Granados Chapa y el sexenio de López Obrador
A lo largo del sexenio, Andrés Manuel ha demandado, sin tapujos, una prensa aliada de lo que él promete que es un cambio transformador
Las relaciones entre la prensa y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador darán tema de discusión durante lustros.
No es del todo una sorpresa lo que en esta materia ha ocurrido desde 2018. Porque desde la jefatura de gobierno López Obrador dio adelantos. Y porque desde el 2006 se destaparon filos de su falta de templanza y veleidosa parcialidad con los medios.
Tan no fue una sorpresa que recu...
Las relaciones entre la prensa y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador darán tema de discusión durante lustros.
No es del todo una sorpresa lo que en esta materia ha ocurrido desde 2018. Porque desde la jefatura de gobierno López Obrador dio adelantos. Y porque desde el 2006 se destaparon filos de su falta de templanza y veleidosa parcialidad con los medios.
Tan no fue una sorpresa que recuerdo a un periodista de una revista, quien ante la pregunta de un amigo colombiano que le inquiría sobre sus razones para votar por López Obrador, sereno, contestó: elegí al presidente con el que me gustaría pelear. Servido y lo que falta.
Y si aquello fue en 2018, en el arranque mismo de 2024, su último año en la presidencia, López Obrador se lanzó temprano contra periodistas como Roberto Zamarripa, nuevo director de Reforma, y —de nueva cuenta— en contra de Ciro Gómez Leyva y otros habituales.
Tras esa escalada verbal llegó la salida, no muy transparente por parte de sus protagonistas, pero rica a la hora de producir especulaciones de supuesta censura, de Azucena Uresti de grupo Milenio. La periodista dedicó su último programa a las madres buscadoras, tema que se le atraganta a Palacio.
A lo largo del sexenio, Andrés Manuel ha demandado, sin tapujos, una prensa aliada de lo que él promete que es un cambio transformador. Cualquiera que, en lugar de adherirse cuestione, es equiparado con los maiceados del porfiriato, o con jilgueros del viejo régimen que antes callaron y ahora ladran.
Pocos sabían tanto de la compleja relación de periodistas en el priato y en el panismo que le sucedió en 2000 como Miguel Ángel Granados Chapa, muerto un año antes de que terminara el periodo de Felipe Calderón en 2012. Y pocos conocían tan bien a López Obrador como el autor de Plaza Pública.
La figura y las palabras de Granados Chapa pueden ser incorporadas al debate sobre prensa y poder en el sexenio que, tristemente, ya no le tocó ver.
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En la biografía que Silvia Cherem publicó de Granados Chapa, establece que este no calificaba a López Obrador como un caudillo populista que incita a la polarización social: “Él no es el generador de esa energía de insatisfacción, simplemente el que le da voz. Lo más admirable es la sintonía que mantiene con el pueblo, con la gente común; es capaz de organizar y movilizar masas en un santiamén porque despierta la confianza de los desconfiados, de quienes siempre han sido engañados”.
Se trataría, expone la autora, de un pacifista “sintonizado con el rencor social; (que) no lo auspicia, lo encausa”.
El libro de Cherem se llama Por la izquierda, Medio siglo de historias en el periodismo mexicano contadas por Granados Chapa (Khálida Editores, 2010). Y en él, el columnista habla de su perredismo. “No me inquieta que me acusen de perredista. A diferencia de otros que expresan sus afinidades soterradamente, yo he sido honrado en mis preferencias. Procuro ser crítico también con el PRD, no fui servidor de López Obrador mientras estuvo en el gobierno y lo critiqué abiertamente cuando organizó el plantón en Reforma tras su fallida elección”.
