La batalla de la nueva derecha

Colombia vive una coyuntura inédita que no puede ser interpretada con los criterios tradicionales

En Medellín (Colombia), un seguidor de Federico Gutiérrez se lamenta luego de que el candidato presidencial de derecha fuera derrotado en la primera vuelta.Santiago Mesa

Colombia vive una coyuntura inédita que no puede ser interpretada con los criterios tradicionales. El pais eligió un Gobierno de izquierda difícilmente comparable con aquel de José Hilario López en el siglo XIX, ni menos con el de Alfonso López Pumarejo en el siglo XX. Los que buscan similitudes con lo que había, lo hacen simplemente por la ...

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Colombia vive una coyuntura inédita que no puede ser interpretada con los criterios tradicionales. El pais eligió un Gobierno de izquierda difícilmente comparable con aquel de José Hilario López en el siglo XIX, ni menos con el de Alfonso López Pumarejo en el siglo XX. Los que buscan similitudes con lo que había, lo hacen simplemente por la necesidad de sentir que pueden leer lo que viene con las mismas dinámicas que aplicaban hasta ahora. Craso error.

Esa es la razón por la cual hemos sido testigos del triste papel que están desempeñando los partidos tradicionales en el país. Partidos que en otras horas hicieron historia, pero que hoy solo sirven de entretenimiento para los espectadores colombianos, en lo que parece una tragicomedia de deteriorados actores en decadencia, que se prestan para lo que sea, con tal de remembrar así sea vagamente, alguna de las mieles del estrellato. El Partido Conservador, por ejemplo, una colectividad que cualquiera supondría está en las antípodas de la izquierda, de repente y sin ningún rubor, empieza a reinterpretar todos sus “principios” con el fin de encontrar hilachas a las cuales aferrarse en el nuevo gobierno. Ese malabarismo vergonzoso encuentra pocos antecedentes en democracias sólidas en donde los partidos tienen claro qué representan, pero sobre todo, qué no.

En momentos como estos, hay que reconocer la dignidad que tuvo la izquierda que llega hoy al poder, que nunca mostró esa grosera ambición de la que dan cuenta hoy las fuerzas políticas tradicionales del país. Dicho comportamiento evidencia que necesitamos partidos sostenidos con ideas y doctrinas y no con corrupción, presupuesto y movimientos burocráticos. Necesitamos ideas claras, con vocerías insobornables, que no estén al vaivén de la codicia y que ceden ante el ofrecimiento de turno. No podemos confiar nuestras expectativas de control político, de límites al soberano y de futuro democrático a unos personajes que están inmersos en una especie de subasta colectiva en donde los valores y los principios se sacrifican al mejor postor. Necesitamos voceros de la libertad, la autoridad, la seguridad, la propiedad, la iniciativa privada, la vida, la familia y las libres creencias religiosas. Requerimos de voceros que se sientan remunerados con la simple vigencia de esos principios.

Colombia tiene hoy una maravillosa oportunidad para aprovechar la coyuntura que estamos viviendo y remozar los liderazgos de derecha. Es hora de licenciar a unos cuantos. Necesitamos personas que defiendan las ideas en los que muchos creen, con claridad, inteligencia, coherencia y compromiso. Así se construye el equilibrio. Voces serias, que logren con vehemencia y sensatez apoyar la consistencia con las ideas liberales, pero oponerse a las propuestas que chocan con estos principios.

Escribía Marx que “el significado de paz es la ausencia de oposición al socialismo”. No podemos caer en eso. El llamado a la “unidad nacional”, suena bonito pero es peligroso. No todos los partidos pueden ser “Gobierno”. Abrir esa puerta, con ideas defendidas por voceros del gobierno electo como el llamado fast track para las reformas, nos permite saber cómo llegamos pero no cómo saldremos. No podemos acallar las diferencias, porque de ahí es desde donde se construye el debate democrático.

El país necesita una oposición militante, seria, inteligente, informada, íntegra y con capacidad de interpretar a esos millones de ciudadanos que no creen en muchas cosas que tratará de implementar el gobierno que comienza el próximo 7 de agosto. Una oposición vigorosa, no obtusa ni obstinada. Para ello, la derecha, y el país reclaman una ciudadanía con capacidad de alzar la voz, y de reasumir, de ser necesario, las responsabilidades y vocerías que delega en los congresistas en la eventualidad en que deje de sentirse representada por ellos. La pasividad, la sumisión y la voracidad congresional, debe contrarrestarse con el activismo, la independencia y la integridad ciudadana. No hay más camino.

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En un año, en las elecciones regionales, tendremos la oportunidad nuevamente de castigar y premiar con nuestro voto a los partidos y referentes políticos que hoy decepcionan a tantos en el país. La actual coyuntura nos servirá para separar el grano de la paja. Esa es una gran oportunidad. Son muchos los desafíos que se presentan y que tendrán profundas consecuencias en la Colombia que aspiramos a defender.

No podemos ser indiferentes. Debemos estar atentos y disponibles cuando nuestras creencias nos convoquen. Si los políticos no funcionan, ¡pues que funcionemos entonces como ciudadanos!. No podemos dejarnos apabullar ni amedrentar. No es el momento de huir o desfallecer. Las elecciones regionales nos deben encontrar cohesionados, motivados y con vocación de triunfo. El equilibrio vendrá desde las regiones. No podemos premiar a los que hoy nos decepcionan. Ese es el siguiente desafío y debemos prepararnos desde ya para ese momento. Se abre el camino para esa nueva batalla.

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