Opinión

Por qué se hunden las reformas

La caída de las reformas laboral y de cannabis recreativo en el Congreso radica más en su pertinencia, que en luchas de poder, o en un mal ambiente creado por los medios o los empresarios

Sesión de debate que busca regular el cannabis de uso adulto en el Congreso, en Bogotá, el pasado 20 de junio..Diego Cuevas

La caída de las reformas laboral y de cannabis recreativo en el Congreso radica más en su pertinencia que en luchas de poder o en un mal ambiente creado por los medios o los empresarios. ¿Por qué fueron víctimas de operación tortuga? ¿La debacle se debió solamente a litigios políticos, o había objeciones serias a ambas iniciativas?

Las dos reformas eran problemáticas. La laboral no beneficiaba a los trabajadores, y la recreativa amenazaba a los que más recreación necesitan, los niños y los adolescentes menores de edad.

Empecemos por la laboral. Temprano en el debate, el Grupo de ...

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La caída de las reformas laboral y de cannabis recreativo en el Congreso radica más en su pertinencia que en luchas de poder o en un mal ambiente creado por los medios o los empresarios. ¿Por qué fueron víctimas de operación tortuga? ¿La debacle se debió solamente a litigios políticos, o había objeciones serias a ambas iniciativas?

Las dos reformas eran problemáticas. La laboral no beneficiaba a los trabajadores, y la recreativa amenazaba a los que más recreación necesitan, los niños y los adolescentes menores de edad.

Empecemos por la laboral. Temprano en el debate, el Grupo de Análisis del Mercado Laboral del Banco de la República, dijo que la reforma subía entre 3% y 10% los costos salariales, aumentaba igualmente las indemnizaciones por despido y osificaba la fuerza laboral de las empresas actuales. Estimaron que el empleo formal caería en alrededor de 450.000 empleos, equivalentes a una disminución de 2,1% de la tasa de formalidad. El aumento en los costos de despido habría tenido efectos aún más grandes en la siguientes dos décadas.

El impacto habría sido severo sobre el comercio, las actividades profesionales, de recreación, esparcimiento, hotelería y turismo. Esos sectores pusieron el grito en el cielo. Las micro y pequeñas empresas iban a ser las más afectadas. Todo mal.

La ministra de Trabajo dijo que la meta de la reforma no era crear empleo sino favorecer a los trabajadores actuales, con mayor estabilidad laboral y acceso a mecanismos de protección social. Otros grandes favorecidos era los sindicatos. En suma, era una reforma para los votantes de Petro, pero con costo para los 15 millones de trabajadores que o bien están en el rebusque, o bien no han podido siquiera salir a buscar empleo.

Miremos ahora el cannabis recreativo para adultos. En 2021, cuando estábamos en la campaña presidencial, la Universidad de los Andes organizó un foro sobre despenalizar el uso recreativo de la marihuana. Citaron como ejemplo los casos de Ámsterdam, Uruguay y varios estados de los Estados Unidos. Colombia debía acompañar a esos lugares en la vanguardia de la recreación.

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Los defensores veían en la legalización la verdadera solución al problema de la violencia en Colombia, y una mayor libertad de escogencia de los ciudadanos adultos. El candidato Gustavo Petro, al igual que la mayoría de los que competíamos, prometieron hacerlo. En las universidades eso daba aplausos y votos.

Me opuse a la idea. Aun cuando puede tener mérito en la teoría, para quitarle la fuente económica a las mafias, en las calles y parques de las ciudades y pueblos de Colombia se vive a diario una cosa muy distinta a Ámsterdam y Montevideo. En particular, en los barrios más pobres y de clase media, los padres de familia mantienen una angustia permanente por que les ofrezcan a sus hijos droga en el camino al colegio, cuando van a la tienda o cuando juegan en la calle.

Encontré a grupos de padres de familia que se apuran en llegar de trabajar a organizar constantemente torneos de fútbol y otros deportes, y hacer turnos para estar en las canchas y ahuyentar a los vendedores de droga. Ven con tristeza y desazón que la policía en lugar de ahuyentar a los vendedores de droga, los protege.

En una entrevista que incluí en mi libro Un Año de Soledad, un criminal de Medellín dice que siete de cada diez policías son parte del problema de inseguridad y drogas. Con esa bajísima capacidad de control, Colombia está muy lejos de las condiciones de Uruguay, Holanda o California.

El país está tomado por el microtráfico. Una solución de política pública consistente en legalizar ese tráfico, aumenta las alarmas de los hogares de clase trabajadora y clase media.

Una encuesta del Centro Nacional de Consultoría para Semana encontró que el 60% de los encuestados no estaba de acuerdo con legalizar la marihuana. En cuanto a la cocaína, el rechazo era del 80%. Por regiones, la oposición a la legalización del uso recreativo de la marihuana era el 75% en la Costa Caribe, y 81% en Antioquia y el Eje Cafetero. En Bogotá el 49% está a favor de legalizar la marihuana y el 25% la cocaína.

Es una discusión difícil. Un elemento clave que se debe garantizar a los padres de familia es que cese la impotencia e inutilidad de las fuerzas del orden. Sin eso, las cosas se ven muy distintas en la calles de pueblos y ciudades, frente a los salones de clase de las universidades.

Como el licor, el uso recreativo de la marihuana debe estar estrictamente alejado de los menores de edad. Como lo demuestra el licor, ese no es el caso en nuestro medio. Si la autoridad no manda, mandaría mal el Gobierno legalizando algo cuyo acceso a niños y jóvenes no puede evitar.

Así las cosas, la culpa de la caída de las reformas radica en parte en el miedo legítimo de que aumente el desempleo, y en el descontrol frente a las drogas entre niños y jóvenes. Por eso, creo, eran reformas que legítimamente no convencían a muchos congresistas. No solo a los conservadores.

Cada cual es dueño de su miedo. Los congresistas no le jugaron a una reforma laboral que destruiría empleo y a una reforma del cannabis recreativo que destruiría al tejido social y familiar. Con ese tipo de reformas, y la falta de eficacia de la policía, el Gobierno se arriesga a que el Congreso no le camine y no le vote. Peor aún si la ministra responsable está de viaje en el exterior, en lugar de estar buscando los votos en el Capitolio.

Ahora el presidente de la República culpa de la caída de las reformas a empresarios, analistas y medios de comunicación. Creo que hay más que eso. El Gobierno debe cuidarse más de lo que manda al Congreso, de tal manera que no socave su capacidad de mando. De otra manera el Congreso mandará algunos proyectos de ley a la caneca.

Corrección: en el artículo de la semana pasada escribí mal el nombre del teniente coronel Óscar Dávila. Tenemos al coronel Óscar Dávila y a su familia en nuestras oraciones, nos solidarizamos con su dolor y lamentamos su triste muerte.

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