Fútbol sí, pero no así
Hoy veo una cara más odiosa del fútbol: en Colombia importa si los que juegan los James, los Falcao y demás figurones del marketing deportivo. Si es el de las Lindas, Las Manuelas, las Catalinas o las Jorelyn, pasa de agache
Son las 7 de la noche del domingo 30 de julio de 2023. Han pasado 12 horas desde que se selló un momento que ha sido calificado por los expertos (yo no lo soy) como histórico para el fútbol colombiano: una selección nacional le ganó a la legendaria Alemania en un partido de un mundial de fútbol.
Cosas de la vida. Justamente en la madrugada de este domingo andaba por las calles de Bogotá en un taxi que me recibió, apenas abrí la puerta, con la inconfundi...
Son las 7 de la noche del domingo 30 de julio de 2023. Han pasado 12 horas desde que se selló un momento que ha sido calificado por los expertos (yo no lo soy) como histórico para el fútbol colombiano: una selección nacional le ganó a la legendaria Alemania en un partido de un mundial de fútbol.
Cosas de la vida. Justamente en la madrugada de este domingo andaba por las calles de Bogotá en un taxi que me recibió, apenas abrí la puerta, con la inconfundible voz de César Augusto Londoño comentando lleno de contagiosa emoción el juego que a esa hora se desarrollaba en Australia. Pasaban algunos minutos después de las 6 de la mañana cuando al apearnos de taxi le dije al conductor: “¡que siga ganando esa selección! ¡esa es la que nos ha traído más alegrías!” y sin más me desconecté de esa exótica transmisión radial futbolera en una hora imposible.
A lo largo del recorrido que hice en el vehículo atravesé por lo menos unas 50 cuadras. Unos cuatro o cinco kilómetros de la ciudad. Pasé por sectores comerciales y residenciales. Por grandes avenidas y pequeñas calles de barrio. Y (¡oh, cosas de la vida!) no vi una sola camiseta de la selección de fútbol de esas que inundan la ciudad cuando juega la selección masculina. No vi una sola bandera agitándose en celebración por semejante logro. No escuché el retumbar y el eco de las transmisiones de radio y televisión que cuando juega en un mundial la selección masculina hace que la ciudad parezca toda encapsulada respirando un único aire que a veces parece tóxico: el del fútbol.
Terminó el partido y no escuché a los conductores de los carros haciendo sonar sus bocinas en tono de celebración. Terminó el partido y no vi mareas de personas llenando las calles cantando a coro “Colombia, Colombia” y libando cantidades industriales de bebidas espirituosas para celebrar ese triunfo que nos llegaba desde el otro lado del planeta. Nada de eso pasó.
Tal vez sea la diferencia horaria. Más no lo creo porque en este país de fanáticos hubo quienes no dormían para ver a Juan Pablo Montoya en sus circuitos de Fórmula Uno y muchos madrugaban para enfiestarse en el mundial de Rusia. Tal vez sea que el partido fue un domingo en la mañana y a esa hora la gente duerme o va a misa. ¡Hágame el favor! ¿En Colombia el país que solamente es capaz de unirse en torno a la Selección Colombia?
No me gusta el fútbol. Nunca me ha gustado. Me parece un deporte respetable, como los demás, pero en Colombia genera demasiadas pasiones inútiles. Pero hoy veo una cara aún más odiosa del fútbol: en este país el fútbol importa si es el que juegan los James, los Falcao, los Quinteros y demás figurones del marketing deportivo. Si es el de las Lindas, Las Manuelas, las Catalinas o las Jorelyn, pasa de agache. No hay aguardiente, ni cerveza para celebrar. No hay fiesta. No hay nada. Son las 7 de la noche del domingo 30 de julio de 2023. Sólo hay un portal de noticias que destaca como noticia principal el triunfo histórico de la Selección Colombia Femenina y es el de El País América. Si hubiera sido la selección masculina seguro estaríamos ahogados con esa noticia, reacciones, comentarios, celebraciones. Pero como fueron ellas…
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