Una multitud despide al dictador Alberto Fujimori: “Déjenlo en paz”
Los seguidores del autócrata lo despiden por todo lo alto en su funeral de Estado organizado por el Gobierno
—Nos devolvió la paz cuando estábamos en ruinas.
—Se manchaba las botas para ayudar a los más pobres.
—Regaló pescado y enseñó a pescar.
—Tomó decisiones difíciles en tiempos difíciles.
—¿En qué gobierno no hubo excesos?
—El mejor presidente que tuvo el Perú.
—Fue autoritario, pero no dictador.
—Hizo lo que tenía que hacer por el bien del Perú.
—Déjenlo en paz.
Una culebra de miles de personas ha bordeado el Museo de la Nación para ...
—Nos devolvió la paz cuando estábamos en ruinas.
—Se manchaba las botas para ayudar a los más pobres.
—Regaló pescado y enseñó a pescar.
—Tomó decisiones difíciles en tiempos difíciles.
—¿En qué gobierno no hubo excesos?
—El mejor presidente que tuvo el Perú.
—Fue autoritario, pero no dictador.
—Hizo lo que tenía que hacer por el bien del Perú.
—Déjenlo en paz.
Una culebra de miles de personas ha bordeado el Museo de la Nación para despedir este jueves a Alberto Fujimori, el político que gobernó al Perú durante la última década del siglo pasado, el personaje que más ha polarizado a una sociedad herida e irreconciliable, la manzana de la discordia. Pero en esta mañana calurosa parece no haber lugar para las discrepancias y mucho menos para los cuestionamientos. Sus seguidores de todas las edades han acudido en masa, a pie, en andador o incluso hasta en sillas de ruedas para darle el último adiós. Algunos portan globos naranjas, otros lucen cuadros con el retrato del Fujimori saludable e implacable de los años noventa, y también hay quienes se han puesto polos viejos de sus partidos extintos como Cambio 90 y Perú 2000.
El féretro de caoba con los restos del outsider nikkei que derrotó a Vargas Llosa ingresó poco antes del mediodía, flanqueado por militares, marinos, policías y los Húsares de Junín, ese batallón de infantería que escolta a los presidentes. En una decisión altamente cuestionada, la mandataria Dina Boluarte decretó un funeral de Estado y tres días de duelo nacional por la muerte de Fujimori a los 86 años, debido a un cáncer a la lengua que se ramificó a los pulmones. Sus hijos, Keiko y Kenji, los más políticos, quienes cargan consigo un gran historial de puyas y desencuentros, acompañaron su ingreso al Ministerio de Cultura tomados de las manos, una escena que apenas se solía ver en la recta final de las últimas tres elecciones.
El día comenzó con el llanto incontrolable de Kenji a las afueras de la casa de Keiko en el distrito de San Borja, donde su padre falleció nueve meses después de haber sido indultado. Pero también con el análisis de las portadas de los diarios. Porque a diferencia de otros países, en el Perú los puestos de periódicos han resistido y todavía influyen en la gente. Solo La República lo tildó de dictador en su titular. El diario El Comercio optó por el estilo informativo en aras de una objetividad bastante subjetiva: “Alberto Fujimori fallece a los 86 años”. Los tabloides destacaron la pena de un bando, como si el otro no existiese: “lloran por el ‘Chino’”. Expreso tituló con una afrenta a sus detractores: ¿se acabará el odio? Diario Uno, de marcada tendencia izquierdista, decretó el final de su ideología: “murió el fujimorismo”. Y finalmente, Extra lo trató como si fuese un ángel: colocó una foto de Fujimori con la banda presidencial con el cielo de fondo y una frase que parece salida de la boca de un fanático y no de un medio de comunicación: “descansa en paz, ‘Chino’”.
