Israel-Palestina: del legado de 1967 al silencio de hoy
La Asamblea General de la ONU tiene este año un reto decisivo: reafirmar la ilegalidad de la ocupación. La pregunta es si el Perú estará a la altura
En 1967, tras la Guerra de los Seis Días, el Perú se alzó como un país respetado en la diplomacia mundial. Su delegación en Naciones Unidas desempeñó un rol decisivo en la elaboración de la Resolución 242, que exigía la retirada de Israel de los territorios ocupados en esa guerra.
Ese fue un hito de dignidad y compromiso con el derecho internacional. Hoy, más de medio siglo después, el contraste no pued...
En 1967, tras la Guerra de los Seis Días, el Perú se alzó como un país respetado en la diplomacia mundial. Su delegación en Naciones Unidas desempeñó un rol decisivo en la elaboración de la Resolución 242, que exigía la retirada de Israel de los territorios ocupados en esa guerra.
Ese fue un hito de dignidad y compromiso con el derecho internacional. Hoy, más de medio siglo después, el contraste no puede ser más doloroso. Esos territorios siguen ocupados y uno de ellos -Gaza- arrasado.
Europa muestra coraje
En las últimas semanas, varios gobiernos europeos han dado un paso histórico al reconocer al Estado de Palestina. España, Irlanda y Noruega se sumaron a un movimiento de reafirmación de la legalidad internacional y ofreciendo un horizonte de dignidad al pueblo palestino. Otros países, como Eslovenia y Bélgica, han iniciado rutas similares. Esa decisión, que desata tensiones diplomáticas con Israel, revela coraje político y una apuesta por los principios.
Saludable que varios países hayan dado el paso histórico de reconocer oficialmente al Estado de Palestina. No es un gesto vacío: compromete a respaldar la soberanía palestina, a condenar la ocupación y a revisar los vínculos militares con Israel. Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal lo hicieron en setiembre de 2025; Malta y Francia anunciaron su reconocimiento en la Asamblea General; España, Noruega e Irlanda lo habían hecho en 2024.
El silencio -¿cómplice?- del Perú
El Perú ya había reconocido al Estado de Palestina el 2011. Pero el actual Gobierno de Lima permanece mudo frente a la violenta ocupación por el Gobierno de Netanyahu. Peor aún: a través de la Fábrica de Armas y Municiones del Ejército (FAME), las actuales autoridades peruanas están firmando contratos con Elbit Systems, empresa armamentista israelí marcada por presuntas acusaciones de corrupción en Grecia, Turquía y Azerbaiyán.
Elbit Systems no es un proveedor cualquiera. Es global. En Zambia, Dinamarca, India y Grecia, Elbit ya ha sido señalada por contratos opacos, presuntos sobreprecios y sospechas de corrupción. La contradicción es brutal: un país como el Perú que fue ejemplo de diplomacia responsable ahora se abraza a negocios con compañías rankeadas por corrupción.
La gravedad del contrato que firmaría el ejército con la empresa de armas israelí Elbit se magnifica por la historia peruana reciente: en los años de la corrupción regentada por Montesinos y Fujimori (1992-2000), las compras militares estuvieron todas plagadas de sobornos y comisiones ilegales.
Este viraje no es casual: responde a la lógica del Pacto Corrupto que domina hoy la política peruana y ejerce el poder. Hoy, bajo un régimen político debilitado por el llamado Pacto Corrupto, compuesto por un Gobierno sin legitimidad y un Congreso marcado por la impunidad (y su contubernio con el crimen organizado), imaginar un camino de principios sustantivos no es realista.
La diplomacia, antes bandera de orgullo, se ha convertido en moneda de cambio. Lo que Europa asume con valentía, el Perú lo elude con silencio y lo ensucia con contratos militares opacos. Se ha transitado del principio a la abyección; en apenas una generación política.
De la dignidad a la complicidad.
La paradoja es amarga: mientras en Europa algunos gobiernos se arriesgan políticamente para reconocer al Estado de Palestina, en el Perú se firma contratos con empresas militares vinculadas a lo que está ocurriendo en Gaza y se calla frente a la ocupación denunciada en la ONU desde 1967. El legado de dignidad diplomática que definió al Perú hasta hace poco, se ha dilapidado.
La Asamblea General de la ONU tiene este año un reto decisivo: reafirmar la ilegalidad de la ocupación de 1967, establecer plazos concretos para la retirada israelí, garantizar un alto al fuego inmediato, y respaldar a la Corte Penal Internacional en la investigación de crímenes de guerra. Sin ello, el reconocimiento de Palestina será un acto simbólico sin eficacia.
La pregunta es si el Perú estará hoy a la altura de la voz clara que levantó en 1967 o si la dejará caer por la mezquindad de un nuevo negocio oscuro y la operación de una controvertida empresa militar israelí. Muy probablemente la respuesta sería negativa. Pero, ya que lo último que se pierde es la esperanza, habría que apostar a que las elecciones generales del 2026 esta vez sí permitan dar pasos para fortalecer la democracia hoy jaqueada y postrada, y dejar atrás los actuales tiempos repulsivos del Pacto Corrupto.