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Tulum se enfría: el turismo decae en la joya de la Riviera Maya

La ocupación hotelera baja más de un 10% en septiembre y revela un reacomodo en las dinámicas turísticas en la región

Sobre la arena blanca de las playas de Tulum todavía queda algo de sargazo y una decena de turistas pasea a la orilla del mar esquivando el alga. Los restaurantes y hoteles de la milla de oro de la Riviera Maya tienen algunos visitantes, pero nada está rebosante. Es temporada baja. Ese es el mantra que repiten los hoteleros, los comerciantes y hasta el alcalde. La situación sería la usual en este momento del año –fin de la temporada de huracanes y sargazo– salvo que las cifras turísticas oficiales mostraron que la ocupación hotelera cayó más de un 10% en septiembre. El dato ha encendido las alarmas de todos los sectores en un destino, en el Estado de Quintana Roo, que no paraba de crecer y que parecía que si iba a morir, sería de éxito.

Tulum se ha encontrado con una tormenta perfecta: una llegada histórica de sargazo, la incertidumbre económica global, la subida de los precios, al mismo tiempo que un reacomodo en las dinámicas turísticas en la región por la reciente construcción de dos proyectos emblemáticos del Gobierno mexicano: el aeropuerto de Tulum y el Parque del Jaguar. En los últimos años, la zona se ha proclamado como una opción premium para los turistas, con experiencias como festivales de música electrónica, retiros espirituales, bodas mayas y sesiones de spa. El destino se ha hecho ya con 11.800 habitaciones de hotel, pero en el último mes la ocupación apenas alcanzó el 50%. “No hay ningún destino en el mundo que siga subiendo históricamente para siempre”, dice Toni Chaves, presidente de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya.

Chaves reconoce que una serie de factores han coincidido en este 2025 para ver un leve declive del turismo, pero asegura que no será una tendencia que permanezca. En cambio, observa que el crecimiento de las rentas de habitaciones por plataforma –como Airbnb– sí está generando un problema de competencia desleal en su sector, dado que no cumplen con las mismas regulaciones y obligaciones que un hotel. “Para mí la renta vacacional es una tendencia de mercado y las tendencias de mercado no se pueden parar, pero hay que regularlas”, argumenta el hotelero.

La exclusividad de Tulum está atada a costos más elevados que en otros sitios de la Riviera Maya. Carlos Hermosillo visita el nuevo Museo Regional de la Costa Oriental acompañado de su novia. Han viajado desde Mexicali, Baja California, hasta la otra punta del país para conocer el Caribe mexicano. Han volado al nuevo aeropuerto de Tulum en dónde un taxi les ha cobrado casi 1.500 pesos (unos 80 dólares) por acercarlos al centro de la localidad. Luego han mirado las excursiones a la zona arqueológica, famosa por su emblemático Castillo a la orilla del mar turquesa, pero el coste les ha parecido excesivo: 3.000 pesos (unos 160 dólares). “Vine en 2016 y se ve que todo está renovado y bien hecho, pero sí nos preguntamos cuánto tuvieron que dañar la selva para construir y por qué cobran más”, comenta Hermosillo. Al final han conseguido esquivar a los operadores turísticos y han gastado en las ruinas mayas solo 800 pesos (40 dólares).

La zona arqueológica de Tulum ha sido históricamente una de las más visitadas de la Riviera Maya. Los últimos datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) revelan que las visitas a las ruinas mayas también han sufrido un importante declive en el último año. Este descenso ha coincidido con la creación y apertura del Parque del Jaguar, una reserva natural y protegida que rodea a la zona arqueológica, que es administrada por la nueva empresa turística del Ejército mexicano y que cobra cuotas adicionales a las tasas de protección al patrimonio histórico y al medio ambiente. La creación del parque, además de dificultar la entrada de los turistas a la zona arqueológica, también impide el libre acceso a una parte de los hoteles, los restaurantes y las playas de Tulum.