A pesar de sus raíces japonesas, a Fujimori siempre lo llamaron el Chino. Un mote que usó a su favor para conectar con el electorado. “‘Chino valiente, aquí está tu gente” será el cántico más repetido de la jornada. Los comerciantes, desde luego, aprovecharon la coyuntura para irse forrados a casa. Ofrecieron llaveros con la cara de Fujimori, ramos de flores blancas, y su foto impresa en cartón. También pines para la mochila. Los buses pasaron por la avenida Javier Prado, una de las arterias más congestionadas de la capital, y a través de las lunas pudo verse más de una sonrisa socarrona. En algún momento de la tarde a un señor se le ocurrirá hacer ademanes de rechazo y tendrá que caminar a paso veloz para salvar el pescuezo.
En las redes sociales es otra historia. Más de una cuenta compartió un playlist con los tristemente célebres ‘Vladivideos’, aquellos audiovisuales donde quedó expuesta la trama de corrupción de su gobierno y que obligaron a Fujimori a fugarse a Japón y renunciar por fax. Otros usuarios convocaron bailetones en algunos puntos de la ciudad con el lema “Fujimori nunca más”. Y otros enumeraron los delitos por los que el autócrata fue condenado a 25 años de prisión. Así como a las afueras del Museo de la Nación, en las redes también se tejió un canto coral.
—La memoria no es odio.
—Tenemos una misión: evitar que los fujimoristas borren la historia.
—¿Se imaginan a Chile rindiéndole honores de Estado a Pinochet o a Videla en Argentina?
—No hay honores para genocidas ni decreto supremo que los redima.
—Es nuestro deber contarle la verdad a nuestros hijos. Será la única manera de desaparecer su legado por completo.
—Los medios de comunicación son una vergüenza. Cómo les cuesta llamarlo dictador y asesino.
—Se ha demostrado que quienes gobiernan son los fujimoristas.
—Ni olvido ni perdón.
Las críticas enfilaron hacia la presidenta Dina Boluarte, vestida de blanco, quien le dio el pésame a la familia frente al féretro del patriarca de los Fujimori. Se trata de la misma política que cuando integraba la plancha de Pedro Castillo en la agrupación Perú Libre fue demoledora con el autócrata durante un debate, allá por el 2021. “En los 90 apareció un personaje de tipo oriental y nos dijo a todo el pueblo peruano: trabajaré con honradez, tecnología y trabajo. ¿Y qué nos dio? ¿Honradez? Es el sexto presidente más corrupto del mundo. ¿Trabajo? Despidió a miles y miles de trabajadores que hasta hoy siguen peleando su reincorporación. ¿Tecnología? Desde los 90 hasta la fecha, el Perú ni siquiera es capaz de producir la llanta de ese tractor al que se subió ese señor oriental”, señaló por esos días donde las probabilidades que se convirtiera en la primera presidenta del Perú eran tan altas como ganarse la lotería.
En el salón Nazca, con la prensa a varios metros del féretro, desfilaron en el primer día del velorio líderes de agrupaciones políticas como César Acuña de Alianza para el Progreso o Alfredo Barnechea, excandidato presidencial de Acción Popular. Pero también la vieja guardia del fujimorismo como los excongresistas Martha Chávez, Absalón Vásquez y Luz Salgado. En todo momento miembros de seguridad evitaron que algún seguidor le tomara fotografías a los restos de Fujimori, quien llevaba una corbata azul y la estampa del Señor de los Milagros. Al pie de su cajón, colocaron un retrato suyo y un rosario morado. A unos pasos, en un pedestal, otro retrato con la banda presidencial. El marco necesario para alimentar el mito: poder y religión.
Mañana viernes continuará el velorio en el Museo de la Nación hasta el sábado por la mañana en el que Fujimori será enterrado en el cementerio Campo Fe de Huachipa, a las afueras de Lima. Su hija Sachi llegó de Alemania, no así el menor de los Fujimori, Hiro, quien vive en Japón y tiene inconvenientes para despedirse de su padre. Las instituciones continuarán izando la bandera nacional a media asta, en medio de una polarización inacabable y un Gobierno precario cuya máxima ambición es sobrevivir.