El corto ‘Parole’, palabra mágica para la migración hacia Estados Unidos, pone cara al exilio cubano
Premiado por la universidad de Yale, el cortometraje muestra el desarraigo del exilio y las dificultades diarias de quienes esperan en Cuba para reunirse con sus familiares
Pocas palabras tienen tanto significado como “parole” para un migrante. Traducido como permiso temporal o libertad bajo palabra, conseguir un parole es la meta de millones de personas que buscan en Estados Unidos una vida mejor que la que les depara en sus países. Con el mismo término, el cineasta cubano Lázaro González, naturalizado en Estados Unidos y residente en California, ha bautizado un cortometraje que muestra el tedio de la espera, la añoranza de la familia y el desarraigo del exilio. Parole, es “una medida que ha posibilitado mejorar la vida de tantos cubanos, salir de un estado de precariedad absoluta, donde no hay derechos civiles básicos, no solo la falta de medicina o de comida, sino también la falta de libertad de expresión, que ha generado estos éxodos masivos en los últimos años”, opina González, director y protagonista de la cinta.
El filme obtuvo el premio a mejor cortometraje en el Festival de Cine Latino e Ibérico de la prestigiosa universidad Yale, y este mes fue presentado en la 45ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. El corto es autobiográfico y en los 25 minutos que dura contrapone las realidades de dos mundos muy diferentes: la rutina de un migrante en la ciudad de San Francisco y las dificultades que tienen que superar en su día a día quienes sueñan con huir de Cuba.
Las imágenes muestran los ambientes que González transita a diario para mostrarle a su madre cómo vive. El silencio es parte fundamental de la cinta, que sólo se interrumpe con los mensajes de audio que su madre le envía por la aplicación WhatsApp. “También tiene un simbolismo en el sentido de que hay una persona que desea escapar de una isla prisión para reunirse con su hijo y un hijo del otro lado, que también se siente en un lugar en el que no pertenece del todo porque hay políticas racistas antiinmigrantes”, explica.
El filme muestra la realidad de los migrantes, extraños en un país y una cultura ajenas, que añoran su familia y que luchan por conseguir un parole, que les permita traerlos con ellos. Una esperanza que se va apagando con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Las políticas antiinmigrantes que el magnate pretende aprobar no sólo afectarán a quienes ya se encuentran en el país y pueden ser objeto de la deportación masiva que tanto proclama, sino que acabarán con la esperanza de quienes estaban en trámites de conseguir un ingreso legal al país.
González abandonó su isla natal y llegó a Estados Unidos en 2016. Huía de una precariedad económica y de una falta de libertad que le hacía temer represalias por su oposición al régimen, plasmado en su obra audiovisual. Hace año y medio solicitó el parole humanitario para recibir a su madre y su hermana, quienes se quedaron en Cuba y anhelan reunirse con él. Pero desde entonces no ha recibido ninguna notificación.
Biden amplío el programa en 2023, inicialmente pensado para reducir la entrada ilegal de venezolanos, a cubanos, nicaragüenses y haitianos. Por el mismo, pueden solicitar la entrada en el país quienes tengan a un patrocinador en Estados Unidos, que se encargue económicamente de ellos.
No obstante, sin intención de desanimar pero sí de mostrar la realidad, las imágenes de ambientes decadentes, callejones con paredes repletas de grafiti, estaciones de metro grises y gente desamparada, como los vagabundos que deambulan por la ciudad, ocupan buena parte del metraje, desacreditando la idea del sueño americano que muchos migrantes tienen antes de llegar a EE UU. “Mi madre piensa que todo acá es fácil, que uno aprieta un botón y todo se consigue. También he querido hablar de la incomunicación y la vulnerabilidad de los migrantes en un lugar como Estados Unidos, de que todo acá no es color de rosa, de que vivo en la ciudad más rica del mundo donde todo el tiempo tengo miedo de terminar en la calle, donde ves donde hay una situación de personas desamparadas que no se explica”.
González se refiere a la precariedad con la que vive, donde el sueldo que obtiene por dar clases en la Universidad de Berkeley, donde estudia un doctorado, apenas le llega para pagar la renta de su apartamento. Los mensajes de su madre, aunque sin tono dramático, muestran necesidades más acuciantes aún. En uno de los audios le pregunta si puede mandar dinero para saldar la deuda de haber comprado un muslo de cerdo. “Al menos tú estás allí. No por nada, porque bueno, entre que uno tenga uno dinerito, vas pasando… el problema es que es todo, no te ni puedes comprar un par de zapatos en un año, porque si comes no te puedes comprar unos zapatos”, dice en un mensaje; “si ves que no te contestamos es que no hay corriente y no tenemos como darle carga a los teléfonos”, relata en otro.
Y en uno más, cuenta cómo todos los vecinos han ido abandonado su edificio, siguiendo una tendencia general de huida de la isla caribeña. En dos años, gracias al programa parole humanitario, han llegado 110.00 cubanos a EE UU. El número total de cubanos, sin embargo, que ha llegado al país es mucho mayor, más de 850.000 en tres años, superando el éxodo masivo que ocurrió en los años 80.
La victoria de Trump en las elecciones del 5 de noviembre ha enterrado sus esperanzas. “Seguro que una de las primeras políticas que va a eliminar es el parole humanitario”, opina. “Yo no sé cuando voy a ver a mi madre, y ella lo sabe. La mayor parte de las personas cubanas con las que he hablado están aterradas de lo que pueda pasar con Trump”.
El fin del programa de parole humanitario dejaría González con una alternativa más para encontrarse con su madre al solicitar la reunificación familiar, pero esa opción no serviría para recibir a su hermana y es un proceso más largo. También le preocupa lo que pueda suponer para la isla la elección del cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, tan antiinmigrante como Trump. Según él, “esas políticas derechistas, en muchos casos, pueden terminar no perjudicando al totalitarismo del Gobierno cubano, sino a los cubanos de a pie”, sostiene.
Otros trabajos destacados de González son Máscaras, uno de los primeros documentales en abordar el transformismo como una forma de arte y resistencia cultural en Cuba, y el largometraje documental Villa Rosa (2016), que examina el activismo queer en un pequeño pueblo pesquero de la isla y recibió el Premio al Mejor Documental en el Festival de Cine Latino e Ibérico de Yale y el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine Gay y Lésbico de Barcelona.