Las mujeres votan, pero las feministas también
Dos candidatas se disputan la presidencia en México por primera vez en la historia, pero se deja sentir la orfandad de muchas mujeres a la hora de elegir
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Una mujer se alzará con la presidencia el 2 de junio en México, por primera vez en su historia. ¿Cabe un mejor escenario para el voto femenino? De derechas o de izquierdas, las electoras tienen una opción feminista, se diría. Sin embargo, algunas analistas políticas especialistas en género subrayan hoy ...
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Una mujer se alzará con la presidencia el 2 de junio en México, por primera vez en su historia. ¿Cabe un mejor escenario para el voto femenino? De derechas o de izquierdas, las electoras tienen una opción feminista, se diría. Sin embargo, algunas analistas políticas especialistas en género subrayan hoy la orfandad que sienten las mujeres en esta convocatoria, ¿cómo es posible? Pues lo es. Claudia Sheinbaum, aventajada en las encuestas, representa para muchas la continuidad de un gobierno que ha protagonizado sonoros desencuentros con el movimiento de la igualdad sin distanciarse de ellos, como esperaban. También en su mandato, como jefa de Gobierno en la Ciudad de México, tuvo algunos choques con las feministas. Se les dijo, incluso, que eran de derechas. Siendo así, ahí está, entonces, la opción Xóchitl Gálvez, abanderada del PAN y otros partidos tradicionales. Pues tampoco. La postura de la candidata de Fuerza y Corazón por México ha sido tibia en cuestiones como el aborto y hay quien no se fía de que su llegada suponga un avance en el terreno de la igualdad. Ninguna, dicen, muestra una agenda rompedora en lo que se refiere a la lucha feminista. Y ya se ha demostrado que un gobierno paritario, como el de López Obrador, no significa un gobierno feminista así automáticamente.
¿Qué hacer entonces? En México votan más las mujeres que los hombres. Así ocurrió, al menos, en las pasadas elecciones, donde un 66% del censo femenino acudió a las urnas frente al 58% de los hombres convocados. Hay una lógica en ello, las mujeres se sitúan por lo general en posiciones más de centroizquierda y la llegada de la Cuarta Transformación se veía como un soplo de aire fresco respecto a anteriores gobiernos, también para el feminismo y la agenda de las mujeres. El idilio duró poco. El presidente ha tenido agrios comentarios contra las feministas, tarde tras tarde, y sus declaraciones sobre el movimiento morado o verde han sido torpes y desafortunadas en no pocas ocasiones.
El aborto, como una de las grandes causas, sigue siendo una palabra prohibida en los debates, a pesar de que son dos las mujeres que compiten. Sheinbaum solo dijo, en el primero que han librado, que ya el Poder Judicial lo había despenalizado en México. Cierto. Pero, ¿quién se atreve a legislar? ¿Quién a incluirlo como un derecho en la Constitución siguiendo el ejemplo francés? Gálvez tampoco se mete en esos fregados cuando se le pregunta. La timidez de las propuestas acaba por hacer bueno el dicho de que una gobernanta no garantiza mejoras en el feminismo. Eso podría entenderse como un gran paso en la normalización de las cosas, el hecho de que las mujeres lleguen al poder siendo tontas o listas, honradas o corruptas, de derechas o de izquierdas, o sea, como ellos. Pero no están las cosas todavía para desperdiciar tantos y de las candidatas se espera que defiendan con más ahínco la causa de la igualdad, muy necesitada hoy, mañana y siempre de apoyos sustantivos. Y más en un país como México. Conviene recordar la peor de las estadísticas: un promedio de 10 asesinadas al día.
No todo está dicho, sin embargo. Los programas electorales y las manifestaciones en fechas previas a las urnas suelen ser más cautelosos que la osadía que un gobierno puede desplegar después. Ha habido partidos de izquierdas que han sacado la regulación del aborto de sus campañas para después implantarla de forma avanzada cuando gobernaron. Las causas de las mujeres pueden espantar a los hombres, argumentarán, mejor no mover esos asuntos hasta llegar al poder. Ese puede ser el caso. Está por ver.
Hay, además, otra opción, la de Jorge Álvarez Máynez, el candidato de Movimiento Ciudadano. Es hombre, pero sus planteamientos públicos, como no puede ser ya de otra forma, son feministas. Bueno, sí que pueden, miren los de Milei, y ganó los comicios argentinos. Máynez no es Milei y tiene la lección bien aprendida. Pero es difícil que una feminista, es decir, alguien que vota teniendo como prioridad esos principios igualitarios, vaya a hacerlo por un hombre cuando tiene a dos mujeres de distinto signo político para elegir. Si a pesar de todo no se fían de ellas, ¿por qué habrían de confiar en la palabra de un hombre, tantas veces traicionada en este campo?
Las candidatas no han desperdiciado el potencial que en las últimas décadas tiene el voto feminista, que no femenino. Todas proclaman que es tiempo de mujeres. Y no se equivocan. La pregunta es: ¿de qué mujeres? El feminismo en México ha alcanzado un poderío digno de consideración. Es un movimiento que lucha con garra de forma transversal, que es capaz de enfrentarse a gobiernos de cualquier ideología cuando no representan sus intereses. El único, casi podría decirse, que ha plantado cara a López Obrador año tras año. El mismo que repetirá en buena medida su voto por Morena, pero no dejará de protestar a las puertas de Palacio Nacional cuando sea necesario. Hay que votar la mejor opción, aunque solo sea la menos mala, dirán. ¿De qué sirve quedarse en casa sin participar en la vida pública, verdad? En todo caso, es tiempo de mujeres, sí, habrá que esforzarse en aprovechar ese viento para mover las banderas. También las candidatas deberían soplar a favor con más ánimos.
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