La muerte de una enfermera y una niña a manos de militares en Nuevo Laredo pone en evidencia de nuevo al Ejército
La mujer y la menor cayeron por balas de soldados y guardias nacionales, el fin de semana. Sheinbaum dice que “tiene que ver con delincuentes que disparan a una camioneta del Ejército y de la Guardia Nacional”
Militares y guardias nacionales mataron el fin de semana, en dos eventos distintos, a una niña de ocho años y una enfermera de 46, en Nuevo Laredo, en el Estado de Tamaulipas, víctimas colaterales, ha explicado el Gobierno, de ataques que los uniformados sufrieron a manos de criminales. Los casos de las dos víctimas recuerdan a tantos otros en la ciudad fronteriza. Este mismo fin de semana, EL PAÍS detallaba la tragedia de un adolescente, Armando Hernández, que murió de un choque séptico en la ciudad en agosto, después de horas de recorrer hospitales, tras recibir un balazo de un militar. Tamaulipas, y Nuevo Laredo, en particular, son los espacios que más enfrentamientos registran entre militares y civiles, desde que el Ejército asumió tares policiales, a finales de 2007.
La presidenta, Claudia Sheinbaum, se ha referido este martes a los dos nuevos casos y ha dicho que la Fiscalía General de la República (FGR) está a cargo de las investigaciones. “Son dos episodios distintos. Un episodio, donde fallece un elemento del Ejército y una enfermera. Y sí, tiene que ver con delincuentes que disparan a una camioneta del Ejército. El otro caso es similar, pero con la Guardia Nacional. Hay una agresión contra la Guardia Nacional y la Guardia responde. Y también ahí hay dos civiles fallecidas, entre ellos una niña”, ha dicho. En este último caso, la abuela de la niña resultó herida, en realidad, pero no falleció.
Los detalles de las muertes recuerdan igualmente episodios pasados. La enfermera se llamaba Yuricie Rivera. En la noche del viernes, la mujer, trabajadora del Instituto Mexicano del Seguro Social, circulaba en su vehículo con su esposo y su hijo, en el Fraccionamiento La Fe, cuando, al parecer, quedó en medio del fuego cruzado, entre criminales y militares. Una bala supuestamente disparada por los uniformados impactó en la cabeza de la mujer, causándole la muerte antes siquiera de que llegara al hospital.
El caso de la niña es parecido. Se llamaba Lidia Iris Fuentes. En la tarde del sábado, ella y su abuela salieron de casa, en el Fraccionamiento Palmares, para ir a la papelería. En el camino, quedaron atrapadas en una balacera entre presuntos criminales y guardias nacionales. El carro chocó, y la niña, que trataba de refugiarse en el suelo del vehículo, recibió igualmente impactos de bala en la cabeza. Murió poco después. La abuela, malherida, ha declarado que la niña aún vivía después de los balazos y que ella le decía ‘muévete, muévete’. Y que al principio ella incluso llegó a contestarle.
Sheinbaum apenas se ha referido a las víctimas o sus familias, pero sí ha aclarado que la culpa de lo ocurrido es de los delincuentes que dispararon. Esto, a pesar de que la FGR no ha informado del resultado de las investigaciones, ni ha aclarado si realmente fueron presuntos criminales quienes empezaron a disparar. “Hay que decir algo muy importante”, ha dicho la mandataria. “Nuevo Laredo es el lugar donde los grupos delincuenciales agreden más a las Fuerzas Armadas. Tanto al Ejército como a la Guardia Nacional”.
La aseveración anterior no es correcta. Tamaulipas es el Estado que más enfrentamientos entre militares y civiles ha registrado de principios de 2007, cuando los soldados empezaron a realizar tareas policiales de manera masiva, a finales de 2023. De los 5.755 enfrentamientos registrados en todo México en ese periodo, 2.549, casi la mitad, tuvieron lugar en Tamaulipas. Dentro de Tamaulipas, la ciudad que más eventos de este tipo registró fue Nuevo Laredo. Los datos, recopilados por el Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana, a partir de información oficial, no detallan qué parte inició el enfrentamiento cada vez, si militares o civiles. Casos documentados en la ciudad estos años permiten inferir que no siempre son los civiles quienes inician la balacera.
El caso de la colonia Cavazos Lerma, a principios del año pasado, ejemplifica lo anterior. Fue en la madrugada de un domingo, a finales de febrero. Un grupo de siete jóvenes salía de una discoteca y manejaba de vuelta a casa. En la colonia mencionada, patrullas militares empezaron a seguirles y finalmente les chocaron por detrás. Uno de los muchachos que iba a bordo contó después que los militares empezaron a disparar después del choque. Cinco de los siete murieron. En su versión de los hechos, el militar a cargo de aquellas patrullas señaló que había escuchado disparos, de ahí su reacción. La Sedena, que divulgó un comunicado días después, dijo además que la camioneta, en la que no se encontraron armas, circulaba sin placas ni luces, detalle que no comentó el mando operativo que narró en un informe lo ocurrido.
La excusa de los disparos escuchados aparece habitualmente en los comunicados de prensa del Ejército, en referencia a situaciones de este tipo. Hace un par de semanas, la secretaría de la Defensa informó de la muerte de seis migrantes en Chiapas, después de que militares disparasen contra el vehículo en que viajaban. Una de las explicaciones que dieron es que el vehículo de los migrantes se había dado a la fuga y que los militares escucharon disparos. Hasta la fecha no hay prueba alguna de que en el vehículo de los migrantes hubiera armas.
Sheinbaum ha dicho que el Ejército está colaborando con la Fiscalía en este nuevo asunto de Nuevo Laredo. “En caso de que haya una mala actuación de algún elemento del Ejército o de la Guardia Nacional, serán sancionados. Pero hay que esperar a las investigaciones”, ha dicho.