El Soho mexicano, Claudia y la sucesión

El martes fue un día notable para Claudia Sheinbaum, de cara a la sucesión presidencial

Residentes extranjeros en los barrios Roma-Condesa de Ciudad de México, el pasado 22 de febrero.CLAUDIA ARÉCHIGA

Este martes se presentó en la mañanera un informe de criminalidad sobre la Ciudad de México, según el cual la mayoría de los delitos se encuentran en los mínimos históricos de las últimas décadas, lo cual, entre otras cosas, ubicaría a la capital como una ciudad más segura que Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Los expertos en estos temas nos dirán si los datos duros sostienen tal conclusión o si la interpretación del documento presentado peca de optimismo. Pero incluso si estas cifras se están le...

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Este martes se presentó en la mañanera un informe de criminalidad sobre la Ciudad de México, según el cual la mayoría de los delitos se encuentran en los mínimos históricos de las últimas décadas, lo cual, entre otras cosas, ubicaría a la capital como una ciudad más segura que Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Los expertos en estos temas nos dirán si los datos duros sostienen tal conclusión o si la interpretación del documento presentado peca de optimismo. Pero incluso si estas cifras se están leyendo desde su lado más luminoso, por así decirlo, lo cierto es que la criminalidad en Ciudad de México ha descendido.

Y esto es palpable en muchos sentidos. Algunos barrios como La Condesa o la Roma se han poblado de turistas extranjeros, al grado de que en sus parques y en muchas terrazas de cafeterías y restaurantes se observan curiosas escenas en las que los foráneos superan en número al de los mexicanos. Literalmente han inundado estas zonas, convirtiéndolas, a ojos de los visitantes, en una versión exótica y más barata del Soho neoyorquino o londinense. Además, se trata de un turismo distinto al que solía venir a la capital, que lo hacía por dos o tres días y en muchas ocasiones de paso a las pirámides o a sitios de playa. El de ahora es un turismo de jóvenes y adultos jóvenes que vienen a instalarse por semanas o meses en cuartos y apartamentos de Airbnb y se integran a la vida del barrio. Entiendo que esto no es en toda la metrópoli, pero resulta sintomático porque no estarían llegando si percibieran que la ciudad es insegura. Recordemos que la disminución de la terrible crisis por inseguridad que vivió Nueva York en los años ochenta, fue la clave para el resurgimiento de la Gran Manzana. Quien se llevó el crédito, haya sido por motivos justificables o inflados, Rudy Giuliani, entonces fiscal de la ciudad, llegó a ser alcalde y emprendió una ambiciosa carrera en la política nacional, obstaculizada más tarde por sus propios errores.

Cito lo anterior para llevar agua al molino de la reflexión política. El martes fue un día notable para Claudia Sheinbaum, de cara a la sucesión presidencial. El descenso de la criminalidad en la capital tiene un valor significativo para el propio Andrés Manuel López Obrador, porque el tema de la inseguridad y la expansión geográfica de los cárteles se considera uno de los renglones a deber del sexenio obradorista. Cada semana el presidente tiene que abogar por su estrategia de abrazos, no balazos frente a escandalosos hechos de sangre y en ese sentido los favorables resultados de la capital representan oro molido para su causa. Que la Ciudad de México, principal bastión territorial del movimiento, esté consiguiendo disminuir este problema le ofrece a López Obrador un enorme trofeo para lucir cuando llegue el momento.

Durante décadas la violencia de los cárteles, preocupante como era, se consideraba un problema relativamente delimitado a las zonas productoras y de tránsito. Luego comenzó a expandirse a otros territorios, pero se asumía que la capital del país estaba al margen, salvo los casos ocasionales provocados por el narcomenudeo. No obstante, en el sexenio pasado el rápido crecimiento del número de asesinados y la proliferación de extorsiones en bares y antros mostró que la “excepcionalidad” de la capital había terminado. Un golpe simbólico porque exhibía la incapacidad del gobierno federal para mantener la seguridad frente a los cárteles, incluso en su propia sede. El hecho de que ahora esa tendencia esté remitiendo y que la CdMx comienza a recuperarse ofrece la esperanza, al menos para el relato, de que habría iniciado un rebote favorable y potencialmente extensible a otras zonas.

Los alcances y las razones que explican estos nuevos datos escapan a los límites de este texto. Son muchos los factores para producir los resultados positivos, y seguramente el buen desempeño de la propia jefa de gobierno es parte de ello, pero está claro que el presidente decidió que políticamente Claudia Sheinbaum se llevara el mérito.

Para la alcaldesa de la ciudad esta favorable exposición llega en el momento más oportuno. Sus polémicas declaraciones sobre el dictamen de la empresa noruega DNV respecto a la línea 12, había recibido cuestionamientos entre la prensa crítica, al grado de que algunos consideraban al incidente como una seria abolladura en sus aspiraciones presidenciales.

La sesión del martes restituye imagen y bonos de cara a esa carrera. Y su buena jornada culminó unos minutos más tarde, en la misma mañanera, cuando el presidente, contento por la exposición, abordó el tema de la sucesión. Si bien insistió que él no metería las manos por ningún delfín y que todo lo decidiría una encuesta, no resistió una frase que coloca las cosas en relativa perspectiva. Celebro el relevo generacional que viene, dijo, y luego intentó matizar: “todos tienen menos edad que yo”. Pero al hablar de relevo generacional quizá se traicionó revelando más de lo que hubiera querido. Quizá porque Marcelo Ebrard y Adán Augusto López tienen una larga trayectoria política, y pese a que este último se encontraba presente en la sesión, las miradas convergieron en Claudia Sheinbaum. Lo paradójico es que en realidad los tres pertenecen a la misma generación e incluso cabría preguntarse si la diferencia de edad con López Obrador justifica hablar de un relevo generacional. Quizá político, pero difícilmente cronológico. Para el momento de la elección todos serán sexagenarios. Marcelo Ebrard es seis años más joven que el presidente y Adán Augusto López, diez años. Y para sorpresa de quienes ven por vez primera su ficha biográfica, Sheinbaum es un año mayor que Adán Augusto y apenas nueve menor que el presidente.

Cuestión de percepciones, que en política lo son todo. Por ejemplo, el hecho de que López Obrador esté dispuesto a no intervenir y asumiendo que, en efecto, lo cumpla, resulta imposible evitar que las bases morenistas terminen sufragando en beneficio de aquel que consideren es el favorito de su líder. Y eso en última instancia será un tema de interpretaciones subjetivas. En otras palabras, la batalla por la candidatura no solo estriba en ganarse la venia del jefe político, sino también la percepción popular de que se es el favorito implícito. Una larga carrera que estará cargada de avances y retrocesos para unos y otros; un largo maratón en el que este martes Claudia Sheinbaum avanzó una casilla.

@jorgezepedap

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