El presidente contra su Gobierno

El espectáculo del Consejo de Ministros mostró la pesadez que se vive dentro del gabinete y la poca eficiencia de un Gobierno que el presidente criticaba sin darse cuenta de que los improperios le caían a él

Gustavo Petro y los ministros de Gobierno, en el Palacio de Nariño, en Bogotá, el 4 de febrero.Ovidio Gonzalez S (Presidencia de Colombia)

El espectáculo del Consejo de Ministros del martes pasado rompió los récords de sintonía en las cadenas nacionales de televisión y en las redes sociales. El jefe de Estado hizo un balance en el que el Gobierno no ha cumplido sus compromisos con el pueblo, según una medición en la que quedaron debiendo 146 promesas, calificadas de fracaso, y habló de agendas paralelas y de funcionarios que no le obedecen. Es la prime...

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El espectáculo del Consejo de Ministros del martes pasado rompió los récords de sintonía en las cadenas nacionales de televisión y en las redes sociales. El jefe de Estado hizo un balance en el que el Gobierno no ha cumplido sus compromisos con el pueblo, según una medición en la que quedaron debiendo 146 promesas, calificadas de fracaso, y habló de agendas paralelas y de funcionarios que no le obedecen. Es la primera vez en la historia que se transmiten por televisión las deliberaciones del Consejo de Ministros, lo cual está prohibido por la ley, que les da el carácter de reservadas. En pocas palabras, se trató de una intervención en la que se despachó contra el Gobierno desconociendo que el baldado de improperios le caían a él como un bumerán. Ministros designados por él para ejecutar los planes y programas diseñados por él. Es su gobierno que no ejecuta porque el director de la orquesta está desafinado. Todos los músicos dependen de él.

La reacción no se hizo esperar. Saltó lo que sabemos a la superficie. El mal ambiente al interior del gobierno de dos personajes que desde los inicios de la administración Petro han sido protagonistas del despelote.

Los nombramientos más sorprendentes y controvertibles de la administración Petro han sido las designaciones de Laura Sarabia como ministra de Relaciones Exteriores y de Armando Benedetti como jefe del Despacho. Con solo 30 años entre el bolsillo, la politóloga y asesora política Laura Camila Sarabia Torres, con su apariencia de universitaria desparpajada, asumió responsabilidades notorias como jefe del Despacho Presidencial y directora general de Prosperidad Social, cargos en los que mostró habilidades y capacidad para convertirse en la funcionaria de mayor influencia en el Gobierno del presidente Gustavo Petro. Vale decir que logró una interlocución con el sector privado aceptable si se tiene en cuenta la inquina del gobierno hacia esta parte de la arquitectura social del país.

Armando Benedetti, nuevo jefe del Despacho Presidencial, protagonista de varios escándalos, cae como una patada en los compañeros de la Colombia Humana, la vieja guardia del presidente.

Naturalmente, ese poder levantó una reacción inmediata y se convirtió en el plato principal de la larga jornada de seis horas. Se robaron el show. Sarabia en el cargo más alto ministerial y Benedetti en la puerta de la entrada al despacho presidencial y sentado a la izquierda del todopoderoso en la mesa muy larga del Consejo de Ministros. La característica que mereció mayor descalificación fue la manera con la cual se ganaron la confianza de su jefe, el presidente de la República, quien siempre los ha tenido a su lado, aunque la relación entre ellos (Sarabia y Benedetti) no sea buena.

Son lo que en las Cortes se llamaban los favoritos. Su designación, la de Laura en la Cancillería, tiene dividido al Gobierno; la vicepresidenta abrió el boquete de las disputas internas para señalar que la ministra de Relaciones Exteriores y el jefe de Gabinete no representaban los fundamentos de la política de cambio que había prometido el presidente Petro; su planteamiento fue secundado por la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible Susana Muhamad, por el jefe de Planeación Alexander López y por el director general de Prosperidad Social, Gustavo Bolívar. La respuesta del presidente a los acusadores fue la defensa de los inculpados. Si nos dedicamos a juzgar a la gente terminamos fusilando a los compañeros; no quiero ser el Robespierrre de la revolución.

Los otros aspectos muy importantes de la jornada fueron los calificativos que le espetaron a las relaciones con los Estados Unidos. Preocupa que ese sea el libreto del próximo capítulo. El ambiente está pesado. Quedó la sensación de que hubo un golpe de Estado.


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