Abrir el telón para incomodarnos por el cambio que buscamos las mujeres

El mundo de las artes no es ajeno a la violencia de género. En un sondeo, el 37% de las encuestadas se identificaron como víctimas de violencia sexual, y el 42% declaró haber rechazado o denunciado algún caso de acoso laboral o sexual

Víctimas de violencia de género en una comisaría de familia, en Bogotá, Colombia, en junio de 2024.ANDRÉS GALEANO

Marcela estaba en el camerino antes de la función, cuando Juan entró e intentó tocarla sin su consentimiento. En cada ensayo, delante de sus compañeros, Laura recibía comentarios humillantes por parte del director artístico. A ellos no les hacía ni les decía lo mismo. Ana soñaba con tener el papel protagónico. Carlos le dijo que lo obtendría si accedía a tener relaciones sexuales con él. El director de la obra pidió que ...

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Marcela estaba en el camerino antes de la función, cuando Juan entró e intentó tocarla sin su consentimiento. En cada ensayo, delante de sus compañeros, Laura recibía comentarios humillantes por parte del director artístico. A ellos no les hacía ni les decía lo mismo. Ana soñaba con tener el papel protagónico. Carlos le dijo que lo obtendría si accedía a tener relaciones sexuales con él. El director de la obra pidió que cambiaran a Camila, la ingeniera de sonido, por un ingeniero. Su trabajo para él no era confiable. Todos le preguntaban a Ximena si era la novia del vocalista. Era la mánager de la banda. Carla le escribía en las publicaciones, escuchaba todas sus canciones, iba a todos sus conciertos. Él le empezó a pedir fotos de ella desnuda a través de redes sociales y a enviarle videos masturbándose.

Cielo buscó a un director de teatro reconocido para presentar una danza y ceremonia tradicional de su pueblo. Él sólo respondió cuando Cielo tocó las puertas de nuevo en nombre de un compañero de su cabildo.

No se trata de casos aislados. Según la Encuesta regional sobre violencia y acoso en los espacios de trabajo en la industria audiovisual y de las artes escénicas en Latinoamérica (2021), solo un 10,6% de las personas encuestadas afirmaron no haber vivido ninguna situación de violencia o acoso laboral, mientras que el 69% percibieron conductas asociadas a los micromachismos. Además, el 37% de las encuestadas se identificaron como víctimas de violencia sexual, y el 42% declaró haber rechazado o denunciado algún caso de acoso laboral, sexual o violencia de género.

El panorama es aterrador. En la práctica cotidiana, las cifras aumentan, el problema persiste y muchas de las situaciones relacionadas con estas violencias siguen quedando atrapadas en la confusión, el silencio, la vergüenza, el miedo, la impotencia, la rabia y, a veces, la soledad.

El mundo de las artes no es ajeno a lo que sucede en la sociedad frente a las violencias de género. En el sector de las artes escénicas y las artes vivas ocurren las mismas violencias: físicas, psicológicas, económicas, simbólicas y digitales. Además, a esto se suman las particularidades del ámbito laboral, donde, en un contexto de empleos temporales, alta informalidad y precarización, las desigualdades de las mujeres se profundizan. Solemos estar asociadas a ciertos roles y quedamos excluidas de puestos de dirección, que gozan de mayor prestigio y valoración social. Vivimos asimetrías en los ingresos y, en muchas ocasiones, además, asumimos una mayor carga de labores de cuidado. Y si añadimos un enfoque interseccional que considere variables como clase y raza, la vulnerabilidad aumenta aún más.

Por supuesto, las cosas están cambiando, pero este cambio es lento y no lineal. A menudo hay retrocesos, fragilidad en los avances y una constante necesidad de seguir poniendo el tema en el centro de la agenda pública. Esto nos lleva a un llamado a incomodarnos y a retarnos como sociedad, con el fin de crear cambios plausibles y duraderos.

La eliminación de las violencias que se viven en las artes requiere un cambio cultural profundo. Un cambio en el que lo simbólico juega un papel importante, permitiéndonos brindar ese enorme potencial para sembrar y contribuir a la transformación social a través de un sector donde lo sensible, las emociones, el cuerpo y la representación son protagonistas.

Es crucial destacar los variados esfuerzos de mujeres y organizaciones de personas con orientaciones sexuales e identidades diversas, quienes durante años se han atrevido a denunciar, visibilizar y trabajar en la creación de rutas y protocolos frente a las violencias y desigualdades de género. Este esfuerzo se ha concretado en cartillas, guías y herramientas adaptadas a la realidad del sector cultural y artístico, especialmente en las artes escénicas, la música y el sector audiovisual, con el objetivo de lograr la prevención y visibilización de las rutas de atención ante diversas violencias.

Contar con este tipo de herramientas puede ser clave para desafiar nuestras prácticas patriarcales cotidianas. Así es como podemos seguir abriendo el telón para nombrar las cosas como son, saliendo de la abstracción. Es aquí cuando nos acercamos a encontrar medidas de prevención, atención y reparación que realmente puedan aportar soluciones claras. Esto nos permitirá proponer nuevas formas, nuevas palabras, nuevos gestos, nuevos caminos para relacionarnos en entornos más seguros, respetuosos y dignos.

En países como Perú, Chile y Argentina se han publicado guías para la prevención de violencias de género en el sector cultural y escénico en 2019, 2021 y 2023, respectivamente. En Colombia, desde 2022 se cuenta con la guía para prevenir violencias de género en el sector audiovisual (Comisión Fílmica de Bogotá) y con el manual de Rec Sisters para prevenir el acoso y la discriminación en ese mismo sector. Las publicaciones más recientes en este ámbito incluyen la cartilla sobre violencias basadas en género en la música, Músicas Libres, de la colectiva de mujeres Resonantes, y la Guía para la prevención, atención y reparación de violencias de género en el sector de las artes escénicas y artes vivas del Centro Nacional de las Artes del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia, ambas publicadas en 2024.

Abrir el telón para hablar de violencias de género sigue siendo importante, pero pensar cómo comprometernos a hacerlo de manera distinta es vital. Contar con herramientas útiles es necesario. Incomodarnos es inevitable. Contradecirnos será parte del proceso. Pero necesitamos actuar con mayor determinación y eso requiere valor: valor para mirarnos de frente, para asumir que, en la vida cotidiana, tanto en lo privado como en lo social y laboral, podemos hacer las cosas de manera diferente. Podemos identificar las distintas violencias, ver cómo operan en cada momento y encontrar formas de prevenirlas y abordarlas. Buscamos un mundo más amable y justo, pues un mundo libre de violencias no solo es posible, sino necesario.


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