“He vuelto”, dice Donald Trump

El presidente electo ha viajado a la inauguración de la catedral de Notre Dame y dado su primera entrevista con un medio como si ya fuera jefe de Estado

El presidente francés, Emmanuel Macron, y su esposa, Brigitte Macron, dan la bienvenida al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, para la ceremonia de reapertura de la catedral de Notre Dame de París, tras el incendio de 2019, en París, Francia, el 7 de diciembre de 2024. CHRISTOPHE PETIT TESSON (via REUTERS)

El candidato está dando paso, semana a semana, al presidente. Es una metamorfosis relativamente sutil, pero perceptible, especialmente en el ámbito internacional. La marca Trump, como no podía ser de otra manera, no se va a medida que se acerca la fecha de toma de posesión, pero se despliega de diferentes formas en este especial contexto postelectoral con sabor a hibernación del poder.

El sábado, en París, por ejemplo, las cámaras, casi todas enfocadas sobre Donald Trump a pesar de que la representante oficial de Estados Unidos fuera Jill Biden —su esposo, el todavía presidente Joe, optó por no cruzar el Atlántico para la reinauguración de la catedral de Notre Dame, años después de aquel incendió que dejó unas imágenes surreales—, nos regalaron nuevos clips de sus ya famosos apretones de mano con Emmanuel Macron. Durante unos cuantos segundos, en la explanada frente a la otra-vez-majestuosa iglesia, y también frente al Eliseo, Trump zarandeó el brazo del presidente francés y luego lo jaló a su pecho. En el mundo Trump, la demostración de dominación pura, el macho alfa reclamando su control. A su manera, con este gesto que se conoce de sobra es absolutamente medido y con un telón de fondo icónico, Donald Trump le ha dicho al mundo: “He vuelto”.

Pero más allá de la performatividad de sus apretones de mano, el presidente electo ya ha comenzado a actuar como si fuera jefe de Estado. Este mismo fin de semana, aprovechando que estaba en la capital de Francia, se reunió con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y Macron, para hablar sobre cómo acabar la guerra con Rusia, una promesa central de su campaña. Pero cuando se es presidente, aunque sea extraoficialmente, la realidad obliga a matizar de una manera que no sucede cuando se está en busca de votos frente a los suyos y las declaraciones y juramentos tienen pocas consecuencias. El discurso se ha rebajado entre antes de la elección y ahora. La OTAN, todavía blanco de fuertes críticas, parece que sí tiene futuro.

En el Medio Oriente tampoco ha esperado para ejercer su diplomacia extraoficial. Ha despachado a su enviado para Oriente Próximo, Steve Witkoff, para conversaciones con Israel y Qatar sobre Gaza: “Hemos recibido mucho aliento de la Administración entrante para lograr un acuerdo antes incluso de que el presidente tome posesión”, declaraba el sábado el primer ministro catarí, Mohamed Bin Abdelrahman al Thani. También se le atribuye cierta responsabilidad a su mediación para sacar adelante el cese al fuego en el Líbano de hace unas semanas.

Sobre Siria, que tras 13 años de guerra civil caía en manos de los rebeldes mientras ocurría la ceremonia en Notre Dame, los remanentes del Trump candidato y aislacionista, volvieron por un momento al descartar en las redes sociales que Estados Unidos vaya a participar directamente en ese escenario. “Estados Unidos no debería verse metido en esto. No es nuestra lucha. Dejemos que se resuelva solo, ¡no nos impliquemos!”. Es muy poco probable que eso suceda: el ejército estadounidense tiene cientos de tropas estacionadas en el noreste de Siria, ya ha atacado posiciones del Estado Islámico en territorio sirio, y muy seguramente se acabará involucrando de alguna manera para influir en quién terminará con el poder en el estratégico país mediterráneo.

Y mientras tanto, Biden, si bien no está desaparecido, parece hablar al vacío. Mientras las declaraciones y nombramientos han hecho que los titulares los haya acaparado Trump, el hombre que ocupa el Despacho Oval en su ocaso político y físico solo ha logrado entrar en la agenda informativa cuando indultó a su hijo Hunter. Su visita a Angola, su primera y última a África, y su asistencia en las cumbres de la APEC en Perú y del G-20 en Brasil, pasaron casi desapercibidas.

La entrevista de este domingo en el programa Meet the Press de NBC, la primera que ha dado desde que ganó las elecciones, es otro gran ejemplo del metafórico cambio de vestuario de Trump que ha sucedido en las últimas semanas. Era, a todas luces, la conversación con un presidente (electo); así, con ese detalle presente pero relegado a un segundo plano. El tono de un hombre que nos tenía acostumbrados a ataques virulentos y despiadados, y que nos atemoriza si lo mantiene y hace realidad sus amenazas, rebajó, ligeramente, su mensaje, y lo tiñó de una sutil alteza presidencial.

Entre numerosas otras cosas, en la poco más de hora de entrevista, mantuvo su promesa de deportar inmigrantes sin papeles, pero asegurando que inicialmente la centrará en “los delincuentes” y que luego con el resto verá “cómo va”. Abrió la puerta a un pacto con los Demócratas para que los llamados dreamers (que llegaron como menores hijos de inmigrantes y han hecho su vida en el país) se queden en Estados Unidos. También aseguró que no impulsará una persecución judicial contra sus rivales políticos; aunque tampoco descartó que suceda, así no sea por orden directa suya.

Igualmente, se mantuvo firme en otros temas. Reiteró que habrá indultos en su primer día en el cargo para los condenados por el asalto al Capitolio, a quienes pinta como mártires y presos políticos. También aseguró que impondrá aranceles y repitió que es su “palabra favorita”, aunque ahora admite que no puede garantizar que eso no afecte al bolsillo de los estadounidenses, ni que puede garantizar nada, en realidad.

El periodo del “pato cojo” —durante el cual un mandatario espera en cuenta regresiva el día en el que debe entregar el poder y, por lo tanto, simbólicamente, ese poder ya no es más que papel mojado— es bien conocido, pero si normalmente eso quiere decir unos cuantos meses de actividad política congelada, este año significa que el republicano se ha adueñado de la voz de mando prematuramente. Los presidentes no llevan corona, pero si lo hicieran, Trump se la ha puesto antes de su coronación.

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tras asistir este jueves a la ceremonia de encendido del árbol de Navidad en la Elipse de la Casa Blanca.BONNIE CASH / POOL (EFE)

Tras este pequeño resumen de cómo Trump, el presidente electo, se va quitando esa coletilla para convertirse en presidente a secas, les dejo aquí varias noticias que hemos publicado en la última semana para que estén al día con todo lo que pasa en el camino a la Casa Blanca:

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