Paola Ávila, una batuta colombiana que abre camino a más mujeres en la música sinfónica

Dirige la Orquesta Filarmónica de Mujeres de Bogotá y la Orquesta Sinfónica de Cartagena, un proyecto social integrado por niños y jóvenes que se presentan en concierto en el Cartagena Festival de Música

Paola Ávila, directora de la Orquesta Filarmónica de Mujeres de Bogotá y la Orquesta Sinfónica de Cartagena.Cartagena Festival de Música

Paola Ávila (Bogotá, 32 años) nació en una familia sin una fuerte tradición musical, pero cuando su padre la matriculó a ella y su hermano en una orquesta filarmónica y la música ya la rodeaba, ella seguía viviendo en negación. Fue así durante años hasta que, en un concierto del Réquiem de Mozart, que vio cuando era adolescente, la dirección musical se le presentó como una epifanía. “Hasta entonces mi cosa favorita de tocar la viola siempre fue la orquesta, nunca fui de tocar sola, y ese día sentí que quería hacer esto por el resto de mi vida, fue como una iluminación”, cuenta mientras afina detalles para el concierto Paisaje sonoro del Viejo y del Nuevo Mundo, que dará mañana en el Cartagena Festival de Música, que se realiza esta semana en la ciudad colombiana.

Hoy es la directora de la Orquesta Filarmónica de Mujeres, la primera agrupación con estas características en Colombia, que busca saldar la deuda histórica con las mujeres en la música sinfónica; y es también la directora de la Orquesta Sinfónica de Cartagena, un proyecto social integrado por niños y jóvenes cartageneros. Quiere transformar a través de la música, como ocurrió con ella, y sacudir el paradigma de que la dirección musical es un oficio exclusivo de los hombres.

Para ser justos— sigue— su padre sí tenía una conexión con la música, tocaba el cuatro en un conjunto de música llanera y fue quien tuvo el tino de inscribir a los hijos en la Cooperativa de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Ella tenía apenas 7 años y, así como el recuerdo del Réquiem se convirtió en un hito sonoro en su vida; también tiene grabada una imagen que marcaría su vida profesional: la tarde en que a su casa llegó un camión con un enorme piano que les regaló una familia de reconocidos músicos de Bogotá.

Ya en los caminos de la dirección, se convirtió en directora líder en OrchKids, programa educativo de la Orquesta Sinfónica de Baltimore, fue fellowship en Dirección Orquestal con la Chicago Sinfonietta; profesora de Teoría en la Fundación Universitaria Juan N Corpas y en el Departamento de Música de la Universidad de los Andes y obtuvo una maestría en Dirección Orquestal en el Conservatorio Peabody de la Universidad Johns Hopkins, bajo la tutoría de Marin Alsop, quien fue determinante en su carrera y mirada del mundo como mujer directora.

La Orquesta Sinfónica de Cartagena (OSC) es un proyecto social en torno a la música sinfónica integrado por jóvenes y niños cartageneros.Akiro Palacio (Cartagena Festival de Música)

Una deuda histórica

Hasta ese momento, Ávila no dimensionaba que la dirección musical era un territorio tan masculino. Pero fue Alsop, la primera mujer en ser directora titular de una orquesta grande en Estados Unidos, quien abrió sus ojos. “Gracias a ella tuve conciencia de verdad de la importancia del reconocimiento al liderazgo de las mujeres en estos espacios y de lo duro que les tocó a las que abrieron camino para nosotras”. Se refiere al machismo que Alsop vivió en su carrera, a que “el día que la nombraron, toda la orquesta renunció como protesta a que la nueva directora fuera mujer”; a que a las mujeres directoras las miran hasta el detalle su presencia física.

Aunque hoy es más común ver mujeres en la dirección de orquesta—en Brasil, por ejemplo, Ligia Amadio; en España, Inma Shara; o Alondra de La Parra, en México—hace unos años nadie se cuestionaba que en la dirección orquestal solo hubiera hombres. La presencia de mujeres en las orquestas es relativamente reciente y todavía cuesta arriba: “Apenas en 1960 comenzaron a aceptar mujeres y no existe ninguna orquesta en Latinoamérica, Europa o Estados Unidos hoy que llegue siquiera al 50 por ciento de mujeres. “Y si eso ocurre con la participación de instrumentistas en las orquestas, imagínate lo que significa una mujer dirigiendo, aún somos una novedad”, dice Paola.

Para dejar de serlo se creó la Orquesta Filarmónica de Mujeres de Bogotá, un proyecto de la Orquesta Filarmónica de la capital, que convoca a mujeres para que puedan dar continuidad a su formación musical y reconoce a las que, a lo largo de la historia, han estado relegadas. En la Orquesta las mujeres reciben un salario que les permite vivir de su oficio, y apuntan también a tocar composiciones hechas por mujeres. “Es como tener un espacio seguro donde podemos dedicar a formarnos y a nuestra música”.

Sin embargo, no están exentas de machismo. Aún hoy hay quienes les preguntan con sorna “por qué solo mujeres si a estas alturas ya todas tienen todo, ya tienen sus derechos, como sugiriendo que nos calmemos un poquito”. O les hacen comentarios sobre su cuerpo que jamás le harían a un hombre. “Una vez llegué como directora invitada a un espacio y el primer comentario que recibí fue: por fin viene una mujer femenina y con el pelo largo a dirigir”, recuerda Ávila.

Ella, quien es tímida e introspectiva, se transforma en el escenario. Es como si tuviera una doble personalidad. Pero también tiene una tercera que le gusta mucho: la de formadora. En esa faceta está ahora en Cartagena. Desde hace un año dirige la Orquesta Sinfónica de Cartagena, que reúne a niños y jóvenes que se acercaron a la música clásica gracias los espacios que fue abriendo la Fundación Salvi en esa ciudad tan hermosa como excluyente. Algunos de ellos han llegado por los conciertos didácticos que se hacen durante el festival y nunca habían tenido contacto con instrumentos.

El proyecto comenzó en 2016 y también tuvo el apoyo de la Fundación Puerto de Cartagena, RCN y la Alcaldía de Cartagena y se activaba durante la semana del festival; pero desde 2020 tiene ayuda del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes para ser una orquesta estable. “Que haya niños que vengan desde lugares absolutamente remotos a ver por primera vez en la vida un violín y una orquesta y terminen tocando en una eso para mí es un milagro”, dice Ávila.

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