La oposición también gira al extremo como consecuencia de la radicalización del Gobierno de Petro
Los extremos de la política colombiana están felices, mientras crecen en aceptación miradas que hasta hace poco eran entendidas como inaceptables
En varias de las reuniones más recientes con su equipo de trabajo, el presidente Gustavo Petro ha sido claro en una premisa: él y sus funcionarios deben subirle al tono en la recta final de su periodo de mandato constitucional. ...
En varias de las reuniones más recientes con su equipo de trabajo, el presidente Gustavo Petro ha sido claro en una premisa: él y sus funcionarios deben subirle al tono en la recta final de su periodo de mandato constitucional. Lejos de observar acciones que desde el poder promuevan la reconciliación nacional, Colombia ha sido testigo de la creciente radicalización del discurso de un gobierno que llegó al poder con la promesa de construir puentes.
Lo que el presidente no ha entendido con su poco responsable decisión de llamar “nazis” a todos sus contradictores, reivindicar la “guerra a muerte” de Bolívar y llamar a “desenvainar espadas” contra sus opositores, son las consecuencias inmediatas de sus acciones. Es imposible imaginar que mientras el Gobierno protagoniza un rumbo cada vez más divisivo, su oposición permanezca estupefacta y observe sin reaccionar. Sobre todo cuando se trata de una oposición que incluye a una derecha como la colombiana, con alas que reivindican pasados a los que el país no debería regresar jamás.
Lo cierto es que los dos extremos de la política colombiana están felices en medio de la actual coyuntura, mientras miradas que hasta hace poco eran entendidas como disparatadas e inaceptables crecen cada vez más en su aceptación. El discurso de Petro ha llevado a sectores de la derecha más radical colombiana a encontrar una justificación para sacar a flote sus posturas más controvertidas, algo que desde hace muchos años deseaban hacer. Para la vertiente más de derecha de la oposición, que ha empezado a tomar un preocupante vuelo en el país, ver al presidente adoptar una retórica cada vez más provocadora y extremista es la excusa perfecta para legitimar su propia radicalización ante el ojo del público nacional.
El caso de países como Estados Unidos y Argentina parece replicarse en Colombia. Es la historia de voces que antes eran escuchadas sin ser tomadas en serio y que repetían eslóganes de vulgar radicalismo, y que hoy consiguen cada vez más fuerza entre el electorado que elegirá presidente en 2026. Mientras tanto, las opciones moderadas y las propuestas de construir un centro sólido y conciliador caen en la más preocupante irrelevancia. Uno de los primeros síntomas de la radicalización de una sociedad es la poca atención que reciben los líderes más decentes, que insisten en buscar puntos sólidos de encuentro y reconciliar a una nación en vez de hacer más profundas sus heridas.
Son tan extremas las miradas de algunos sectores que más se fortalecen en Colombia que otros liderazgos de la derecha que antes creíamos radicales ahora se convierten en el ala más moderada de sus partidos, mientras desde los nuevos líderes surgen premisas que, a modo de pesadilla, proponen públicamente guiños al paramilitarismo, la pérdida de algunos derechos y ponen en duda valores esenciales de la democracia como la libertad de prensa. Lo cierto es que hasta hace poco, la política de nuestro país –aún con todos sus grandes defectos– no había caído de una forma tan preocupante en el extremismo que hoy parece volverse una moda y frente al cual necesitamos una urgente solución. Con casi un año de campaña por delante, los niveles de división vistos durante el plebiscito de 2016 –que marcaron por años el espíritu de nuestra nación– serán poca cosa al lado de lo que podría venir por este nuevo rumbo labrado por la falta de responsabilidad.
El camino de la radicalización de la oposición del que somos testigos es, en gran parte, consecuencia del tono cada vez más irresponsable y radical adoptado por un gobierno que en ningún momento se propuso alcanzar puntos de encuentro para toda la ciudadanía en una hora crítica, sino liderar desde las palabras provocadoras e incendiarias. Pedir a estas alturas una dosis de moderación de parte del gobierno y de sus nuevos y fortalecidos contradictores sería un acto de absurda ingenuidad.