Ir al contenido

Las luchadoras mexicanas triunfan sobre el ring y se enfrentan a sus enemigos de antaño: la violencia y la discriminación

Siete luchadoras, de todas las generaciones, cuentan sus vivencias arriba y abajo del cuadrilátero: “Aunque supieras luchar o no, te tocaba tu arrastrada. Era de cajón”

fernanda castro

La Arena México luce sin el brillo de los reflectores, los gritos del público y la euforia de la función. Tiene un eco que anuncia el vacío y luces tenues que si estuvieran apagadas, no se vería nada. La Arena está viva pero reposa. Es miércoles, no existen el bullicio y los gritos de los aficionados. Los luchadores entrenan, preparan la función del viernes para enfrentarse en la sede que más impone. En las últimas butacas esperan cinco luchadoras, listas para las fotos y las entrevistas. La catedral de la lucha libre, como también se le conoce, se ha convertido en su hogar, aunque en Ciudad de México las luchas de mujeres estuvieron prohibidas durante 30 años.

En 1954, Ernesto P. Uruchurtu, gobernador del Distrito Federal (el antiguo nombre de Ciudad de México) restringió las luchas femeninas en la capital, pero en otros lugares de México el espectáculo tomó fuerza. El recorrido de la lucha en el país comenzó hace 90 años, cuando el empresario Frank Moser llevó el espectáculo a la Arena México después de haberlo visto en Chicago. Natalia Vázquez fue la única mexicana que luchó. No lo hizo en la primera exhibición, en la que su contrincante no llegó, pero sí en las presentaciones de los días posteriores. El periódico La Afición dijo “mediocre fue la exhibición que dieron en su debut las luchadoras”. Pasaron 10 años para que alguien volviera a apostar por las guerreras. Esta vez en la Arena Coliseo de Guadalajara.

Las Irmas (Irma González y su hija Irma Aguilar), Chabela Romero, la Dama Enmascarada, Rosy Moreno, Martha Villalobos o Lola Dinamita González abrieron camino en ese oficio. Los años setenta fueron intensos para la lucha femenil. Era la época en la que las mujeres comenzaron a tomar otros espacios, otras profesiones y empezaron a participar en actividades deportivas y culturales. “En aquellos años había un machismo arraigado y los luchadores buscaban ‘defender’ sus territorios… supuestamente sus territorios”, relata Lola Dinamita González (Ciudad Juárez, 66 años). “Nos insultaban, nos decían ‘prófugas del metate’. De cosas así no nos bajaban”, recuerda Lady Apache sobre sus primeras exhibiciones (Ciudad de México, 54 años). “La lucha libre se consideraba exclusivamente para hombres. Por fortuna las mujeres hemos ganado terreno”, asegura.

María Dolores González, conocida como Lola Dinamita, en Ciudad de México, el 4 de febrero.Nayeli Cruz

Entre las jerarcas de la lucha, Lola Dinamita tiene una historia única. A los 14 años una amiga la llevó a audicionar para formar parte de un grupo de luchadores en Ciudad Juárez. Su amiga parecía lenta, torpe, pero a Lola le reconocieron su talento. Fue entrenada por Gory Guerrero, considerado el padre de la lucha libre. “No nos cobraban, pero sí eran muy exigentes y a la vez amorosos. A esa edad yo no sabía la trascendencia de esa familia. Eddie Guerrero fue el que triunfó más, es muy conocido en la WWE. Estuve con él y con todos sus hermanos. Yo tenía 14 y él tenía 7 años. Y entrenamos y jugamos como niños allí en Juárez”.

En un departamento en el sur de Ciudad de México, Lola ha hecho de su hogar un espacio para recibir a la prensa y entrenar. De un lado, un espejo de piso a techo y el suelo de parquet le sirven para practicar terapias de reiki, del otro lado, una pared llena de campeonatos, trofeos y reconocimientos encumbran a la famosa luchadora que ostenta el récord de haber viajado más veces a Japón, de poseer en cuatro ocasiones el campeonato mundial de la Universal Wrestling Association (UWA), haber ganado el campeonato de la World Wrestling Association (WWA), de la Total Wrestling Federation (TWF) y el Campeonato Femenil EWWL.

Lola tuvo su debut en Casas Grandes, Chihuahua, a los 16 años, el 17 de julio de 1975. No es novedad que las demás luchadoras, las experimentadas, hayan sido el primer obstáculo que tuvo que derribar. “Yo entrenando era muy buena, pero arriba del ring no me dejaban hacer nada. Me bloqueaban los castigos, me rompían la boca. Y yo no sabía a qué horas iba a poder responder. Eran mujeres como de 40, que habían viajado a Alemania, Japón, Estados Unidos, y para mí era la primera lucha. Mi ingenuidad de pensar que todo era como entrenar. Pensaba, ‘si yo ya sé estas llaves’... y apenas se las quería aplicar y un golpe por allá, y una patada por acá y no pude hacer nada, cero, salí desconcertada”.

