Pena de muerte en EE UU: muchos casos de discriminación
El novelista Óscar Vela describe magistralmente la diabólica combinación de elementos discriminatorios en el caso del ecuatoriano Nelson Iván Serrano, el prisionero más longevo en el “corredor de la muerte” en EE UU
Impactante novela que, en realidad, es también un ensayo. Los crímenes de Bartow, escrito por Óscar Vela Descalzo, abogado y novelista ecuatoriano, de ágil pluma y atractivo contenido. Contiene una exposición cruda de varios aspectos medulares y detalles importantes del sistema de justicia estadounidense a partir de un dramático caso concreto. Uno en el que el procesado era un “mexicano” de co...
Impactante novela que, en realidad, es también un ensayo. Los crímenes de Bartow, escrito por Óscar Vela Descalzo, abogado y novelista ecuatoriano, de ágil pluma y atractivo contenido. Contiene una exposición cruda de varios aspectos medulares y detalles importantes del sistema de justicia estadounidense a partir de un dramático caso concreto. Uno en el que el procesado era un “mexicano” de color, en realidad un ecuatoriano… de color.
Basada en hechos reales, relata unos crímenes en la ciudad de Bartow, Florida, en 1997. La esencia de la historia: un ciudadano ecuatoriano, Nelson Iván Serrano, acabó “cargando” con la sindicación por un homicidio múltiple. En diciembre de 1997, se encontraron cuatro personas asesinadas a tiros en las oficinas de una fábrica de la empresa Erie Manufacturing (en Bartow, Florida). Las víctimas eran socios de esa empresa. A partir de allí se construyó una historia judicial de horror.
¿Con pruebas? No. En el curso del proceso, en realidad, lo determinante fueron las consideraciones e inputs de un investigador policial en Florida, el ubicuo Tommy Ray. Y esencialmente se convalidaron todos sus “dichos” en un proceso judicial sin garantías, llevado en un tribunal de Florida, que después condenó a muerte a Serrano. En el proceso, el derecho a la defensa fue brutalmente soslayado.
Y, hoy, Nelson Serrano es el prisionero más longevo en Estados Unidos, el dantesco “corredor de la muerte”.
La historia está narrada con precisión y detalle en el excelente texto de Óscar Vela, novelista y abogado ecuatoriano. En esta notable novela/informe se narra magistralmente la diabólica combinación entre varios elementos discriminatorios muy graves, y serios atropellos a la legalidad. Que increíblemente se convirtieron en la base jurídica/fáctica de las ¡cuatro! condenas a muerte contra Nelson Serrano. Hoy sigue esperando en el “corredor” sin que el mundo haga nada.
Suma de ilegalidades
Elementos esenciales de un proceso judicial impresentable.
Uno, el secuestro de Serrano en Quito (nacional de Ecuador) para llevárselo ilegalmente a Estados Unidos, luego de haberlo tenido encerrado en el aeropuerto dentro de las jaulas de los perros antidrogas (de la DEA), para juzgarlo por los crímenes de Bartow.
Otro: el proceso penal en los tribunales de Florida. Con la casi total carencia de asistencia legal seria, a Nelson Iván Serrano la justicia de Florida lo acabó haciendo penalmente responsable, como autor material e intelectual. Los hechos aparecen narrados con precisión en una excelente novela escrita hábilmente por Óscar Vela, originario de Quito.
En el texto de Vela se describen con precisión gravísimas violaciones procesales que debieron haber conducido a la anulación del proceso penal, empezando por la falta de acceso a defensa legal, en real negación del esencial derecho a la defensa, y otras gravísimas violaciones al debido proceso. Cualquier decisión que surja de un proceso así es nula, por lo que tendría que ser anulada. Con mayor razón si se trata de un proceso penal en el que la aplicación de la pena capital es una de las opciones.
