Maduro culmina una semana de vértigo para atornillarse en el poder
El autoproclamado presidente de Venezuela convoca diez elecciones y un proceso constituyente. “Lo que el Gobierno teme es una explosión social”, dicen las analistas
Nicolás Maduro no se muestra dispuesto a abrir ninguna negociación o proceso que facilite su salida pese a haber cometido un fraude en las elecciones presidenciales. Se ha autoproclamado presidente de Venezuela ante el repudio de la comunidad internacional, casi en su totalidad. En una última semana de vértigo, la cabeza visible del chavismo ha anunciado la celebración de diez elecciones y consultas populares y un proceso constituyente. Mientras el mundo trata de encontrar una solución al laberinto venezolano, Maduro y los suyos se ven capaces de resistir una crisis de legitimidad de este tamaño. Contra todo y contra todos.
“Imagínate que ahora Venezuela es la capital del Planeta Tierra”, bromean entre ellos los líderes chavistas al hablar de la presión internacional. A Gustavo Petro, un presidente que se ha mostrado dispuesto a tender puentes de diálogo, el fiscal general, Tarek William Saab, lo ha mandado a callar. En privado, son todavía más duros: “Este man no era así. Ya debe literalmente callarse y dejarnos en paz”. Aunque hace unos meses recularon después de atacar con saña a Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, ahora vuelven a cargar en su contra: “Es de la CIA. Y su mujer, también”. El voto de Brasil, en una cumbre de los BRICS, fue clave para vetar el ingreso de Venezuela a este club de países emergentes.
Abrir en este momento una negociación, como las abiertas en estos últimos años, con varios ciclos y países mediadores, estaría destinada al fracaso como las anteriores, en un juego suma cero. “El chavismo nunca ha tenido una apertura a una negociación que no sea una que permita su continuidad en el poder y por se han cerrado todos los canales de negociación después del 28 de julio, porque quedó abierto un boquete tan grande con respecto a la legitimidad de Maduro y es muy difícil para el chavismo negociar algo y más bien ha optado por la mano dura y borrar todo lo sucedido e intentar pasar la página”, señala el consultor político Luis Peche Arteaga. Así avanza el chavismo en una reforma constitucional y ha anunciado una apresurada programación de diez elecciones regionales y consultas populares para este 2025.
Venezuela, sin embargo, parece que está en una nueva encrucijada hacia un estancamiento de la situación, con el chavismo consolidado y como una fuerza autoritaria y la oposición replegada en la resistencia, o a que se produzca un cambio real. Esa es la bisagra del 28 de julio que abrió otro campo de juego para la prolongada crisis venezolana. “Un ejercicio de poder sin una legitimidad mínima abre el juego”, opina el politólogo Piero Trepiccione, para quien el conflicto político va a estar mediado por las relaciones económicas en la región donde, resalta, socios principales de Nicolás Maduro como Rusia, China e Irán, tienen gran influencia, en medio de un juego geopolítico global “que está desordenando el poco orden mundial que quedaba”.
Maduro, como lo ha demostrado, solo le interesa negociar con Estados Unidos. Así lo hizo en Doha, en un encuentro que reveló en exclusiva EL PAÍS. De manos de Washington ha recibido sus mayores victorias en el último tiempo, como las licencias petroleras y el intercambio de presos que hizo posible la vuelta a casa de los sobrinos de la primera dama Cilia Flores, juzgados por narcotráfico, y de Alex Saab, un importante operador financiero del chavismo, detenido por lavado de dinero en Miami. Saab ejerce ahora de ministro de Industrias y Producción Nacional.
La próxima semana, sin embargo, inicia una nueva temporada de Gobierno que será impredecible con Donald Trump en la Casa Blanca. Las recientes señales dadas por el futuro secretario de Estado, Marco Rubio, luego de un largo silencio después de las elecciones presidenciales, hablan de un cambio de giro. Venezuela va a ser un tema importante para la política exterior estadounidense, pero en otros términos. El senador ha reiterado sus acusaciones contra el alto mando chavista de estar supuestamente vinculado con el narcotráfico. “Se va a maximizar la presión con una narrativa, para forzar negociaciones que tengan otro tono y que no sean favorables al Gobierno de Maduro”, señala Trepiccione.
A nivel interno, mientras la oposición está maniatada con el campo minado por una sistemática criminalización de las formas de hacer política tradicional, el chavismo también avanza. “El Gobierno va a privilegiar este año la realización de elecciones, porque cuando hay elecciones todo se posterga, así intenta reconstruir un ambiente electoral para rasguñar la legitimidad perdida y poner en pausa las demandas de cambio de la mayoría del país”, añade Trepiccione. “La reforma constitucional va a tratar de consolidar un paso firme al Estado comunal, una estrategia central para reformar el sistema político y electoral del país, recuperar la influencia perdida y apartar las amenazas”.
Maduro le ha pedido a William Saab que se ocupe del proceso constituyente. Jorge Rodríguez, presidente de la asamblea y principal operador político del chavismo, se ha personado en el Centro Nacional Electoral (CNE) para mostrar un documento con las elecciones a celebrar este 2025. Lo ha recibido el presidente, Elvis Amoroso, íntimo amigo de Maduro, la persona que nunca ha mostrado las actas que demuestren la victoria que le otorga él al actual presidente. Es más, ni siquiera ha rebatido las acusaciones de fraude de la oposición, que ha enseñado documentos que han sido validados por organismos internacionales. A la vez, Saab se encarga de vender al mejor postor Monómeros, la empresa de fertilizantes que Petro pretendía comprar para Colombia. El chavismo no quiere ni oír hablar de eso.
Maduro se siente amenazado, según María Isabel Puerta, profesora de Ciencia de Política del Valencia College, Orlando, Florida. “No estoy segura de que haya peligro de un golpe militar, pero no sabemos cómo estén los arreglos internos entre civiles y militares, y por eso es crítico que Maduro minimice la presión opositora, y de la gente en general”, añade. Más que en la oposición, ve el punto de quiebre en el humor de la ciudadanía: “Mientras más represión desate, mayor el rechazo y por ende el peligro de una reacción colectiva. Creo que el gobierno de Maduro teme más a una explosión social”.