El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo desata una cacería de sacerdotes en Navidad

Al menos 13 curas y dos seminaristas fueron apresados entre el 20 y el 30 de diciembre en Nicaragua, entre ellos los monseñores Carlos Avilés, Silvio Fonseca, Miguel Mántica y el padre Pablo Villafranca

Daniel Ortega y Rosario Murillo, en una imagen de archivo.JAIRO CAJINA (AFP)

La policía del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha arremetido en Navidad contra la Iglesia católica: entre el 20 y el 30 de diciembre, 13 sacerdotes y dos seminaristas fueron apresados, entre ellos curas conocidos como los monseñores Carlos Avilés, Silvio Fonseca, Miguel Mántica y el padre Pablo Villafranca. Estas detenciones se suman a la condena del obispo Rolando Álvarez y el titular de la diócesis de Siuna, Isidro Mora Ortega...

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La policía del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha arremetido en Navidad contra la Iglesia católica: entre el 20 y el 30 de diciembre, 13 sacerdotes y dos seminaristas fueron apresados, entre ellos curas conocidos como los monseñores Carlos Avilés, Silvio Fonseca, Miguel Mántica y el padre Pablo Villafranca. Estas detenciones se suman a la condena del obispo Rolando Álvarez y el titular de la diócesis de Siuna, Isidro Mora Ortega.

“La dictadura sandinista ha desatado esta semana una feroz cacería contra los sacerdotes llevando a la cárcel a varios de ellos, que vienen a añadirse a dos obispos que ya estaban presos”, denunció el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, exiliado en Estados Unidos. “¡Ruego a los obispos y a las conferencias episcopales del mundo que no nos abandonen en este momento, que oren por la Iglesia de Nicaragua y se solidaricen y alcen su voz denunciando esta persecución de la dictadura contra nuestra Iglesia!”.

La madrugada de este 30 de diciembre fueron detenidos religiosos pertenecientes a la Arquidiócesis de Managua, como monseñor Mántica, el sacerdote Gerardo Rodriguez, Jader Hernández y Raúl Zamora, este último párroco de la Iglesia Divina Misericordia, la iglesia que fue rafagueada por paramilitares sandinistas el 13 de julio de 2018. Fue un ataque brutal que duró horas en el marco de la llamada Operación Limpieza, cuando el Gobierno ordenó desarticular las barricadas de los manifestantes. Esa noche de fuego abierto murieron dos universitarios, Geral Vásquez y Francisco Flores. Algunos de los sacerdotes ahora perseguidos y apresados participaron entonces como mediadores en el fallido proceso de diálogo nacional entre el Gobierno sandinista y la oposición.

Monseñor Silvio Fonseca, vicario de Familia, Vida e Infancia de la Arquidiócesis de Managua, fue otro de los secuestrados la noche del viernes 29 de diciembre por unos policías. Silvio Fonseca es un abierto crítico de la pareja presidencial y los ha acusado de “promover un odio nunca visto” contra la Iglesia católica, y de “privar al pueblo católico a formarse en su fe”.

Los otros religiosos detenidos en diciembre son Monseñor Marcos Diaz (León), Fernando Calero (Matagalpa), Héctor Treminio Vega Managua), Mykel Monterrey (Managua). Gerardo Rodríguez (Managua). También figuran otros seminaristas no identificados por el Monitoreo Azul y Blanco que documenta la represión orteguista.

“Las detenciones de los sacerdotes obstaculizan el ejercicio de la fe de manera libre y sin temor en Nicaragua. La libertad de culto y pensamiento son pilares fundamentales en una sociedad plural y democrática. Su protección es esencial para fomentar sociedades inclusivas y respetuosas. La detención de estos 14 religiosos se suma a la condena política contra el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, y de monseñor Isidoro Mora, titular de la diócesis de Siuna”, criticó la Unidad de Defensa Jurídica (UDJ) que defiende a los presos políticos.

Desde el año 2018 hasta el 2023 la Iglesia católica ha soportado 740 ataques en su contra, de acuerdo con la investigadora y abogada Martha Patricia Molina, autora del estudio Nicaragua, una Iglesia perseguida. “Solamente en el año 2023 se realizaron 275 agresiones. Podemos calificar este año último cómo el de más ataques en contra de la Iglesia católica, en el quinquenio reciente. Además, 176 religiosos y religiosas no están ejerciendo su ministerio en Nicaragua debido a que fueron expulsados, se les prohibió el ingreso o fueron enviados al destierro”, afirma la jurista exiliada.

El destierro más reciente de sacerdotes ocurrió en octubre pasado, cuando el régimen del país centroamericano sacó de sus prisiones a una docena de curas que mantenía como presos políticos y los envió en un avión a Roma. Sin embargo, la expulsión de religiosos comienza 2018, cuando los Ortega-Murillo forzaron el exilio del obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, una de las voces pastorales más críticas contra la deriva autoritaria y las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua. También se exilió el padre Edwin Román, un párroco que fue clave protegiendo a los ciudadanos de la represión en la ciudad de Masaya durante las protestas de 2018.

“Condenamos enérgicamente estos actos represivos y hacemos un llamado a la solidaridad internacional. Exigimos la liberación inmediata de los sacerdotes, los seminaristas y los obispos, así como el cese de cualquier forma de persecución contra la Iglesia. Instamos a los líderes globales a unirse en la denuncia de estos crímenes y a ejercer presión diplomática para poner fin a esta escalada de violencia. La comunidad internacional debe dirigir su atención con urgencia hacia la creciente amenaza a la libertad religiosa en Nicaragua”, expresaron el grupo de opositores aglutinados en el proceso de Concertación de Monteverde.

En una línea de tiempo realizada por EL PAÍS sobre la persecución contra el catolicismo, se encuentran agresiones contra sacerdotes y obispos, profanaciones de iglesias, cierres de medios de comunicación y ONG administradas por las diócesis, congelamiento de cuentas bancarias y una narrativa sostenida contra el catolicismo y sus jerarcas. Por ejemplo, el 24 de enero de 2022, la “copresidenta” Rosario Murillo arremetió contra los sacerdotes llamándolos “retrasados y atrasados” que se “disfrazan con máscaras y con vestuarios pretendidamente elegantes”.

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