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Humberto Musacchio tiene un libro rico en anécdotas y experiencias con Granados Chapa. En Un Periodista en Contexto (Planeta, 2010), el hoy columnista de Excélsior expone lo que el reportero de Hidalgo le dijo sobre una de las génesis de las diferencias entre gobiernos y periodistas:
“Millones de compatriotas nuestros, dijo, esperan todavía que delante de ellos se abra un destino verdaderamente humano, que les permita abandonar su degradada condición… mientras esa realidad subsista, habrá tensiones entre la prensa y el poder”.
En el volumen se trae a la memoria un momento en el que, para demandar respeto a la disidencia periodística, frente al presidente López Portillo Granados citó palabras pronunciadas por el propio ocupante de la presidencia en el periodo 1976-1982 ante Ronald Reagan: “Celebraremos las coincidencias, y cuando no coincidamos —y es posible que no coincidamos en este mundo de pluralidades—, lo haremos sin arrogancia. La arrogancia es un peligroso desliz de quienes están en posición más débil; la otra peligrosa vertiente es la sumisión. Nosotros escogemos el camino del respeto y la dignidad, sin arrogancia ni sumisión”.
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Al cumplirse diez años del fallecimiento de quien murió como columnista de Reforma, Zamarripa, hoy director de ese diario y quien este enero cumple treinta años de trabajar ahí, publicó un texto titulado El Periodista.
Al rememorar una conferencia de Granados Chapa en 1978, Zamarripa subraya que aquel forma “parte de la generación de profesionales que moldeaba un periodismo libre en tiempos de hostilidad gubernamental (…) una generación, la de los setenta, que cambió para bien al periodismo mexicano”. “El periodismo exigía, exige, constancia y rigor, pies en la tierra para no volar a la menor provocación, y una ética atada. Ética y periodismo profesional son un solo material, del que como varios de entonces, estaba hecho Granados Chapa”, escribió quien también, como el columnista, había pasado por el diario La Jornada.
“Sus clases se tomaban en la redacción. Con ecuanimidad solía decir a los reporteros quejosos que alzaban la voz para que cuitas personales se escucharan en la sala de redacción: ‘¿y por qué mejor no lo escribe?’…”
“En su ruta, azarosa, efervescente, de plenitud, cursó conflictos con fuentes y porque no decirlo con colegas. La transición mexicana, igualmente la de los medios, no ha sido en caminos pavimentados…”
“No hay hubieras”, sentenciaba Zamarripa en 2021, en el año intermedio del sexenio de López Obrador, “pero hay historia, hay ejemplo. Desechar la memoria parece deporte ahora para arrastrarse”. Y enseguida procede a citar un discurso de Granados Chapa en noviembre de 1975:
“Propiciar la irracionalidad en el examen de los procesos políticos y en los procesos políticos mismos, significa militar contra la democracia. Ese es el papel que desempeñan las informaciones y los comentarios políticos que se pierden en la superficie de la anécdota, en el morbo del chismorreo, en la insidia de la observación calumniosa. Por lo contrario, fomentar el periodismo político responsable, así sea ejercido por profesionales que no requieren otro estímulo para su labor, que el resultado de la propia tarea, es rendir un servicio al esfuerzo democrático”.
Zamarripa luego cita a Granados Chapa citando a Francisco Martínez de la Vega: “la misión permanente de un periodista no es la militancia agresiva y persistente en una de las trincheras, de las batallas o de las polémicas ideológicas, aunque esos combates y esas polémicas formen la tradición más noble de un periodismo político no profesional (…) Es tiempo que advirtamos las diferencias que distinguen la militancia partidista y el ejercicio profesional del periodismo”.
Finalmente, retomo a Cherem cuando Granados habla de Reforma: “Siempre ha sido un periódico profesional, su organización es muy sólida y eso le permite su independencia que molesta a muchos: un día revela el exceso de gastos en la presidencia de la República en manos del PAN, al siguiente día algo que irrita a los partidarios de López Obrador e igualmente es filosa la crítica contra el PRI”.
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El debate está lejos de terminar, pero tampoco inició en 2018.
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