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Escenas de un país turbulento

El atentado a otro político, esta vez en Antioquia, un paro armado y un estado de crispación, marcan los últimos días en Colombia

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La periodista y ex comisionada de la Verdad, Marta Ruiz, dijo en los últimos días que en Colombia “nos acostumbramos a vivir en modo guerra”, que una de las conclusiones del informe final que se preguntaba por qué se repite y reedita la violencia es que la profundidad de la herida que llevamos es brutal. Esta semana, varios hechos, como escenas de una película cansina, han mostrado las distintas dimensiones de esa herida que se abre y ahonda, de la magnitud del trauma cultural:

‌Escena 1

‌La violencia política que nunca se fue. Mientras el país aún procesa el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay y este da duras batallas para mantenerse con vida, en un pueblo del norte de Antioquia llamado San Andrés de Cuerquia otro menor de edad- similar al chico de 14 años que disparó contra Uribe Turbay- asesinó al concejal Juan Camilo Espinoza. El líder político de este municipio tenía una discapacidad y se desplazaba en su silla de ruedas cuando el menor de edad le disparó a quemarropa. El muchacho también fue capturado en el acto y su cómplice escapó en una motocicleta. “Los asesinos quieren que nos matemos entre nosotros”, comentó como narrador omnisciente el presidente Petro. Escenas así se han repetido en distintos territorios del país al menos 34 veces solo en los primeros cuatro meses de 2025.

Escena 2

‌Grupos de disidentes de las FARC ordenan un paro armado en Guaviare. Al menos 30.000 personas están confinadas por temor a las represalias de los hombres que lidera alias Iván Mordisco. La información la dio el gobernador del departamento, Yeison Rojas, quien pidió ayuda del Ejército. El domingo, cuando la prensa dio la noticia, Petro negó el paro. “Yo estuve personalmente en San José de Guaviare hasta la Lindosa, ayer (sábado)… No esta confinada”, dijo. Sin embargo, apenas una hora después, lo admitió. “Orden terminante al ejército. No se permite paros armados en la cuna de la civilización de la humanidad”, escribió en redes el presidente.

Escena 3

‌Ni silencio, ni unión. Esta semana, la marcha planeada para acompañar el deseo nacional por la recuperación del senador Miguel Uribe, un encuentro que se proponía en silencio, terminó convertida en un sonoro y multitudinario reclamo al gobierno de Gustavo Petro por parte de la oposición. Aunque transcurrió sin incidentes de orden público y los manifestantes pudieron ejercer su derecho a la protesta con seguridad, hubo gritos e insultos al Gobierno y acusaciones sin pruebas contra el presidente por el atentado. Fue también una oportunidad para medir cómo algunos precandidatos presidenciales están utilizando el tsunami de emociones y crispación actual.

Escena 4

El encuentro para desarmar la palabra. La última escena rompe con las anteriores, aunque está conectada. En medio del clima de incertidumbre,la Iglesia convocó y reunió a 15 personalidades del país y logró sentar en la misma mesa a Petro y el presidente del Senado, Efraín Cepeda, cuya confrontación ha escalado en los últimos meses por la reforma laboral y la consulta popular que el mandatario busca hacer por decreto. Desde distintos sectores políticos le critican al presidente que su lenguaje y su uso de adjetivos como “nazis”, “ratas”, “hp” o “neoesclavistas” a sus contradictores políticos, genera polarización. Tras la reunión él reconoció que firmó un acuerdo “que versa sobre las formas, buscando reducir la violencia verbal”, pero aclaró que esto no implica “apagar los argumentos” y anunció que los seguirá expresando “con máxima decencia”. La decisión del registrador Hernán Penagos de poner en pausa la consulta popular convocada por Petro hasta tener la última palabra de las altas cortes, pondrá a prueba ese acuerdo para evitar la violencia verbal. Ayer, el mandatario criticó la decisión del funcionario como “sedición” y “golpe institucional”.

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