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Rubén Rocha, el gobernador incómodo

El Gobierno y Morena batallan con el polémico dirigente de Sinaloa pese a las críticas por su gestión de la crisis de violencia, para garantizar la mayoría en las Cámaras

El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, se ha convertido en un personaje incómodo para la presidenta, Claudia Sheinbaum y para el partido oficialista, Morena. En el centro del problema está la manera en que el mandatario local ha gestionado la espiral de violencia en su Estado y el desgaste que ha supuesto para el Ejecutivo federal, a más de un año del inicio de la guerra intestina en el Cartel de Sinaloa, que ha dejado cientos de muertos y desaparecidos. Al margen de la ayuda y los enormes recursos que el Gobierno de Sheinbaum ha enviado directamente a ese Estado, desde el Ejecutivo se evalúa una ruta para gestionar una crisis que se está volviendo política. De cara a las elecciones legislativas de 2027, en las que el oficialismo se juega la mayoría calificada que tiene en las dos Cámaras del Congreso, la renuncia de Rocha al cargo se ha puesto sobre la mesa en más de una ocasión, una vía que el mandatario ha rechazado de manera consistente, según confirman a EL PAÍS fuentes al tanto de las maniobras de Rocha en Sinaloa. El gobernador, mientras, se atrinchera y no pasa oportunidad para recalcar que siempre tuvo el apoyo del expresidente y fundador de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

Sinaloa ya era un incendio cuando Sheinbaum tomó posesión del cargo de presidenta de México, en octubre del año pasado. La guerra total entre las facciones de Los Chapitos y La Mayiza sumió al Estado en su peor crisis de inseguridad. El problema se agravó por varios tropiezos de Rocha. Primero, Ismael El Mayo Zambada, líder del Cartel de Sinaloa, habló de una reunión a la que supuestamente acudiría con el gobernador y Héctor Melesio Cuén, un político con mucha influencia local, adversario de Rocha. En ese supuesto encuentro fue secuestrado El Mayo ―para luego entregarlo a Estados Unidos―, y Cuén, asesinado. De manera turbia, la Fiscalía estatal intentó encubrir el asesinato de Cuén, hasta que la Fiscalía General intervino y desmontó la fachada. Rodeado de sombras, Rocha negó los señalamientos de El Mayo y tuvo el respaldo irrestricto del expresidente Andrés Manuel López Obrador, a quien le tocó gestionar la crisis en Sinaloa en los últimos meses de su sexenio. La calma quedó lejos de llegar. Rocha hizo declaraciones muy polémicas, por ejemplo, defendiendo que Sinaloa estaba “perfectamente bien” y que la población vivía en calma y tranquilidad, lo que desató la indignación social en su Estado.

Ya con las riendas del poder, Sheinbaum diseñó una estrategia de control que consistió en enviar directamente a Sinaloa a su hombre fuerte, el secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch, a coordinar las labores de combate al crimen, con las Fuerzas Armadas y las corporaciones locales bajo su comando. El resultado fueron decenas de detenciones de sicarios y múltiples decomisos de drogas y laboratorios. La presidenta, siempre pendiente de la estrategia, visitó Sinaloa y declaró que ni la población ni el mandatario estaban solos. Rocha utilizaba las muestras de respaldo del Ejecutivo, tanto de López Obrador como de Sheinbaum, como recurso político para validar su gestión. Pero ni de lejos se trataba de un cheque en blanco, al menos en el caso de la presidenta.

En los primeros días de enero, se incrementaron las voces dentro del oficialismo y el Gobierno que, hacia dentro, querían la salida de Rocha. En más de una ocasión, dirigentes de alto nivel hicieron llegar a Rocha el mensaje de que lo mejor era que renunciara, pues su imagen comenzaba a repercutir sobre la imagen del Ejecutivo federal y, peor aún, sobre la gobernabilidad del país entero. Sheinbaum había lanzado el Operativo Frontera Norte como moneda de negociación con Donald Trump, que, nada más asumir la presidencia de Estados Unidos, había iniciado una enorme ofensiva económica contra México por el problema del narcotráfico.

