"Mereció la pena nacer en Marruecos aunque fuera por el cuscús de mi abuela"
No lo duda ni un instante: prefiere el Al-Mounia. Todo en él -sus salones morunos, el yeso labrado, los arcos ojivales, la música bereber- le acerca a la memoria aquel Tánger efervescente que la vio nacer hace 54 primaveras, una ciudad en la que se entremezclaban el aroma del azahar y el salitre, donde "cualquier puerta se abría para que los niños merendáramos".