Arturo Herrera y el riesgo de ejercer el cargo
Victoria Rodríguez, propuesta por López Obrador como gobernadora del Banco de México, es definida por quienes la han tratado como el brazo de acero del presidente. Ahora sustituirá a su profesor y mentor en dos Gobiernos
¿Por qué Andrés Manuel López Obrador cambió de parecer y en lugar de enviar a Arturo Herrera al Banco de México (Banxico), como había anunciado formalmente en junio, ha optado por nombrar a Victoria Rodríguez, hasta ahora subsecretaria de Egresos de Hacienda?
Herrera fue despedido porque al presidente López Obrador no le g...
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¿Por qué Andrés Manuel López Obrador cambió de parecer y en lugar de enviar a Arturo Herrera al Banco de México (Banxico), como había anunciado formalmente en junio, ha optado por nombrar a Victoria Rodríguez, hasta ahora subsecretaria de Egresos de Hacienda?
Herrera fue despedido porque al presidente López Obrador no le gusta que un secretario de Hacienda ejerza su papel y adelante participaciones federales a los Estados en pleno proceso electoral, dentro de sus atribuciones legales y necesitándolas las entidades. Al ejercer un rol de Gobierno, Herrera puso en riesgo el proyecto. Claro, Gobierno = todos los mexicanos, proyecto = todo eso que quiera y defina el señor presidente, quien sobre todas las cosas lo que más desea es ganar elecciones.
Que Herrera no será titular de Banxico porque el presidente en realidad quería que fuera candidato en Hidalgo pero él rechazó ese puesto, o porque lo grillaron desde el secretario de Hacienda Rogelio Ramírez de la O, el vocero Jesús Ramírez con sus youtuberos, la jefa del SAT Raquel Buenrostro o quien ustedes quieran, tómenlo con un grano de sal. Mucho de eso puede ser cierto —y de hecho la suma de todo se acerca a la verdad—, pero esa es la vida cotidiana en un Gabinete, y más en uno donde no hay equilibrios internos porque solo una voz habla y decide.
Herrera quedó demasiado expuesto cuando fue desplazado de la oficina del secretario de Hacienda de Palacio Nacional y las pirañas se aprovecharon de él, sin chamba por meses —con las consecuencias que eso puede tener para alguien a quien se asume una honradez— y sin el fuero de la ratificación, con permiso de quien antes no escuchaba chismes, y ahora no hace otra cosa que llenarse los oídos de rumores.
Porque lo que estamos atestiguando no es nuevo. Ni ese consuelo queda. Gabriel Zaid lo diagnosticó de manera insuperable en los años ochenta en La Economía Presidencial. Ahí, entre muchas otras cosas, Zaid dice que en nuestro sistema presidencialista, donde la silla del águila asume todas las decisiones, “los servidores públicos saben que el nombramiento no se gana dándole buen servicio al público. Se gana estando bien con el que reparte”. Así que no pocos quisieron, a costa de Arturo, congraciarse con el número uno.
Terminemos con la parte de Herrera. Se asumió secretario y eso molestó al jefe, que desde verano retiró la solicitud de ratificación. Parece que luego —dado que los dineros en los Estados no descarrilaron a Morena en las elecciones (frase más priista imposible de redactar)—, las chances de Arturo parecieron revivir este noviembre, pero fue solo una ilusión, el humor presidencial cambió de nuevo y el lunes de la semana pasada Andrés Manuel le comunicó que lástima Margarito, no quedaste tú.
El presidente tomó esa decisión, en parte, porque el sexenio ya no es lo que quiere que sea. La Corte le niega favores, el INE se le resiste, los priistas se ponen sus moños y hasta su Gobierno se tarda en autorizar lo necesario y urgente para sus obras. Menos mal que están los del “sí señor de la transformación”, esos, los vestidos de verde, caqui y azul marino para reconfortarle. Qué sería de la administración sin los uniformados.
Frente a ese panorama, expulsar a Herrera del paraíso lopezobradorista resultaba funcional para mostrarse duro e independiente, para nada rehén: demostraría, fundamentalmente, que es autónomo para cambiar de plan cuando quiera; que los mercados tengan para que aprendan que él no tiene que mandar señales de certidumbre porque ésta solo emana de su persona y de nadie más, que si así fue en caso de Carlos Urzúa, despachado sin temor a turbulencias, así será con Herrera o con quien venga después.
De la manga sacará para el Banco de México una carta que podría parecer sorpresiva para los analistas financieros, pero que es más que natural para quien recuerde cómo es López Obrador.
Victoria Rodríguez es definida por quienes la han tratado como el brazo de acero del presidente. AMLO se dirige a ella en juntas saltándose a secretarios, incluido Ramírez de la O. Con los demás es muy reservada e incluso la califican de circunspecta. Llegó al Gobierno, al de la capital en tiempos de la jefatura de Andrés Manuel, de la mano de Arturo Herrera, quien fue su maestro. Es cerrada y no juega en equipo. Le dice “señor” al titular del Ejecutivo y ya una vez se sacó la lotería: cuando Gerardo Esquivel se fue al Banco de México, por los diferendos con el entonces presidente electo, ella quedó encaminada a la poderosa subsecretaría de Egresos. Ahora sustituirá a su profesor y mentor en dos Gobiernos. Suerte te dé dios, que el Peje del resto se encarga.
¿Sus áreas de oportunidad? Quienes le han tratado no recuerdan que tenga dominio del inglés en un mundo financiero que vive en ese idioma, y su experiencia es eminentemente en temas presupuestales, algo que en el Banxico no es —por decirlo suavemente— central.