La frondosa selva todavía acoge al Castillo de Tulum del siglo XI, que alguna vez lució lleno de turistas mexicanos y extranjeros. En este octubre los visitantes no dejan de llegar, aunque en su mayoría se tratan de visitantes internacionales. A los alrededores se escucha inglés, portugués, alemán, francés y algún acento español peninsular. Los turistas toman fotos a las iguanas, pero ya no pueden acceder a las playas que colindan con la zona arqueológica. Las escaleras están clausuradas y los vacacionistas se conforman con algunos trucos de fotografía que les permiten captar las ruinas mayas y el azul turquesa del mar. Un turista mexicano debe pagar 355 pesos (20 dólares) para llegar hasta el Castillo y un extranjero, 515 pesos (28 dólares).

Durante la pandemia de la covid, Tulum floreció: los nómadas digitales llegaron hasta esta localidad de 46.000 habitantes y la llenaron de vida mientras la enfermedad arreciaba en el mundo. La cantante Dua Lipa se dejó ver en las playas de la zona hotelera y las fotos en redes sociales de vacaciones en el sitio crecieron con efervescencia. David Borjas se mudó entonces de Ciudad de México a Quintana Roo, halló un trabajo en la hotelería de la Riviera Maya y se volvió un visitante regular de Tulum. Desde la orilla del mar, que se ha teñido de rojo por los lixiviados del sargazo, observa a su madre y a su hijo que se están dando un chapuzón en una de las pocas playas con acceso a todo el público. “Esta playa es una de las pocas a las que se puede entrar sin pasar por un restaurante o un hotel, está agradable y tranquilo”, cuenta.

Borjas habla de la principal zona hotelera de Tulum, donde la costa quedó acaparada por los hoteles y restaurantes, y en donde alguien en algún momento olvidó apartar pasos de libre acceso a la playa, como lo ordena la ley mexicana. La inercia hotelera obligaba a los turistas a hospedarse y consumir en esos negocios, sin tener una alternativa libre de cobros. José Manuel Jiménez, profesor de Hotelería de la Escuela Bancaria y Comercial (EBC), apunta que hay una serie de errores de planeación que ha impactado en el crecimiento de Tulum como destino turístico. “Han existido problemas de ordenamiento territorial, prestación de servicios y tensiones por desarrollos rápidos, que afectan la experiencia del turista”, explica.

Para Jiménez, el crecimiento sin planeación ha jugado un papel vital en la situación que ahora enfrenta la zona turística. “La oferta y diversidad de la Riviera Maya podría beneficiar a Tulum. Al poseer una infraestructura y diversificación pueden complementarse, pero Tulum debió consolidarse con ofertas sustentables y especializadas, promoviendo turismo responsable y experiencias únicas y no lo hizo”, refiere. El especialista calcula que para alcanzar un punto de equilibrio en la inversión que se ha hecho, será necesario esperar al menos 10 años para visualizar el impacto del plan gubernamental para impulsar el turismo en la zona.

La crisis en Tulum ha convocado a la secretaria de Turismo, Josefina Rodríguez, y a la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama, a reunirse con el alcalde de Tulum, Diego Castañón. Rodríguez ha asegurado que la Administración de Claudia Sheinbaum está evaluando diversas opciones para ayudar a animar el turismo en esta zona y promete que en las próximas semanas se tomarán algunas medidas. El alcalde Castañón se ha encargado de pedir a los hoteleros que dejen entrar a los turistas a las playas, a través de sus negocios. “Quince hoteleros nos dieron chance de que entraran por la propiedad privada, porque las playas son públicas, son de todos”, asegura. Castañón anuncia su medida en las mismas redes sociales que días atrás extrapolaron las opiniones sobre la caída de turistas en Tulum. El alcalde es optimista y asegura que todos esos turistas volverán tan pronto como en noviembre y diciembre. Que Tulum reflorecerá.

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