Colombia se mira en el espejo de Brasil para renovar su fuerza aérea
Brasilia acabó por escoger el Gripen sueco tras 18 años de pugnas diplomáticas, mientras Bogotá se inclina por el Rafale francés en un proceso congelado desde hace un año
“Todavía no podemos decir que construimos un avioncito”, se lamentó esta semana el presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante la ceremonia por los 104 años de la Fuerza Aeroespacial Colombiana, en el museo aeroespacial en Tocancipá. “Importamos demasiado estos tipos de aparatos porque no se desarrolló la industria aeronáutica en Colombia”, dijo en su discurso. Sus palabras eran seguidas con ...
“Todavía no podemos decir que construimos un avioncito”, se lamentó esta semana el presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante la ceremonia por los 104 años de la Fuerza Aeroespacial Colombiana, en el museo aeroespacial en Tocancipá. “Importamos demasiado estos tipos de aparatos porque no se desarrolló la industria aeronáutica en Colombia”, dijo en su discurso. Sus palabras eran seguidas con expectativa, en caso de que diera pistas sobre el postergado proceso para sustituir a los antiguos aviones israelíes Kfir, a punto de cumplir su vida útil y repontenciados a más no poder.
El mandatario no se refirió directamente a la modernización de la flota aérea. En cambio, hizo una disquisición sobre el papel de la fuerza pública en la industrialización del país, una de sus ideas recurrentes. “El desarrollo de la industria aeronáutica es fundamental”, apuntó el primer presidente de izquierdas en la Colombia contemporánea. “No sé por qué la paralizaron. Nació igual que Brasil, en asocio con la industria aeronáutica; la del Brasil ya exporta aviones, la de Colombia se paralizó”, prosiguió Petro. “No es que los brasileros sean más inteligentes que nosotros, pero aquí ha faltado audacia”, concluyó.
El gigante sudamericano es, justamente, un espejo en el que Colombia se puede ver en el dilatado proceso para reemplazar a los Kfir, que el país discute desde hace 15 años bajo distintas administraciones y ahora mismo parece estancado. Aunque la decisión final se ha postergado, el Gobierno evalúa las tres ofertas más opcionadas sobre la mesa: los F-16 de Estados Unidos, los Rafale de Francia y los Gripen de Suecia –que fueron los escogidos por Brasil–.
Es la mayor adquisición de equipo militar en décadas, y no ha estado exenta de polémica. En el pasado, tanto la izquierda como el propio Petro criticaron el enorme gasto que representa, pero la renovación de los Kfir no da espera –una urgencia enrarecida aún más por la tensión diplomática entre Colombia e Israel–. El propio mandatario dijo hace un año, en una ceremonia de ascensos, que las esposas de los pilotos se lo iban a agradecer dado que “ya era un peligro subir sobre esos aparatos”.
Fue por esos días cuando el Gobierno anunció que había preseleccionado la propuesta de Francia para adquirir los aviones Rafale. “Es la mejor opción para el país en relación precio, eficiencia y operatividad”, afirmó el Ejecutivo en un comunicado. La inversión rondaría los 15 billones de pesos (en torno a 3.674 millones de dólares al cambio actual) y comenzaría a pagarse dentro de cinco años, detallaba. Pero desde entonces el ministro de Defensa, Iván Velásquez, ha declarado que “no hay una definición expresa del Gobierno sobre la adquisición de los aviones de superioridad aérea”. El debate se ha congelado.
Los grandes procesos de compras de sistemas de armas siempre son complejos, y suelen sufrir el síndrome de dar dos pasos adelante y uno atrás, apunta Nicolás Urrutia, director de Control Risks y experto en Defensa. Aunque eso es propio de las negociaciones de este tipo, explica, el Gobierno de Colombia no ha tenido unas metas ni unos horizontes claros en el proceso de la renovación de los Kafir.
Ante la ausencia de conflictos y confrontaciones en América Latina, varios países de la región, sin proponérselo explícitamente, han dejado deteriorar gradualmente sus capacidades de combate aéreo hasta que se vuelven casi simbólicas, añade sobre una tendencia regional. En el caso colombiano, plantea, la falta de una decisión aumenta el riesgo de perder esa capacidad.
“El ejemplo de Brasil ha tenido una influencia relevante en el caso colombiano. Entre otras cosas, porque si Brasil no hubiera tomado la decisión que tomó, sería aún menos probable que Colombia estuviera dispuesta a considerar a los aviones suecos como una opción realista”, apunta Urrutia. “Evidentemente, el alcance y el tamaño de los contratos de defensa en Brasil es de otra liga, tiene una base industrial de defensa mucho más robusta que la colombiana, con mucha mayor capacidad de recibir transferencia tecnológica a gran escala, aprovecharla e incluso comercializarla”, matiza.
Mientras Brasil ambiciona desde hace décadas ser más que un poder regional y tener peso en el escenario internacional, Colombia ha mirado hacia adentro. “La inversión en sistemas de armamento sofisticados ha sido episódica, no ha sido la regla”, apunta Urrutia.
En el gigante sudamericano, los larguísimos años de pugnas diplomáticas acabaron cuando el Gobierno de Dilma Rousseff se decidió, a finales de 2013, por la oferta del Gripen “con amplia transferencia de tecnología” para modernizar su aviación militar. A semejanza de Colombia, los otros candidatos eran el Dassault Rafale francés y el Boeing F-18 estadounidense.
Los dos procesos, aunque disimiles, guardan varias semejanzas. Brasil buscaba desde 1995 un sustituto para sus aviones de caza Northrop F-5 y Dassault Mirage, que entraron en servicio durante los años 70, y la escogencia atravesó varios gobiernos. Luiz Inácio Lula da Silva incluso llegó a anunciar en 2009 que el Rafale sería el elegido, después de una breve visita del francés Nicolás Sarkozy, pero la propia Fuerza Aérea Brasileña (FAB) exigió ser consultada. El anuncio también sorprendió a los otros finalistas, y al final se echó para atrás.
En su día, el ministro de Defensa, Celso Amorim, explicó los tres criterios que inclinaron la balanza: el rendimiento de los aparatos; el coste, tanto de la compra como del mantenimiento; y, en especial, la transferencia de tecnología necesaria para que Brasil pudiera construir los aviones en su territorio. En octubre de 2020, el nuevo caza de la FAB hizo su vuelo de estreno sobre Brasilia. El pasado mayo, el propio Lula, de vuelta en el poder, inauguró la línea de producción del Gripen en Brasil, en el interior del estado de Sao Paulo, en la que se ensamblarán 15 de los 36 cazas del primer lote.
El Gripen es “al avión de combate más avanzado de América Latina” y marca el inicio de una nueva era en la defensa aérea de Brasil, valora desde Sao Paulo Roberto Godoy, reportero especialista en la industria de defensa. Brasil está en proceso de contratar otros 20 Gripen, adicionales a los 36 que ya están en proceso de entrega, que representan cerca de la mitad de la flota prevista por la FAB, explica Godoy. El número efectivo es de 128 a 138 cazas, adquiridos en varios lotes, desarrollados y construidos por Embraer, la empresa brasileña de aviación. La misma que al presidente Petro tanto le gustaría emular.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y aquí al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.