César Caballero, encuestador: “Los colombianos están buscando una mezcla entre Petro y Uribe”

El gerente de la firma Cifras y Conceptos explica en su libro ‘El poder de las encuestas’ la influencia de los datos en las elecciones

Cesar Caballero, en Bogotá, en 2024.NATHALIA ANGARITA

César Caballero (Bogotá, 55 años) –politólogo de la Universidad de los Andes, magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Oxford y doctor en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Javeriana– conoce bien el mundo de la política. Por más de 35 años se ha sumergido en el análisis de encuestas, muchas de ellas para medir la intención de voto de los colombianos. En el año 2004 renunció a la dirección del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), después de dos años en el cargo. Denunció que había recibido la orden de ocultar datos sobre la seguridad en algunas ciudades que no le favorecían al Gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, quien buscaba reformar la Constitución para darle vía libre a su reelección.

Caballero atiende a EL PAÍS dos horas antes del lanzamiento de su libro El poder de las encuestas, un recorrido por 40 años de historia de las encuestas electorales a nivel nacional, desde sus orígenes en 1982. En estas cuatro décadas, Colombia ha pasado de tener 3 a más de 100 firmas encuestadoras, y ha tenido 41 elecciones populares, incluidas 11 presidenciales y una Asamblea Nacional Constituyente. La conversación transcurre en su oficina en una casa del nororiente de Bogotá, donde –cuenta– más de un candidato se ha ofrecido a pagarle más para aparecer como ganador. “Ya casi no me pasa, porque el mico sabe en qué palo trepa”, enfatiza Caballero, fundador y gerente de la encuestadora Cifras y Conceptos.

Pregunta. ¿Qué le dicen las cifras de las encuestas sobre la gestión del presidente Gustavo Petro?

Respuesta. Le está yendo muy bien. Acabo de ver uno de los ejercicios que muestra el agregado de varias encuestas y cerca del 40% de la gente tiene una imagen favorable del presidente Petro. El expresidente Iván Duque en algún momento llegó al 19% y Juan Manuel Santos estuvo en 26%. Petro ha perdido favorabilidad, en nuestra encuesta arrancó con 62% y hoy está en 38%. Podría estar mejor, pero tiene margen de maniobra frente a la opinión pública.

P. Pero hay un campanazo frente a la popularidad entre los jóvenes…

R. Ha perdido y está creciendo la juventud de derecha, pero la favorabilidad está por encima del 40%. Antes estaba en el 61%. Es un efecto también, creo yo, porque los jóvenes son contestatarios. A quien ejerce el poder, le contestan.

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P. Electoralmente, ¿qué están buscando hoy los colombianos?

R. Lo mejor de lo que hemos tenido, sin los problemas de lo que hemos tenido. Están buscando alguien que mantenga el discurso y las acciones que perciben sobre inclusión, lucha contra la pobreza y expansión de los derechos. Y seguridad. Es como una mezcla entre Petro y Uribe. En ese orden. No seguridad y lo otro, sino esto y la seguridad que antes estaba. Creo que nos estamos moviendo hacia una etapa donde probablemente los candidatos más radicales no van a lograr eso.

P. ¿Y qué papel juega el centro?

R. El centro creció y es importante, pero hay que tener un centro que emocione, no un centro de descarte, sino que proponga y que marque un norte.

P. Faltan casi dos años para las próximas elecciones presidenciales. ¿Cree que ya hay figuras claras para el 2026?

R. Hoy no existe un corredor principal, un candidato a derrotar, como ocurría en 2014 con Juan Manuel Santos o en 2018 con Germán Vargas Lleras. Las tres personas que lograron las mayores votaciones en 2024 no podrán ser candidatos: uno es presidente, otro está condenado y el tercero es alcalde de Medellín. Hay más de 50 personas que suenan como aspirantes, con grandes diferencias en términos de viabilidad política, sin uno que pueda declarase con mayor favoritismo.

P. Hablemos de su libro El poder de las encuestas. ¿Las encuestas para qué?

R. Me gusta la manera como el encuestador mexicano Roy Campos las define: son la voz del ciudadano común que llega al oído de los poderosos. Desde John F. Kennedy, las encuestas empezaron a ser un mecanismo de evaluación de los Gobiernos, de expresión de necesidades, anhelos y frustraciones. Lo más importante que muestran no es por quién va a votar la gente, sino cuál es el estado de ánimo de la sociedad.

P. ¿Cuál es el poder de las encuestas, particularmente en unas elecciones?

R. La plata, los medios y los operadores políticos siguen a las encuestas. Para un candidato al que le va muy bien en ellas a un año de las elecciones, le es más fácil conseguir recursos, cubrimiento mediático y aliados políticos; eso genera un círculo virtuoso. Tienen otro tipo de poder sobre los votantes indecisos de última hora y sobre los operadores políticos, que no quieren perder. Por más que hayan acompañado por mucho tiempo a un candidato, si se dan cuenta que no tiene opciones, terminan alineándose con otros. El poder de las encuestas es enorme.

