El beso a Norma Piña y la visita de Harfuch a Sinaloa: las formas cambian, el fondo se hace esperar

El nuevo sexenio no será tan ruidoso, pero pocos esperan cambios profundos en la columna vertebral de un movimiento al que pertenecen tanto el anterior presidente como su sucesora

Omar García Harfuch recorre las calles de Culiacán (Sinaloa) con el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional. El 8 de octubre de 2024.Fotógrafo Especial

El escrutinio minucioso de la opinión pública ante un nuevo gobierno puede concluir en el engaño en lugar de prestar rigor a las conclusiones extraídas. No hay gesto de la nueva presidenta mexicana que no se observe estos días con lupa y siempre para descifrar si hay cambios respecto al sexenio anterior o simple continuidad. Puede haber ambas cosas, ahí radica el interés del observador que mira cómo el presidente del Senado, Gerardo Noroña, besa a la jefa de la Suprema Corte, Norma Piña; o cómo interpretar la caminata del nuevo secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, por Sinaloa, en pleno conflicto, o sus reuniones con autoridades de Guanajuato, tierras calientes. Por ahora, opinan los analistas, no son más que gestos que habrán de concretarse en políticas y recursos monetarios. Solo si la forma es fondo, cabe interpretar cambios en los primeros pasos de Claudia Sheinbaum al frente del gobierno. Y no es poca cosa en dos materias cruciales, la reforma judicial y la seguridad.

Se trata, vienen a decir los consultados, de otro talante, otros modales, un carácter distinto, pero alertan de que nadie puede esperar rupturas absolutas en la columna vertebral de un movimiento, la 4T, al que el anterior presidente y su sucesora pertenecen. Tan sorprendente ha sido la invitación que se ha hecho a Norma Piña para participar en los festejos del aniversario del Senado, hombro con hombro junto a Noroña, que habló de acuerdos y diálogos que algunas fuentes sitúan en días atrás, como inédito es el recorrido de un secretario de Seguridad a Estados en pleno conflicto bélico por las fricciones del crimen organizado. Ni lo uno ni lo otro se vio meses atrás.

La analista política Paola Zavala Saeb se apunta a sospechar, consciente de que solo el tiempo podrá darle o quitarle la razón, que hay algún juego respecto a la reforma judicial. Cree que al admitir la Suprema Corte el caso de constitucionalidad de la reforma judicial ha situado en un momento difícil a la nueva presidenta, “porque Sheinbaum no quiere un país convulso, desestabilizado, a inicios del sexenio”, aventura. De modo que no queda otra que negociar, dice. ¿Cómo? “La Corte puede mantener en suspenso la resolución sobre el fondo, es decir, sobre si es o no constitucional la reforma, pero quizá el procedimiento, la forma, en las leyes secundarias aprobadas por el Congreso pueda ser impugnado y eso retrase el proceso y se gane tiempo”, dice, en su particular teoría “sospechosista”.

Tomarse un tiempo para implantar la reforma es algo que le puede caer bien al sistema judicial, pero quizá también a la presidenta, pues como recuerda el historiador Lorenzo Meyer, hombre de izquierdas y muy cercano a la 4T, “Sheinbaum hace unos meses habló de plazos para revisar la reforma, pero López Obrador no dio pie a ello. Probablemente, a Sheinbaum le hubiera gustado contar con algo más de tiempo, pero no podemos saberlo”, deja caer Meyer, que conoce bien el equipo de la presidenta.

Lo que todos dan por hecho es que la presidenta no es persona de choque de trenes, pero que nadie se puede llamar a engaño por unas formas distintas. Ella misma saludó con un beso a Norma Piña el día de su proclamación, cuando hace un tiempo el monigote de cartón de la presidenta de la Corte ardía en las piras morenistas mientras López Obrador ordenaba “no contestar ni al teléfono”. ¿Gestos o cambios de fondo? “El discurso de Sheinbaum es menos incendiario y, sin embargo, creo que es más firme que López Obrador, son distintas biografías”, dice Meyer. No confía en rupturas el historiador, “salvo que así se imponga desde el exterior, por ejemplo, una crisis con Estados Unidos” o cosa similar que obligue a cambiar el rumbo.

Gerardo Fernández Noroña y Norma Piña durante la sesión en conmemoración de CXI Aniversario Luctuoso de Belisario Domínguez, en el Senado de la República. El 8 de octubre 2024. Graciela López Herrera/Cuartoscuro

La abogada Zavala Saeb, presidenta de la Organización Comunitaria por la Paz (Ocupa), no acaba de entender tampoco el gesto de Harfuch ni las declaraciones de Sheinbaum sobre la seguridad. Está pendiente de ver la fiabilidad de los nuevos indicadores sobre inseguridad, delincuencia, homicidios, desapariciones. “Yo creo que la mejor carta de Sheinbaum sigue siendo la continuidad, por tanto, no creo que la abandone, de entrada. Quizá después de su ratificación, si es ratificada en el poder [a mediados del mandato], pudieran darse otras señales”, afirma.

La también analista Paula Sofía Vásquez se deslinda un tanto de esa idea. “Yo no creo que la presidenta sea una calca, como dicen, del anterior. Hay diferencias en la forma de gestionar, no sé si por táctica o estrategia, o por personalidad, pero creo que veremos un sexenio con menos grado de enfrentamiento y conflicto. Ella tiene claro su papel en la historia y en la obtención de la victoria, es inteligente para saber su peso político”, sostiene. Opina Vásquez, que el poder acumulados en votos no esconde “la debilidad con la que inicia este mandato, en el que ya se anuncian nuevos ajustes para cumplir con la austeridad y con una administración pública corta de cuadros que frena el avance de un eventual sello personal”, dice. ¿Gestos y solo gestos, entonces? “Bueno, siendo positivos, se podría hablar de una intencionalidad de cambio, pero aunque no le llame delincuente a Norma Piña, la reforma judicial va, con sus riesgos y sus errores”.

Y lo mismo aplica Vásquez al asunto de la seguridad, que se ha colocado entre los prioritarios estos días. Si bien es cierto que el sexenio ha comenzado a un ritmo trepidante en la calle, con espantosos asesinatos y conflictos sin fin, también lo es que en el sexenio anterior ocurrían y no había paseos a la zona de conflicto. Pero eso, dice la analista, no se concreta por ahora en políticas distintas. “La prueba”, dice, “será el presupuesto próximo y cómo se administrará el capital humano en las secretarías”.

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