Rafael Guerra estira su reino en el Tribunal Superior de Justicia de Ciudad de México
El poderoso jurista es reelegido por un tercer período en el máximo órgano judicial de la capital, pese a las protestas de los trabajadores y las voces críticas con su gestión
A las 14.30 de este viernes han quedado aplastadas todas las posibilidades de un cambio dentro del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) en Ciudad de México. Su poderoso presidente, Rafael Guerra, ha vuelto a ser reelegido para un tercer período al frente del máximo tribunal del poder local. Pese a los esfuerzos de, al menos, dos magistradas por presentarse como una opción de alternancia, Guerra ha obtenido el apoyo de 60 de los 79 magistrados. Ha ido sobrado, le bastaba con el sí de 53. El resultado no ha sorprendido en un gremio que conoce perfectamente la cercanía del jurista con la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, con la ministra Yasmín Esquivel o con el expresidente Andrés Manuel López Obrador. “Es disciplina de partido”, resume una fuente conocedora del TSJ. Guerra estará en el cargo hasta 2027, cuando el puesto salga a las urnas de la elección judicial.
Los detractores de Guerra pensaron que este viernes comenzaba el fin de su reinado. El brutal asesinato del abogado David Cohen a las puertas del Tribunal y el paro de trabajadores durante 34 días parecían los ejemplos perfectos para demostrar el “caos” que había creado el presidente en el corazón del poder judicial local. Incluso, esta mañana, momentos antes de la votación, un grupo de empleados ha salido a protestar ante su posible reelección. Sin embargo, ni la violencia ni el rezago de los expedientes han sido suficientes para sacar de su asiento al que muchos definen como un operador clave de algunos de los pesos pesados de Morena y, por tanto, del poder.
Guerra, de 63 años y con tres décadas de experiencia como juzgador, formó parte del grupo que asesoró a López Obrador en el caso del desafuero, cuando ya era juez local. Su estrecha relación con Rosa Icela Rodríguez le permitió también estar cerca de la presidenta Claudia Sheinbaum, cuando esta era todavía jefa de Gobierno en Ciudad de México y Rodríguez su secretaria de Gobierno. Guerra decidió presentarse a presidente del TSJ en la elección de 2018, justo cuando las piezas estaban a punto de colocarse. Nadie lo ha sacado desde entonces.
Él mismo trató de salirse, para escalar hasta ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en el marco de la elección judicial. Sin embargo, fue desechado porque no alcanzaba el 8 de promedio académico (tenía un 7,4), uno de los requisitos obligatorios para todos los aspirantes. Ya en ese momento se supieron de las presiones que se habían ejercido hacia el Comité de Evaluación para tratar de “hacer una interpretación conveniente” en torno a su promedio y redondearlo a ocho, lo que le hubiera permitido presentarse. No funcionó. El criterio de no ignorar su incumplimiento se impuso en el Comité y eso lo sacó de la jugada.
A cambio, su esposa, Verónica de Gyves, que era integrante del Consejo Federal de la Judicatura, recibió un pase automático a la elección para el Tribunal de Disciplina. Aunque ella no se había presentado a ningún cargo. Después, su nombre apareció en los acordeones que preparó Morena para guiar el voto y salió elegida para el órgano encargado de vigilar a los jueces.
Este movimiento opacó el resultado que obtuvo Guerra con sus magistrados en la elección judicial local. La reforma de la Constitución ordenó que para junio de 2025 salieran a las urnas la mitad de los cargos de jueces y magistrados locales y federales. La magistrada Celia Marín contó a EL PAÍS que Guerra no había cumplido la proporción y solo mandó a 34 de los 79 magistrados y a 98 de los 400 jueces. “Fue una decisión personal. Él sabía que venía la elección a presidente del tribunal y que si él mandaba todas las plazas podía perder su mayoría, que hasta entonces estaba garantizada”, apuntaba Marín.
Los nombres que mandó a las urnas eran figuras de confianza de Guerra. Sin embargo, la inmensa mayoría no salieron elegidos el 1 de junio. Sus nombres no estaban en los acordeones. Esto se interpretó en los círculos judiciales como una pérdida de influencia del presidente del TSJ local. Sin embargo, este viernes, Guerra ha demostrado que su poder sigue intacto. Él ha conseguido 60 apoyos muy por encima de los 10 que ha obtenido Rosalba Guerrero; los seis de Alejandro Sentiés y el único que ha alcanzado Celia Marín. “Son señales de poder”, apunta una fuente.
Yasmín Esquivel ha salido la primera a felicitar al jurista por esta nueva etapa: “Le deseo éxito en esta encomienda, que representa una responsabilidad fundamental para fortalecer la confianza”. La ministra obtuvo de algunos jueces locales sentencias favorables cuando peleaba por la autoría de su tesis de licenciatura. Su andanada judicial contra la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —para evitar que saliera a la luz el dictamen sobre quién había plagiado el trabajo para graduarse en la carrera de Derecho, si ella o un alumno que entregó el mismo documento pero un año antes— recibió el respaldo de varias resoluciones de jueces de Ciudad de México, que llegaron a concluir que Esquivel no plagió por la antigüedad del papel.
“Mi mayor agradecimiento por cada mensaje y muestra de apoyo que he recibido en redes sociales. Su confianza y compañía nos motivan a seguir trabajando. ¡Gracias por su generosidad y por caminar junto al Poder Judicial de Ciudad de México", ha escrito en su cuenta de X Rafael Guerra, que ha prometido “fortalecer los derechos laborales, impulsar la igualdad de género, avanzar en la digitalización y consolidar una justicia oral, transparente y con rostro humano”.