Caso Marielle Franco: los cerebros que orquestaron el asesinato de la concejala de Río de Janeiro
Quiénes son los dos políticos veteranos y el policía corrupto que idearon el crimen perpetrado por dos policías militares hace seis años
Cuando la noche del 14 de marzo de 2018 una ráfaga de disparos acabó con la vida de la concejala de Río de Janeiro Marielle Franco y de su conductor, Anderson Gomes, había tres personas que no estaban en la escena del crimen pero que tenían allí su huella dactilar: dos hermanos de la vieja política carioca (João Francisco, alias Chiquinho, y Domingos Brazão) y un jefe de policía, Ricardo Barbosa. Los...
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Cuando la noche del 14 de marzo de 2018 una ráfaga de disparos acabó con la vida de la concejala de Río de Janeiro Marielle Franco y de su conductor, Anderson Gomes, había tres personas que no estaban en la escena del crimen pero que tenían allí su huella dactilar: dos hermanos de la vieja política carioca (João Francisco, alias Chiquinho, y Domingos Brazão) y un jefe de policía, Ricardo Barbosa. Los tres fueron detenidos el pasado domingo como cerebros del crimen. Se unen a quienes recibieron el encargo, los autores confesos; Ronnie Lessa y Élcio de Queiroz, arrestados justo un año después de la ejecución. De las tres preguntas que desde hace seis años resonaban en Brasil (quién mató a Marielle, quién la mandó matar y por qué) la última es la que todavía tiene una respuesta algo borrosa.
Los nombres propios del crimen sí aparecen, por fin, negro sobre blanco.
Chiquinho y Domingos Brazão, los políticos todoterreno en el feudo de la milicia
Los dos hermanos, Chiquinho, de 62 años, y Domingos, de 59, tienen trayectorias parecidas: desde hace décadas son viejos conocidos por su fuerte influencia en Jacarepaguá, el barrio de la zona oeste de Río cuna de las milicias, las mafias locales formadas básicamente por exagentes de seguridad del Estado. En Jacarepaguá (que en tupí-guaraní significa laguna de los caimanes), los Brazão nadan con la corriente a favor, son prácticamente una marca. Su apellido aparece hasta en vistosas pegatinas en los coches. Es su gran feudo electoral. Según la investigación, los hermanos encargaron matar a Franco porque era una piedra en el zapato en sus proyectos de expansión territorial. La concejala y su partido votaron en contra de un proyecto de regularización de tierras que les hubiera dado enormes beneficios.
No obstante, las personas más cercanas a Marielle siempre resaltan que ella no tuvo un especial protagonismo en esa batalla y colocan en los ingredientes de las posibles explicaciones una porción importante de simbolismo: la concejala (una mujer de izquierdas, joven, negra, bisexual, originaria de una favela y sin pelos en la lengua) encarnaba todo los que estos políticos tradicionales detestaban.
Chiquinho coincidió con Franco en los pasillos de la Cámara Municipal, lugar que él conocía muy bien: fue 12 años concejal, antes de dar el salto a Brasilia como diputado federal meses después del asesinato de Franco. Hasta febrero, era secretario de Acción Solidaria en el Ayuntamiento de Río, pero dejó el cargo con los primeros rumores de su vínculo con el caso Marielle y volvió a su trabajo más alejado de los focos en la capital. Tras la detención, su partido (União Brasil, centro-derecha), le expulsó rápidamente.
Domingos es consejero en el Tribunal de Cuentas del Estado de Río, pero labró toda su carrera como diputado en la Asamblea regional, donde se codean los peces gordos de las mafias de Río. Allí llegó a amenazar de muerte a una diputada, Cidinha Campos, presumiendo de que, de joven, ya había matado a un “vagabundo”. “A una vagabunda todavía no”, le espetó. Además de ese homicidio cuando tenía 22 años (no llegó a pisar la cárcel porque supuestamente fue en defensa propia), su currículum también está adornado con acusaciones de corrupción, fraude y compra de votos. Su nombre apareció ligado al de Marielle ya en 2019, cuando la Fiscalía le acusó de estar bloqueando las investigaciones.
Rivaldo Barbosa, el policía que fingió ser un aliado
Es la gran sorpresa del caso. La sangre fría y la bofetada en la cara de los más cercanos a las víctimas. Llegó al cargo de jefe de la Policía Civil de Río el 13 de marzo de 2018, justo un día antes del asesinato. Tras el homicidio, enseguida se reunió con los familiares y amigos de la concejala para reconfortarles y prometerles que se esforzaría en resolverlo. En realidad, él mismo lo había planeado “meticulosamente”, en palabras del juez Alexandre de Moraes, que autorizó su detención. El comisario trabajó codo con codo con los hermanos Brazão y les pidió que la ejecución no se produjera cuando Franco estuviera yendo o volviendo de la Cámara Municipal, para que no fuera tan obvio que se trataba de un crimen político. El objetivo era que el caso quedara bajo su tutela y no pasara a escala federal.
Poner obstáculos a la investigación que llevaban a cabo sus propios subordinados no fue difícil. Hasta cinco comisarios diferentes asumieron el caso. Se perdieron pruebas importantísimas (como el coche que usaron los asesinos, que acabó desmantelado en un desguace) en errores de bulto que ahora se entiende que no fueron simples negligencias.
Antes de llegar a lo alto de la Policía Civil dirigió la comisaría especializada en homicidios, donde presuntamente encubrió, sobornos mediante, no pocos crímenes cometidos por el jogo do bicho, otra mafia local. El comisario fue nombrado jefe de la policía por el general Walter Braga Netto, que después sería uno de los ministros más cercanos a Bolsonaro y ahora está enfangado en la trama golpista. Braga Netto se ha lavado las manos diciendo que él sólo firmó el nombramiento y que la propuesta fue de un subordinado.
Ronnie Lessa y Élcio de Queiroz, los sicarios profesionales
Lessa es quien efectuó los 13 disparos desde el asiento de atrás de un Fiat Cobalt que conducía Queiroz. Los dos son amigos desde adolescentes y tienen trayectorias paralelas: tras unos años sirviendo como agentes de la Policía Militar cruzaron la tenue frontera que separa la corporación del crimen organizado. A veces competían, y otras se aliaban al llamado Escritório do crime (oficina del crimen), un grupo de sicarios de excelencia con decenas de crímenes a sus espaldas. La confesión de Lessa a cambio de beneficios penales fue decisiva para atar cabos y llegar a los autores intelectuales del crimen contra Marielle.
Lessa, el asesino confeso, vivía en una mansión frente a la playa, tenía un largo historial de relaciones con milicianos y bicheiros (perdió una pierna en un atentado que fue un ajuste de cuentas) y abultados negocios en el tráfico de armas. En casa de un amigo suyo fueron confiscados por la policía 117 fusiles, el mayor alijo de armas en la historia reciente de Río. La noche del asesinato, tras ejecutar el encargo, Lessa y Queiroz se fueron juntos a ver un partido de fútbol en un bar. Ahora los dos están presos en cárceles de máxima seguridad a la espera de que se celebre el juicio.
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