Sandra González Calderón, conocida como Lady Apache, en Ciudad de México, el 24 de febrero.Gladys Serrano

Muchas de ellas cuentan una historia similar. Lady Apache, quien forma parte de la siguiente generación de luchadoras, relata lo mismo, pero incluye a Lola como una de las jerarcas y advierte a las jóvenes que el respeto arriba del ring se gana. “Martha Villalobos, Rosy Moreno, Lola González, las Irmas eran celosas. No había tanta empatía. No te dejaban pasar. Aunque supieras luchar o no, te tocaba tu arrastrada. Era de cajón. Tenías que rifártela (ser muy buena) para que pudieras hacer algo. Ganarte el respeto. Y ahora, lo único que les pedimos a las chavas es que se apliquen a entrenar, porque piensan que con un cuerpo bonito y enseñando bubis y nalgas ya la armaron”.

En la Arena México, las cinco luchadoras del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) se disponen a dar su testimonio sobre el pancracio. Una de ellas es Reyna Isis (Estado de México, 30 años), también conocida como la Flor del desierto. Con un vestido negro entallado, tacones altos y la prisa de alguien que tiene que ir a hacer un trámite en cuanto termine la entrevista, asegura que a diferencia de la mayoría de quienes están ahí, empezó desde cero. Se interesó en la lucha por unos vecinos que también eran luchadores e iban a entrenar a los gimnasios de la Catedral.

Al preguntarle sobre cómo fue su novatada, Reyna Isis se pone seria, “el ego de las luchadoras veteranas era demasiado. Batallé mucho con eso, con tener que ganar mi lugar porque de verdad que no te dejaban pasar. Te daban duro, te ponían obstáculos a más no poder. Arriba y abajo del ring. La pasé muy mal, pero todas esas luchadoras veteranas que se encargaron de hacerme la vida imposible han ido desertando” menciona la Reyna, orgullosa y un tanto arrogante por haberse ganado su lugar en el cuadrilátero.

Reyna Isis en la Arena México, el 12 de febrero.Mónica González Islas

La Flor del desierto fue campeona nacional femenina mexicana, le ganó la cabellera a La Vaquerita y perdió su máscara contra La Jarochita. Es una de las rudas más rudas del CMLL. Ella no escogió su nombre, pero después de darse cuenta de que a la gente le gustaba y era bien recibido, se adaptó. “Mi profesor de lucha libre me lo puso. Yo empecé como second en una facción de rudos que eran denominados los rebeldes del desierto. Ellos buscaban una mujer para realzar la imagen del grupo, y coincidió que yo estaba entrenando”.

Lluvia (Ciudad de México, 40 años) también cuenta sus inicios y cómo los promotores y sus compañeros obstaculizaron el talento de las amazonas. “Los compañeros nos ponían el pie. Los promotores hablaban a las oficinas y decían, ‘quiero un cartel, pero que no vengan mujeres’. Los hombres viajaban en avión, nosotras en camión. A ellos les daban hotel y a nosotras no. Pero hemos ido callando bocas”, menciona con una sonrisa discreta y los ojos que se empequeñecen detrás de su máscara.

Aunque la fama y el éxito son dos apelativos que sin duda califican a estas luchadoras, el problema en el pancracio sigue. Lola Dinamita y Lady Apache cuentan que sufrieron abuso y violencia por parte de sus parejas, también luchadores. En el caso de Dinamita, por parte de Fishman, Lady Apache con Electroshock, con quien ganó el campeonato de parejas. “La gente me respondía a mí más que a él y eso le molestaba mucho y me golpeaba. No sabía ni cómo reaccionar, no sabía si tomar terapia, no sabía si pedir ayuda a mi familia, no sabía nada”, recuerda.

Además, en pocas ocasiones, las mujeres estelarizan una lucha libre (a no ser por la cartelera del Día de la mujer del CMLL). La brecha salarial sigue siendo una de las principales problemáticas y en el ring, los insultos son, muchas veces, más agresivos que hacia los varones.

Una función de lucha libre en la Arena México, en 2017.Tercero Díaz (Cuartoscuro)

Lady Apache ha tenido una dura batalla por los derechos de las luchadoras. Tras reconocer que carecían, en la mayoría de los casos, de prestaciones de ley o seguro médico, la luchadora, llamada Sandra González, se empeñó en hacer un cambio. “Se nos ha complicado mucho estar dentro de una buena nómina, ganar lo mismo que un luchador. Los promotores creen que pueden vender más un personaje masculino”. Ahora está vetada por las grandes empresas mexicanas. “No somos empáticas. Cada quien ve por su beneficio. Yo lo que quería era construir redes que nos beneficiaran a todas. No tenemos derecho a seguridad social, no tenemos derecho a la vivienda”.