P. Con ese grado de influencia, ¿existe manipulación de los datos?

R. Como dispositivos de poder – y esto lo tomo de Michel Foucault, el filósofo francés – las encuestas tienen dos caras, como en la Guerra de las Galaxias: el lado oscuro de la fuerza y el lado claro. Sirven para mejorar el bienestar de la gente, pero también para oprimir, mentir, o contraer derechos. Como un martillo, que sirve para reparar un objeto o para agredir a alguien. Las encuestas pueden ser buenas si se utilizan bien, o malas si se utilizan mal. En Colombia hay más de 100 firmas autorizadas para presentar encuestas y, como en toda industria, hay empresas buenas, regulares y malas.

P. Y desde ese lado oscuro que señala, ¿una encuesta puede favorecer a un candidato?

R. Si hoy se hiciera una encuesta preguntando por quién quiere votar la gente [en 2026], más del 60% va a decir que no sabe. Queda una muestra del 40%. Normalmente si se presenta una lista de candidatos, ninguno tiene más del 5%. Algunos encuestadores excluyen el “no sabe o no responde”. En ese caso, el candidato que sacó 5% tendría el 12% o 14% y el que sacó 4% tendrá 8%. La distancia se amplía y pareciera que el primero va más adelante, cuando no es así. Ese es un mal uso de una encuesta. Hoy no haría una encuesta de intención de voto porque el grueso del país no está pensando en eso. Empezaría faltando un año o 14 meses.

P. En su libro explica que en Colombia hay varios tipos de votantes. ¿Cómo influyen las encuestas según esos perfiles?

R. Para el votante que no le gusta elegir, que se levanta el domingo, va y daña su voto, no lo marca o vota en blanco, no influyen. Para el que está ideologizado y hace parte de una estructura política, tampoco. Entre los votantes volátiles, los que a veces salen a votar y a veces no, las encuestas pueden ayudar a llevarlos a las urnas: si va a ganar un candidato que no les gusta, prefieren ir a votar. Para los entre 10 y 12 millones que son de pura opinión –en presidenciales, por ejemplo, hay gente que ha votado por Uribe, por Santos, por Duque y por Petro–, el efecto cambia dependiendo del tipo de votante y del momento.

P. Algunos políticos dicen que no les prestan atención a las encuestas. ¿Usted les cree?

R. Falta tiempo para las próximas elecciones y aquí los veo todos los días [risas]... Les encanta, no se resisten a una encuesta. Los políticos serios no pelean con ellas, notan que están débiles en unas cosas y tratan de cambiarlas. Entienden que son un termómetro y hacen una campaña para cambiar sus resultados.

P. ¿Las encuestas pueden determinar el resultado de unas elecciones?

R. No creo que una encuesta por sí sola defina una elección. Son un instrumento más para la decisión colectiva de quién va a ser el próximo gobernante, como los debates. Hay una incidencia más fuerte según el contexto. Si hay una competencia muy cerrada –consideremos que entre el 12% y el 20% de los electores en Colombia deciden por quién votar en la última semana – una encuesta puede ser definitiva.

P. En el libro plantea que, desde el plebiscito por la paz en 2016, las encuestas están “bajo sospecha” por no acertar en los resultados. ¿Siguen siendo confiables las encuestas?

R. Las personas y algunos medios tratan de juzgar una buena encuesta si se acerca a un resultado. Un Ferrari es un buen carro, pero no vuela. Una encuesta está hecha para mirar lo que piensa la sociedad hoy, pero no para predecir el futuro. Sería como pedirle a un Ferrari que vuele.

P. ¿Qué se puede esperar de una encuesta bien hecha?

R. Primero, que sea transparente y rigurosa. Segundo, que refleje de la mejor manera lo que está pensando la sociedad. Le pongo un ejemplo. Después del estallido social, todo el mundo piensa que los jóvenes son de izquierda, pero tras dos años de Gobierno de Gustavo Petro, estamos viendo que hay una nueva juventud de derecha, diferente a la que eligió a Álvaro Uribe en 2002. El papel de las encuestas es mostrar ese hecho sorprendente.

P. Lejos de la política, ¿qué preferencias tienen los colombianos?

R. Los colombianos cada día están más acompañados de mascotas –antes era el 32%, hoy estamos hablando del 57%– dejaron de tener carros y tienen más motos o bicicletas, y están superconectados en redes. Esas tres cosas están hablando de la soledad de los colombianos, de personas que viven en espacios cada vez más pequeños. Es una sociedad que ha cambiado.

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