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Las tres desapariciones de Pablo Orozco en el Rancho Izaguirre

La Fiscalía de Jalisco confirma a Alejandrina Orozco, madre del joven desaparecido en 2023 que vio sus tenis por la tele, que tiene el cuerpo del menor desde abril pasado

Ya han pasado cuatro días desde que Alejandrina Orozco, la madre de Pablo Joaquín Gómez Orozco, recibió este lunes la llamada que había esperado hace más de dos años y que, al mismo tiempo, no hubiera querido recibir nunca. Autoridades de Jalisco le notificaron que desde el 14 de abril de 2023 ...

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Ya han pasado cuatro días desde que Alejandrina Orozco, la madre de Pablo Joaquín Gómez Orozco, recibió este lunes la llamada que había esperado hace más de dos años y que, al mismo tiempo, no hubiera querido recibir nunca. Autoridades de Jalisco le notificaron que desde el 14 de abril de 2023 tenían el cuerpo de su hijo Pablo. Ella reconoció sus tenis a través de imágenes en la televisión cuando México descubrió el horror de un rancho en Jalisco usado por el narco para reclutar y adiestrar a jóvenes. Entre los zapatos y prendas de ropa apiladas en montículos desordenados, Alejandrina alcanzó a distinguir los tenis azules de su hijo. Los que llevaba la última vez que lo vio, cuando salió de su casa a buscar un trabajo por temporada vacacional, en marzo de 2023 en Tepic, Nayarit.

La llamada con la que inició esta semana la dejó paralizada y así viajó hacia Lagos de Moreno, un municipio ubicado a unos 190 kilómetros al noreste de Guadalajara, la capital de Jalisco, para poder recoger a su hijo, que tenía 17 años cuando desapareció. En el camino, y en compañía de la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) en México, Marta Lidia Pérez, Alejandrina recibió otra llamada, la de un hombre identificado como César López Ramos, quien le hizo muchas preguntas: “Me dijo que si quería o no lo que había de mi hijo. Me habló de cinchos, me pregunto dónde vivía, que si tenía ya la funeraria, que dónde lo iba a velar... Entonces la maestra Marta Lidia me quitó el teléfono y le informó que ese no era el protocolo para avisar a una familia”, cuenta en entrevista telefónica.

Antes de llegar al Servicio Médico Forense (Semefo) de Lagos de Moreno, a Alejandrina le fue asignada una persona del Ministerio Público local para que la acompañara. Una vez en esa ciudad, le informaron de lo que la sacó de su anquilosamiento: “Nos dijeron que no tenían conocimiento de nada, que ellos no sabían de lo que estábamos hablando, que nunca les habían dicho que había un positivo”.

“Me dijeron: ‘Nosotros no tenemos el cuerpo, lo tiene Guadalajara; además, no hay preparado nada para entregarle a su hijo’. Y yo dije: ‘Pero, entonces, ¿por qué me notifican si ustedes no tenían preparado nada?”. De vuelta en Guadalajara, Alejandrina describe la escena: estaba presente el director del Semefo, un representante del fiscal general de Jalisco, Salvador González de los Santos, y otras tres personas de ambas dependencias. Se disculparon con ella, le ofrecieron toda la ayuda y el respaldo y le confirmaron: “Su hijo no está aquí, está en Lagos de Moreno”.

Alejandrina Orozco describe estos cuatro días como una tortura. Cuenta que pasó del impacto y la confusión de recibir la noticia de que al fin su hijo había aparecido, al enojo, frustración y rabia que la han acompañado desde que fue al rancho Izaguirre y comenzó un largo periplo tocando las puertas de las autoridades de Nayarit, de Zacatecas, de Jalisco y de Aguascalientes, sin que nadie le dijera nada. Sin que la apoyaran para rastrear a su hijo.

Pablo salió de su casa cerca de las 10.30 de la mañana del 30 de marzo de 2023, con sus solicitudes de empleo en mano. Salió a su ciudad natal, Tepic, un lugar que él conocía y recorría cotidianamente para ir a su preparatoria o para asistir a los cursos de fin de semana. Su celular llevaba semanas sin funcionar, así que se comunicaba a través del teléfono de su mamá. Por eso, cuando esa tarde no llegó a comer ni a cenar, Alejandrina supo que algo malo le había sucedido.

Unos siete días después de su desaparición, Alejandrina recibió un mensaje de Pablo desde una cuenta de Facebook en el que le dio un número telefónico para que le llamara y le dijo que se encontraba en Zacatecas. En esa conversación intermitente, Pablo le dijo que tenía miedo y que estaba en un lugar encerrado donde era custodiado por varios hombres: un comandante, un intermediario y uno que los cuidaba todo el tiempo: “Ma, ayúdame, el Cartel Jalisco es el que me tiene aquí”, le dijo.

Después de recibir esas noticias, Alejandrina pidió ayuda en la fiscalía de Nayarit, solicitó que la ubicación del teléfono al que llamó a su hijo fuera rastreado y que se pidiera colaboración con la fiscalía de Zacatecas. Pero nadie la tomó en serio. Hasta que, después de mucho trabajo, logró que se rastreara la ubicación. Esa huella terminó en Zacatecas —a unos 500 kilómetros de distancia de Tepic—, pero antes pasó por Jalisco y por Aguascalientes.

“Yo no confío en el Estado de Jalisco. Y mi temor es que la Fiscalía esté haciendo tiempo para borrar cosas. Mi mayor temor es que me desaparezcan a mi hijo por tercera ocasión”, dice, desesperada. Se refiere a la primera desaparición, sobre la que no tiene certeza de quién o qué grupo ejecutó. La segunda, cuando estando los restos de su hijo en Jalisco por lo menos desde abril de 2023, y aún cuando en marzo pasado la Fiscalía estatal fue notificada, ella no fue avisada de nada, sino hasta la llamada que ha recibido este pasado 21 de septiembre.

“En todo este tiempo mandé infinidad de oficios para saber si mi hijo estaba en Jalisco y todos me respondieron que no. El fiscal me dijo: ‘Yo no tengo por qué buscar a su hijo porque no desapareció aquí y no tengo por qué buscar un celular que no se sabe si lo traía su hijo’. A mi hijo, él le negó el derecho de ser buscado y a ser encontrado, porque él decía que no era su desaparecido”, dice.

Alejandrina asegura que le informaron de que Pablo apareció en San José del Bajío, una localidad del municipio Encarnación de Díaz, a unos 180 kilómetros de Guadalajara. “En ese lugar, exactamente en ese lugar, daba el último rastro del celular del que mi hijo se comunicó conmigo”, subraya. Esa información es la que ella misma consiguió y con la que fue a tocar las puertas de las autoridades, que, hasta ahora, no le han dado ninguna respuesta.

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