Además de luchar por los derechos de las mujeres que ejercen este oficio, Lady Apache es una de las luchadoras más famosas y queridas por la afición. Ha ganado tres veces el Campeonato Mundial Femenil en el CMLL, es dos veces campeona de Reina de reinas en la AAA, ganadora del Campeonato Mundial Mixto en Parejas AAA, ganadora del Campeonato Mundial Femenino de la WWA y vencedora en la Copa mundial de la lucha libre femenina junto con Faby Apache y Mari Apache.

Otra de las veteranas que ha expresado su inconformidad por sus derechos laborales es Marcela, quien en 2023, como parte de la celebración por el 90° aniversario de la lucha libre en México declaró a la prensa: “Nosotros no tenemos nada, no tenemos derecho a una casa, a un fondo de retiro, a un seguro de vida, un seguro para tu familia. El día que te mueras, tu familia queda desamparada. Es lamentable que no las tengamos porque son necesarias, no importa si el luchador o luchadora pertenezca a una empresa o sean independientes”.

Lady Apache dice algo que muchas luchadoras repiten: “no somos empáticas”. Ninguna de ellas confía en la otra, a pesar de que comparten escenario y tienen que encargar su vida al realizar una maroma o un lanzamiento, las luchadoras dicen, convencidas, que es muy difícil tener una red de apoyo o hacer amigas en el cuadrilátero. La luchadora Hera (Ciudad de México, 29 años) cree que les hace falta respeto y empatía por las demás, pero al mismo tiempo, ella solamente confía en su familia (que incluye a su hermana Olympia y su padre, el veterano Valiente) y en la luchadora Persephone. Skadi (Ciudad de México, 28 años) menciona lo mismo. “En un lugar de mujeres, es un poquito complicado tener esta red de apoyo”, dice, así que solamente considera que puede fiarse de su madre Marcela y Kira.

Hera en la Arena México, el 12 de febrero.Mónica González Islas

Las más jóvenes son conscientes del camino que se les ha abierto y esperan hacer lo mismo por las nuevas generaciones. Skadi se coronó campeona nacional de parejas, junto a Kira, en la lucha de conmemoración del 8 de marzo del 2024. A diferencia de la mayoría de las luchadoras, es más robusta y grande. Skadi, la Reina de los lobos, sabe que su personaje y talento es inspiración para las siguientes camadas. “Quiero que las nuevas generaciones puedan entender que el peso no lo es todo, a mí me dijeron mucho tiempo ‘no’ porque era gorda, y yo me veo y no estaba gorda de ningún lado, pero en ese momento, esos comentarios me afectaron muchísimo. Decidí que quería ser un ejemplo para que las demás también se arriesgaran a hacer cosas nuevas con su cuerpo, a ser ágiles, a que se dieran cuenta de que tenemos la misma oportunidad que las personas delgadas”, afirma.

“Las Amazonas que ya llevan más tiempo nos han abierto muchos caminos a nosotras, y solo nos queda aprovecharlo y abrir más caminos para las que vienen”, dice Tabata (Ciudad de México, 22 años). Tabata y Lluvia son hija y madre y están en Japón, donde buscan mejorar su técnica y aprender sobre la lucha nipona. También vienen de una dinastía de luchadores, son, respectivamente, nieta e hija de Sangre Chicana. Ambas aseguran que si volvieran a nacer escogerían el mismo oficio. “Yo gracias a lucha libre, comí, estudié, entonces sí, lo mismo que mi mamá, si volviera a nacer, volvería a escoger la lucha libre para mi compañera de vida”.

Tabata y Lluvia en la Arena México, el 12 de febrero.Mónica González Islas

Ambas califican a este momento de la lucha como uno de los mejores a lo largo de la historia. “Yo llevo 16 años como profesional y, apenas en 2019 las Amazonas estamos en un top altísimo. Nunca me imaginé, por ejemplo, una lucha de puras mujeres, nunca me imaginé homenajear a una gran pionera, nunca me imaginé estelarizar un aniversario. Pero es porque insistimos e insistimos, entrenamos y entrenamos”, asegura Lluvia.

Aunque las condiciones mejoran y el público las aclama, aún hay metas y trabajo por el qué luchar. “Me gustaría que los salarios fueran mejores. Afortunadamente, el CMLL ha realizado el mes de las Amazonas, en marzo, pero creo que más allá, hay que estar más constantes todo el tiempo. Ha sido un trabajo en conjunto, en donde ellos nos dan, nosotros también les damos, nosotros también exigimos y ellos también nos dan. Ha sido una relación muy recíproca. La verdad es que yo me siento muy contenta de pertenecer al Consejo porque no hay otro lugar en donde nos den tanta importancia”, dice Skadi.

Skadi en la Arena México, el 12 de febrero.Mónica González Islas

Las luchadoras, de todas las generaciones, han tenido que afrontar dificultades e incógnitas, pero sin duda, han visto avances. “Gracias a la afición que pedía a gritos que nos dieran un mejor lugar”, señala Lluvia.

Sobre la firma

Más información

Archivado En