesta por mantenerse neutral. Entre los primeros están Macri, Bullrich y una treintena de diputados. Entre los segundos, el alcalde de Buenos Aires, del Pro, Horacio Rodríguez Larreta, y los diez gobernadores provinciales de la alianza, que deberán negociar con el ganador de las elecciones cuando asuma como presidente el próximo 10 de diciembre.
El jueves, la onda expansiva del abrazo enturbió las aguas del partido de Milei, La Libertad Avanza (LLA). Primero abandonó el barco el veterano sindicalista Luis Barrionuevo, un malabarista que pasó de abrazar la efímera candidatura presidencial del kirchnerista Wado de Pedro a integrar las filas de Milei y luego retirarse. Más tarde, comenzaron las deserciones de diputados electos por un espacio que prometió sacar a patadas a la casta política hasta el domingo y el lunes comenzó a negociar con ella. Por ahora son tres de 40. Esa misma noche, Milei estuvo cerca de colapsar en una entrevista televisiva en la que se lo vio agotado, desorientado e incapaz de mantener el hilo del discurso ante el ruido provocado por una medida de fuerza sindical.
En el otro lado, el triunfo en primera vuelta de Massa —con el 36,7% de los votos frente al 30% de Milei— unió al peronismo detrás de él. Las luchas internas están congeladas y las energías se concentran en una sola dirección: ganar. Parecía un objetivo imposible hasta hace unos meses. Massa es ministro de Economía de un país con el 140% de inflación, con la moneda nacional por los suelos, la economía estancada y sin dólares para pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional. El domingo, dos tercios votaron por un cambio, pero el 19 de noviembre las opciones se reducen a dos: Massa o Milei. Massa busca convencer a los argentinos de que él es el mal menor.
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