Regresar al lugar del atentado bajo la amenaza de nuevos ataques en Guayaquil
Tras una semana no hay personas vinculadas formalmente con la explosión, ni como autores materiales ni intelectuales
El eco de la explosión aún retumba en las calles de Guayaquil. Había transcurrido una semana desde el último coche bomba y, sin embargo, el miedo sigue impregnado en los que a diario transitan por el lugar. La ciudad, siempre bulliciosa y en constante movimiento, se convirtió en escenario de guerra: un muerto, 30 heridos, y una comunidad marcada por el miedo. Aunque los negocios vuelven a abrir, cercados con cintas de “peligro”, con restos de vidrio esparcidos y el tráfico va retomando su marcha, la normalidad es solo una fachada. “No queda más que venir a trabajar, pero con mucho más cuidado”, dice José Gómez, enfermero que camina por esas calles desde hace tres años.
Para quienes viven del comercio, la huella del atentado está marcada en el miedo. “El coche bomba demostró que la violencia ya no se queda en los barrios conflictivos, ahora está en el centro, en los lugares que antes considerábamos seguros”, explica Guillermo Clavijo, vendedor que ha visto cómo el consumo se desploma en los últimos días. La situación se ha complicado aún más con las alertas falsas que, desde el atentado, han sido una constante: siete reportes de explosivos, algunos en vehículos abandonados, otros en mochilas o maletas dejadas en plena calle, todos resultaron ser falsos. Uno de los casos más impactantes involucró un vehículo de un militar cuyo sistema de encendido fue bloqueado por su pareja. Cada uno de estos incidentes ha bastado para paralizar zonas enteras, movilizar a la policía, cerrar negocios, suspender clases y servicios. El pánico ha secuestrado la vida cotidiana de la ciudad.
Guayaquil, la ciudad más violenta de Ecuador, que concentra el 30% de los homicidios del país, ha pasado a ser también el epicentro de una nueva forma de terrorismo urbano. En el último mes, cuatro coches bomba han explotado en la ciudad, y cinco en lo que va del año. El responsable del último ataque, según las autoridades, es la organización criminal Los Lobos, un grupo involucrado en narcotráfico, extorsión, sicariato, secuestros y minería ilegal. Los Lobos, que emergieron con fuerza a partir de 2021, se disputan el control del crimen con Los Choneros, pero han logrado forjar alianzas con el cartel mexicano Jalisco Nueva Generación, desafiando el dominio que Sinaloa había mantenido en el país.
El ministro del Interior, Jhon Reimberg, explicó que el atentado es una represalia contra los operativos militares en la zona andina de Buenos Aires, en Imbabura, donde se desmantelaron actividades ilegales de extracción de oro, en las que estarían involucrados Los Lobos y grupos disidentes de las antiguas FARC.
La hipótesis de las autoridades cobró fuerza cuando, gracias a las cámaras de seguridad, se pudo seguir el recorrido de la camioneta que explotó el 14 de octubre frente al centro comercial del norte de Guayaquil. La trazabilidad llevó a la policía hasta el barrio San Francisco, uno de los bastiones de Los Lobos. Sin embargo, hasta ahora, no hay personas vinculadas formalmente con la explosión, ni como autores materiales ni intelectuales.
Este ataque es solo el último de una serie de atentados que demuestran cómo Guayaquil vive bajo una constante amenaza. En lo que va del año, han estallado cinco coches bomba y más de una docena de artefactos explosivos han sido lanzados contra locales comerciales y viviendas extorsionadas por pandillas. Uno de los más graves ocurrió el 3 de junio en La Bahía, el corazón comercial del puerto. El principal sospechoso fue detenido en Isla Trinitaria, uno de los sectores más peligrosos de la ciudad, y el caso tomó un giro aún más extraño cuando, según denuncias del legislador correísta Juan Andrés González y del alcalde Aquiles Álvarez, un Porsche Cayenne llegó a la casa donde se había realizado el allanamiento minutos después de la detención.
El vehículo, captado por las cámaras de seguridad, estacionó frente a la casa allanada. Una mujer descendió del Porsche y entró al mismo domicilio donde habían estado los militares. En un primer vistazo, la presencia de un automóvil de lujo en una de las zonas más empobrecidas y conflictivas de la ciudad resulta insólita, pero lo que es aún más desconcertante es la identidad del dueño. El Porsche Cayenne está registrado a nombre de Industrial Molinera, una de las empresas de la familia del presidente Daniel Noboa. El silencio del Gobierno ante esta conexión ha sido ensordecedor. Tras una semana de evasivas, un abogado de la empresa intentó dar explicaciones, asegurando que el vehículo se encontraba allí por “un favor a una empleada de la compañía”, quien reside en el piso superior de la casa allanada, y que la llevaron en el automóvil porque tuvo una emergencia familiar.
“Aquí hay dudas muy fuertes”, denunció el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, al señalar que la investigación contra el principal sospechoso de la explosión en La Bahía por terrorismo no avanzó, ya que la Fiscalía decidió no acusarlo por falta de pruebas. “Ahora está libre y, desde su liberación, han ocurrido tres nuevas explosiones”, agregó Álvarez, evidenciando la creciente preocupación por la impunidad en los casos de terrorismo.