Cien días sin oposición
Los opositores viven la peor época de sequía. Lo poco que sale de ellos es algún escándalo y hoy ya ni siquiera llaman la atención
Mientras Claudia Sheinbaum festeja sus 100 días de gobierno, del otro lado del tablero político no hay nada que festejar: llevamos más de tres meses sin oposición. Se dice fácil, pero se vive difícil. Si los partidos opositores habían sido mandados a la lona en 2018 y lograron salir del rincón de las golpizas con un 2021 esperanzador, el 2024 los mandó de plano al basurero.
Los opositores de décadas gobiernan desde hace seis años este país y...
Mientras Claudia Sheinbaum festeja sus 100 días de gobierno, del otro lado del tablero político no hay nada que festejar: llevamos más de tres meses sin oposición. Se dice fácil, pero se vive difícil. Si los partidos opositores habían sido mandados a la lona en 2018 y lograron salir del rincón de las golpizas con un 2021 esperanzador, el 2024 los mandó de plano al basurero.
Los opositores de décadas gobiernan desde hace seis años este país y sus resultados electorales no dan ninguna certeza a los opositores que no sea la de la humillación pública o la compra de la escasa dignidad que les queda a algunos.
Todas las reformas que ha querido pasar el oficialismo, las más regresivas, las más necias, las que más daño hacen al propio Gobierno pasan sin ningún problema. La Constitución ha terminado por ser un catálogo de los deseos más ruines del morenismo. Con unas mayorías realmente envidiables por cualquier presidente electo democráticamente, Claudia Sheinbaum ha llevado a cabo los delirios tropicales de su antecesor. Sus mayorías no han sido muy útiles. Todo lo hacen de una manera primitiva, zafia. Corrompen públicamente al senador Yunes para obtener un voto, todos los procesos son desaseados, el pleito entre Monreal y Adán Augusto es verdaderamente patético. Viven los problemas de los excesos.
En comparación, los opositores viven la peor época de sequía. Lo poco que sale de ellos es algún escándalo (Alito, Marko Cortés, Enrique Vargas…) y hoy ya ni siquiera llaman la atención. En la opinión pública la decadencia opositora es la constante. Nada sorprende, ni el cinismo de los arriba mencionados.
Gran parte del drama opositor lo ha descrito su excandidata en los primeros días del año. En una entrevista con El Universal, Xóchitl Gálvez describe dos momentos definitorios para su candidatura. Uno cuando se encadena en el Senado, entonces “la gente dice: esta mujer tiene tompiates, esta mujer es entrona” y entonces comenzaron a cambiar las cosas. Más allá del elevado concepto que tiene de sí misma doña Xóchitl, ahonda en una verdad absoluta: “Hay quien me quiere cobrar la factura y decirme: Es que te hicimos la candidata. Sí, güeyes, porque no tenían a nadie, si hubieran tenido a alguien dentro de los partidos, con el trabajo político necesario, pues seguramente no me hubieran hecho la candidata, ¿no?, esa es la verdad de las cosas”. Es una declaración absolutamente cierta y completamente dramática. No había nadie, por eso llegó. Lo demás no necesita explicación. El vacío de los llamados partidos grandes fue llenado por las ambiciones de un empresario embozado, algunos políticos fracasados y un grupo de opinadores que creían tener la verdad desde hace 40 años. Los resultados están a la vista.
El PRD desapareció. Derrotados por López Obrador una y otra vez, el perredismo es la historia de la toma de la izquierda por los priistas como López Obrador y Bartlett. Ellos siguen vigentes y el PRD, muerto.
El PRI decidió expulsar a los críticos, otros eligieron separarse antes de ser fulminados por quien consideran impresentable, corrupto y tramposo (eso entre priistas). Las expectativas de ese partido son pocas. La migración hacia Morena es una constante y parece ser el destino final de los militantes de ese partido. No parece haber punto de retorno para el tricolor. La actual dirigencia parece empeñada en dejar que el partido sea pequeño pero rentable como negocio.
MC da pasos adelante. El cambio de dirigencia no fue cualquier cosa. Dante Delgado ha dejado su partido en manos jóvenes y profesionales. Una vez fuera Enrique Alfaro, el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, deberá tomar un importante liderazgo en ese partido. Más allá de las fobias que suscitan los naranjas en un sector de votantes del prianismo, lo cierto es que hasta el momento los emecistas enfrentan problemas de crecimiento. Happy problems, pues. (Nota: debo decir a los lectores que uno de mis hijos es legislador de MC).
El PAN ha cambiado de dirigencia. Aunque todavía no se sabe qué hará ese partido con su imagen y definiciones (en momentos en que la derecha -sobre todo la ultra- está al alza en todas partes, el panismo insiste en decir que son humanistas y cosas por el estilo que nadie entiende), ha sido saludable el cambio. Por lo menos sabe que parte de muy abajo y que el campo para experimentar es amplio, pero el tiempo es corto. Es un partido que podría crecer sin depender de los demás, pero quién sabe si se atreva. Anquilosado y oxidado, el panismo parece incapaz de mostrar nuevas figuras y nuevos planteamientos. Por lo pronto, solo destacan en estos días sus traiciones y escándalos.
Cien días sin oposición nos han servido para ver lo necesaria que es y lo arrinconada que está.
@juanizavala