Las preguntas sin resolver del Gobierno de Iván Duque sobre su plan contra el Clan del Golfo
El Ejecutivo no ha aclarado cómo actuará Colombia frente a las redes internacionales de la organización, responsable de enviar toneladas de droga al extranjero
Desde antes de que extraditaran a Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, las víctimas del Clan del Golfo denunciaban la presencia de otros Otonieles. “Acá no hay paz. Otoniel ya no está liderando esta guerra, pero ya hay otros”, decía a este diario una líder social del Urabá antioqueño el pasado 15 de abril, cuando el presidente Iván Duque acababa de firmar el...
Desde antes de que extraditaran a Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, las víctimas del Clan del Golfo denunciaban la presencia de otros Otonieles. “Acá no hay paz. Otoniel ya no está liderando esta guerra, pero ya hay otros”, decía a este diario una líder social del Urabá antioqueño el pasado 15 de abril, cuando el presidente Iván Duque acababa de firmar el envío del capo del narcotráfico a Estados Unidos. La semana pasada, tras hacerse efectiva la extradición, la realidad le dio la razón a la mujer. Un paro armado que arrinconó a los habitantes de 178 municipios demostró que aunque Úsuga ya no está, la violencia continúa.
Ahora es Chiquito Malo, Siopas y Gonzalito. Antes de Otoniel era Don Mario. Los líderes del Clan del Golfo o de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), el otro nombre de la organización paramilitar, han heredado una estructura con cierto nivel de institucionalidad y por eso mantiene el control de territorios y tiene la capacidad de confinar pueblos enteros, aunque los líderes más visibles ya no estén. Cortarle la cabeza a la culebra no funciona para desarticular una estructura que tiene presencia en 11 departamentos de todo el país. “La estrategia de atacar a las cabecillas tiene impactos diferenciados. En las FARC funcionó para debilitar y estimular desmovilizaciones individuales, pero en otras organizaciones puede fragmentarlas y tener un efecto negativo sobre la población en la que están insertadas”, dice Eduardo Álvarez Vanegas, investigador en temas de conflicto. Con la extradición de Otoniel, el efecto inmediato lo sintieron las comunidades que amanecieron el pasado 5 de mayo con la amenaza de un paro armado.
El lunes, el último día del bloqueo después de cuatro días de terror, el presidente Iván Duque afirmó que unos 52.000 militares y policías refuerzan la ofensiva para enfrentar a las AGC y anunció la creación de bloques de búsqueda para ubicar a los tres nuevos líderes de la organización. Para Kyle Johnson, investigador de la Fundación Conflict Responses, la reacción del Gobierno, además de tardía, responde a un “viejo guion, a una perspectiva concentrada en los objetivos de gran valor (cabecillas) que ya no funciona. Se necesitan dar pasos para desmontar a la organización, pero con su sometimiento y garantizándoles suficientes incentivos. Es necesaria una conversación mucho más franca, donde también se sepa quiénes, en los sectores económicos y políticos, se benefician con sus acciones”.
El nuevo plan del Gobierno demuestra, según los analistas, que operaciones tan ambiciosas como Agamenón I y Amagenón II, en las que participa el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía, no han sido suficientes para acabar con la organización. El presidente Duque, sin embargo, ha dicho que a través de estas acciones se ha logrado la captura de más de 3.000 personas relacionadas con la estructura en más de 1.500 acciones.
Juan Diego Restrepo, director del portal Verdadabierta, dedicado al conflicto, considera que el anuncio de Duque no ha dejado claro qué pasará con estas operaciones, tras el anuncio de bloques de búsqueda ni ha dicho cuáles serán las acciones destinadas a afrontar a las redes internacionales de la organización, responsable del 60% de la droga que sale del país, según las autoridades. “El Gobierno no nos ha dicho un punto muy importante y es cómo actuará frente a la red que opera en el exterior, cuál es la estrategia de Colombia para atacarlas, teniendo en cuenta que son [el Clan del Golfo] grandes exportadores de cocaína”, apunta Restrepo.
El investigador cuestiona que aun cuando la historia ha demostrado la poca efectividad que tiene “cortar la cabeza de la serpiente”, este siga siendo el plan en el que se vuelquen todos los esfuerzos. “Concentrarse solamente en lo que llaman los objetivos de valor, no significa la desaparición de las estructuras, sino su reacomodamiento. En el caso de las AGC, ya tenían definida la sucesión desde 2017 cuando Otoniel había dado las primeras muestras de querer someterse a la justicia. Eso hizo que parte de la cabeza se dividiera y él perdiera poder”.
Para Restrepo tampoco es claro cómo funcionarán los bloques de búsqueda contra una organización como el Clan del Golfo que opera en red y funciona de forma vertical. “¿Qué pasará con la operación Agamenón? ¿Se va a disolver?, ¿los bloques de búsqueda se van a nutrir con estos nombres? Hay muchas preguntas todavía sin resolver”.
El Clan del Golfo llegó a contar con un ejército de alrededor de 4.000 hombres, entre informantes y pistoleros. El centro independiente de estudios Indepaz estima que su pie de fuerza ronda los 2.000 integrantes, pero podrían ser muchos más. Esta estructura, de acuerdo a los analistas consultados, subcontrata pequeñas bandas para determinadas acciones: asesinatos, secuestros, extorsiones.
Duque ha dicho que tras la extradición de Otoniel vienen en camino 16 procesos más de miembros de esta organización para ser enviados a Estados Unidos. “El mensaje es uno solo: no vamos a ceder jamás ante el Clan del Golfo y ninguna estructura del narcotráfico. Ellos están buscando reconocimiento político, tratando de ver quién les compra esa idea”, dijo el presidente, en un nuevo portazo a la posibilidad de intentar, por la vía del sometimiento, el desarme de la organización que ya demostró el poder que tiene para controlar pueblos enteros.
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