Eso al presidente —que en la transición no la recordaba de los tiempos del GDF y Carlos Urzúa tuvo que refrescarle la memoria al decirle que era un cuadro que estaba en el equipo desde los dosmiles— no parece haberle importado. De hecho, otro testimonio señala que al arrancar la administración el tabasqueño comenzó a llevarla a giras: algo ya había visto el mandatario en el futuro de esta economista.
Lo otro que no le importó a AMLO es que si el pecado de Herrera fue adelantar dineros a Estados, ¿quién si no la subsecretaria de Egresos los procesaba? Pero bueno, ya se sabe que la verdad es acomodaticia.
La llegada de Victoria Rodríguez al Banco de México se dará en un ambiente donde el primer mandatario está en una ruta de reafirmación de poder. El juego sucesorio está desatado (por no decir descontrolado): es Sheinbaum y no López Obrador quien sale en la portada de El País Semanal o quien escribe en The Economist. Eso a tres años de dejar el poder no es poca cosa. Y falta lo que se invente Marcelo Ebrard para despuntar mediáticamente. ¿El presidente tiene quién le escriba?
Al dar a conocer el nombramiento de Rodríguez, el mandatario ha reiterado este miércoles que su Gobierno respetará al Banco de México. ¿Qué elementos hay para creer la palabra de quien se asume como economista en jefe?
López Obrador ha tenido que lidiar con una economía pobre con un banco sólido. Alguien diría que precisamente para eso se creó el Banxico, pero ¿qué nos dice esa realidad en una administración donde el presidente recita el credo de que no puede haber pueblo pobre con Gobierno rico?
La duda no ofende porque es lógica: si la mañanera es un ring donde se vapulea regularmente al Instituto Nacional Electoral por lo que ganan sus consejeros, ¿por qué el presidente haría con el Banxico —cuyos sueldos tampoco encajan en el tabulador pejista— una excepción en ese discurso de austeridad que tanto predica?
Pero más importante que los salarios. Ya en el pasado, en medio de la pandemia, López Obrador ha intentado conversar con las autoridades del Banxico para plantear que el entorno económico es adverso y que algunas cosas deberían explorarse para ver cómo ayudan conjuntamente a la economía. Las pláticas no llegaron muy lejos pues los interlocutores no hablaban el mismo idioma. El banco central tiene rígidos mandatos mientras que el presidente se precia de ser muy creativo.
Victoria Rodríguez pasará el trámite del Senado y en enero despachará en 5 de mayo. No será, como ocurriría de haber llegado Herrera, la mejor amiga de Gerardo Esquivel. Eso quizá también lo valoró AMLO: en un Gobierno sin gabinete, como por qué se iba a jugar el riesgo de que en Banxico Herrera & Esquivel hicieran bloque.
Si Victoria ha trabajado básicamente para López Obrador, ¿cómo saber si su visión será distinta o autónoma de la del presidente? Si entenderá que el Banxico no es, digamos, un Banobras rico, que su función no gira en torno al Gobierno sino a la economía.
En ese sentido: ¿es posible decir que Victoria representa a Andrés Manuel más que al Estado mexicano que, tras ratificación senatorial, le ha de dar posesión en el cargo de gobernadora del Banxico? Eso solo lo sabe la próxima titular de tan importante institución. Ayer en un video en el que aparece junto a Ramírez de la O, publicado con la obvia intención de dar certidumbre del rumbo del sorpresivo cambio presidencial, desde un patio de Palacio Nacional Rodríguez subrayó que “cumplirá” (sic) con la autonomía y la función normativa del banco, y que no tocará las reservas internacionales.
Y a todo esto, ¿dónde quedó Ramírez de la O? Pues en el mismo lugar que cuando hace semanas Pablo Gómez fue nombrado como nuevo titular de la Unidad de Inteligencia Financiera: fuera de la foto. El secretario de Hacienda no se constituyó en un factor que atajara los rumores que había desde la semana pasada sobre el posible cambio de nominado al Banxico; el martes que finalmente se dio esa noticia estuvo prácticamente desaparecido, y este miércoles salió, mediante el video mencionado en el párrafo anterior, demasiadas horas después del anuncio de López Obrador a refrendar que se compromete a respetar la autonomía del Banco de México.
Ramírez de la O se quita de encima a Arturo y a Victoria. Al primero lo desdeñó constantemente, cuando aceptaba dar consejos al ocupante de Palacio Nacional pasando por encima del entonces secretario de Hacienda. A la segunda ya le escamoteaba información, así que ahora por fin la tendrá lejos.
Pero haría mal Rogelio en creer que gana en esta partida. El presidente tendrá una gobernadora fuerte y leal, quién sabe si demasiado leal, pero sin dudas apegada al político que ha marcado su vida pública. Y en cambio, Ramírez de la O seguirá siendo el tercer secretario de Hacienda, uno cada vez más desdibujado, uno cada vez menos relevante pues López Obrador es el único que dicta la política económica gubernamental y pronto podría también gravitar en Banxico.
Esto no quiere decir que el presidente haya despertado el lunes de la semana pasada con ganas de tocar las reservas y que por ello decidiera mandar a Victoria en lugar de Arturo. No, cuesta trabajo pensar que se meterá con las reservas del banco porque como buen setentero Andrés Manuel sabe que no debe generar condiciones para una devaluación del peso.
La llegada de Rodríguez al Banxico abre al Gobierno posibilidades para explorar si el banco central puede cambiar. Al sustituir a su exprofesor en la nominación, es hoy por hoy hechura solo de Palacio.
Ojalá que el aire que con Victoria Rodríguez llega a 5 de mayo signifique un buen refresco a la institución monetaria, y que, sobre todo, cuide de que su arribo no se convierta en un vendaval que sacuda, para mal, a la economía. Es lo que menos le hace falta a México.
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