El vértigo y la excitación que acompañan a la creación y sus riesgos deben de estar especialmente presentes estos días en Miquel Barceló. Penden sobre su cabeza desde la inmensa cúpula de 1.500 metros cuadrados, aún en blanco, del palacio de las Naciones Unidas de Ginebra.
Carmen deberá esperar. La popular ópera de Bizet que debía inaugurar el próximo sábado la segunda temporada del Palau de les Arts de Valencia se ha retrasado hasta el 6 de noviembre. Peor suerte ha corrido el siguiente espectáculo, 1984, de Lorin Maazel, que se ha suspendido.
Un Santo Padre de ojos desorbitados y dentadura de piraña sobrevuela la plaza de San Pedro como Superman. Desciende. Entra en el templo y sodomiza desaforadamente a dos monjas y, luego, a dos cabras, mientras un grupo de monjes observa la escena masturbándose.
Conducir carros era una actividad peligrosa en la antigüedad. Todo el que haya visto Ben-Hur estará de acuerdo. Más aún en el caso de los veloces y ligeros carros de guerra egipcios, con los que cualquiera podía romperse fácilmente la crisma.