Ciertamente fueron muchísimos los hechos de horror en esta historia. En lo que lo “de horror” se aplica, por cierto, desde los homicidios en Bartow. Pero, también, a todo lo que vino después. Entre ellos, luego del ilegal secuestro en Quito, la inexistencia de pruebas en el proceso sobre la responsabilidad penal de Serrano en los hechos, pese a lo cual fue tratado como criminal, y hoy es el prisionero más longevo en el “corredor de la muerte” en Estados Unidos.
Perseguido y secuestrado en Quito ilegalmente, por una combinación de agentes policiales estadounidenses con policiales locales (ecuatorianos) que recibieron ilegalmente dinero de sus pares de Florida, así empezó el juicio, cargado de irregularidades procesales. Un proceso que empezó mal, con un secuestro y un traslado internacional ilegales.
Sistema de justicia: en cuestión
Vela describe magistralmente la diabólica combinación entre varios elementos discriminatorios. Todos muy graves y con serios atropellos a la legalidad, que en el fondo cuestionan gravemente varios hechos del proceso y al sistema de justicia estadounidense. Entre otras razones, por su facilidad para decretar aberrantes condenas a muerte, sin las garantías de debido proceso y con serias cargas subjetivas y étnicas. En este caso contribuía, por cierto, la doble condición de Serrano: sudamericano y de color.
Que lo han convertido hoy en el prisionero más longevo en el corredor de la muerte en Estados Unidos: 18 años esperando su ejecución.
Tanto en el proceso de investigación como en el del juicio penal y la posterior condena en la sindicación de su supuesta responsabilidad criminal, este empresario ecuatoriano tuvo que pasar por todo: primero sindicado como sospechoso por un policía de Florida, luego secuestrado en Ecuador y finalmente condenado a cuatro penas de muerte (una por cada víctima fallecida) por la justicia de Florida.
Oposición a la pena de muerte
Acaso no es mayoría, pero hay una cantidad apreciable de personas en Estados Unidos que están en contra de la pena de muerte. La oposición se sustenta en una variedad de razones, algunas de las cuales se aplicarían directamente al caso de Nelson Serrano: los errores judiciales, el derecho a la vida, la no discriminación y la eficacia práctica.
Los errores judiciales, así, son un asunto capital, pues pueden derivar en algo muy grave: que personas inocentes sean condenadas y ejecutadas. Ese sería el caso de Nelson Serrano, por cierto. En segundo lugar, los valores esenciales de derechos humanos, confrontados, como el derecho a la vida o a la integridad, que se verían frontalmente afectados por una ejecución. En tercer lugar, el principio de no discriminación. Dato de la realidad: la pena de muerte se aplica en Estados Unidos desproporcionadamente contra personas de color y con bajos ingresos, lo que pone sobre la mesa la vigente discriminación racial y socioeconómica.
En este contexto la cuestión de la discriminación/no discriminación es un asunto medular. Y, por ello, es estremecedora la proporción abrumadora de afroamericanos ejecutados o en el corredor de la muerte. Nelson Serrano, pues, estaría “en lo suyo”.
En efecto, si los afroamericanos en Estados Unidos constituyen entre el 13 y el 14% de la población del país, es un dato brutal que aproximadamente el 41% de las personas en el corredor de la muerte sean de este origen, de acuerdo con la información del Death Penalty Information Center (DPIC). O que desde 1976, cuando se reinstauró la pena de muerte en EE UU, alrededor del 34% de las personas ejecutadas hayan sido afroamericanas.
Cifras que dicen mucho… o todo.
Reparaciones pendientes
¿Y ahora qué debería hacer el sistema de justicia estadounidense contra la discriminación —y la injusticia— que acosan a este ciudadano ecuatoriano? Y, particularmente, ¿qué disculpas o reparaciones por el secuestro a Serrano en Ecuador, los maltratos físicos y las graves violaciones procesales cometidas?
Temas como estos son relevantes, no solo para Nelson Serrano sino para toda América. Asuntos que no deberían ser ajenos, por ejemplo, a los debates y reflexiones que se hagan próximamente los países americanos en Asunción, Paraguay: en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se dará cita muy pronto, del 26 al 28 de junio.