Rocha no solo no ha aceptado algún los llamados de atención, que se le han planteado en clave de sugerencia y no de instrucción, según las fuentes. Al contrario, el gobernador, que es descrito como un político de trato muy difícil, dijo que él estaba en su cargo porque así lo querían los sinaloenses, en referencia a las elecciones de 2021 en las que resultó electo. Más de una vez se le ha pedido solicitar licencia al cargo y se le ha planteado, por ejemplo, someterse a una consulta de revocación de mandato, donde incluso podría salir favorecido si la población le ratifica, agregan las fuentes. Este periódico ha solicitado al gobernador, a través de un portavoz, un comentario sobre tales peticiones de renuncia, pero no ha habido respuesta.

A menos de dos años de concluir su mandato, Rocha ha respondido en días recientes a las presiones políticas desde el oficialismo con una apuesta elevada. En un acto público en la Feria Internacional del Libro de Culiacán, aseguró que su candidatura a gobernador de Morena se la debía directamente a López Obrador. Según su relato, en el marco de la interna de Morena para definir las candidaturas, el ganador de la encuesta para Sinaloa no había sido él, sino Luis Guillermo Benítez Torres, alias El Químico, el contendiente más sólido. No obstante, dijo, el entonces presidente intervino para que el partido oficialista le diera a él el triunfo. Entre líneas, Rocha usaba todo el peso político de López Obrador como baluarte. Si antes afirmaba que él se debía al pueblo de Sinaloa, ahora insinuaba que se debía al mayor líder de Morena.

De acuerdo con el audio de aquella intervención en la FIL, al que ha tenido acceso EL PAÍS, Rocha habló de un encuentro con López Obrador, en el que el propio presidente le confesó cómo intervino en el proceso interno para favorecerlo a él. Se vieron en una zona militar en Culiacán, capital de Sinaloa (Rocha ya era mandatario). “Me dijo el presidente Andrés Manuel: ‘yo no sé cómo fuiste senador, pero sí sé cómo fuiste gobernador”. En aquel entonces, según su relato, el presidente le dijo que revisó las encuestas y, al ver que Rocha era el mejor valorado en intención del voto, decidió que él debía ser el abanderado de su partido. Rocha apuntó ante el público que contaba esa confidencia porque no creía que López Obrador, retirado de la vida pública desde hace un año, le llamase para reclamarle. El público soltó carcajadas.

Políticos que en aquellos tiempos formaban parte de la dirigencia morenista, y que estaban familiarizados con las encuestas para definir las candidaturas, niegan que el expresidente haya tenido intervención en el asunto de Rocha. En todo caso, afirman, se trató de una operación de Mario Delgado, el entonces dirigente de la formación guinda. Delgado, en efecto, tumbó las aspiraciones de El Químico Benítez —que ganó la encuesta— alegando acusaciones de violencia política de género en su contra. Este diario ha contactado a Delgado, actual secretario de Educación, para solicitarle un posicionamiento sobre las alegaciones que hizo públicas Rocha, pero no atendió la petición.

La explicación de por qué la presidenta y Morena no fuerzan la renuncia de Rocha es, según las fuentes consultadas, puramente pragmática y se reduce a la estrategia política para conservar la mayoría calificada en las dos Cámaras del Congreso. En el Senado, donde el oficialismo cuenta con una ajustadísima mayoría calificada, Rocha tiene una conexión directa con el senador Enrique Insunza. Si el gobernador pone a Insunza en contra de la mayoría, los planes de reformas de Morena corren mucho riesgo. En la Cámara de Diputados, si bien la aplanadora guinda es más holgada, y Rocha tiene poca influencia entre los legisladores sinaloenses, es aún más importante su estrecha relación de amistad con Ricardo Monreal, el coordinador de toda la fracción morenista. Es tal su vínculo que, según contó el mandatario en la FIL de Culiacán, fue Monreal quien le dio la primicia de que él sería el candidato pese a los malos pronósticos.

Atrincherado en su Estado y aupado a los hombros de López Obrador, Rocha ha comprado tiempo para mantenerse en la gubernatura a toda costa. No son pocos los personajes incómodos dentro de Morena, con escándalos que dañan la reputación del partido guinda, que fue fundado por su líder en los ideales de la austeridad y la honradez. La incógnita es si otros morenistas cuestionados seguirán el mismo camino trazado por Rocha, haciendo valer su influencia en los legisladores federales para presionar de vuelta a la presidenta y al partido oficialista. Morena navega entre sus principios y el pragmatismo político.

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