México en 2024: volver a lanzar los dados
Este no es un año cualquiera. Dos acontecimientos ya programados definirán una buena parte de nuestro futuro político inmediato: la elección presidencial y las presidenciales en Estados Unidos
Casi todos en este país festejamos el Año Nuevo, sí, pero hay que reconocer que se trata de una mera convención. Todas las formas en que medimos el paso del tiempo lo son. A despecho de lo que dicen los horóscopos y el pensamiento mágico en general, el final de un calendario y el inicio del que le sigue no significa, por sí mismo, ninguna clase de cambio en la realidad.
Mucho se bromea en las redes (y la estadística lo constata) que los propósitos de mejora de los i...
Casi todos en este país festejamos el Año Nuevo, sí, pero hay que reconocer que se trata de una mera convención. Todas las formas en que medimos el paso del tiempo lo son. A despecho de lo que dicen los horóscopos y el pensamiento mágico en general, el final de un calendario y el inicio del que le sigue no significa, por sí mismo, ninguna clase de cambio en la realidad.
Mucho se bromea en las redes (y la estadística lo constata) que los propósitos de mejora de los individuos en Año Nuevo, como cuidar su salud, hacer ejercicio, dejar de beber o fumar o, al menos, de hacerlo con exceso, por lo general fracasan al paso de los días o las semanas. El roce de la rutina, el peso de la vida cotidiana es demasiado. Y aunque algunos consiguen sus objetivos, son más quienes se quedan por el camino, porque en México la mera supervivencia (personal, de pareja, familiar, por no hablar de la de negocios, comercios, etcétera) es complicada y absorbe una buena parte de la energía de cualquiera.
Tampoco hay señales que indiquen que el paso de estafeta de 2023 a 2024 vaya a representar, pues, algún cambio automático en el país. La violencia sigue desatada, la economía marcha con sus habituales altibajos, la fortaleza relativa de la moneda nacional hace que muchos presagien nubarrones devaluatorios, la polarización política se ahonda cada día otro poco en un escenario mundial volátil, en el que predominan las tensiones entre alianzas, potencias y actores secundarios.
Pero este no es un año cualquiera. Dos acontecimientos ya programados definirán una buena parte de nuestro futuro político inmediato. El primero es la elección presidencial mexicana, que se llevará a cabo el 2 de junio. El proceso de sucesión arrancó en 2023, y ya están sobre la mesa los nombres de las dos principales contendientes, tanto del bloque oficialista como del opositor, y solo falta ver qué hará el tercero en discordia, el minoritario Movimiento Ciudadano (MC), que apostó fallidamente por Samuel García, el gobernador de Nuevo León, como candidato (un personaje muy criticado pero también conocido en todo el país, aunque sea por sus traspiés en las redes sociales) y ahora no se sabe muy bien qué hará. Pero MC no tiene posibilidades de ganar la presidencia. Su mayor papel será el de restarle votos a la alianza opositora y facilitar el probable triunfo de la sucesora oficialista, Claudia Sheinbaum, sobre su contendiente, Xóchitl Gálvez. México, sea como sea, tendrá una presidenta a partir de octubre de este año, y por primera vez en su historia.
Las dudas son las de siempre en una elección presidencial y van más allá de quién la ganará. ¿Habrá estabilidad cambiaria y económica? ¿El proyecto oficialista se mantendrá exactamente en la misma dirección, si refrenda la permanencia en el poder, o se impondrá un giro de volante y un nuevo “estilo personal de gobernar”, como aquel del que habló Cosío Villegas en los tiempos del priismo? ¿El actual mandatario se mantendrá al margen una vez dejad su puesto, como ha sostenido públicamente, o tratará de articular una suerte de adaptación al siglo XXI del “maximato” al estilo del general Calles?
El otro acontecimiento fundamental para México es la elección a la presidencia de nuestro vecino, Estados Unidos, que se realizará el 5 de noviembre próximo, ya cerca del final del año. La continuidad del demócrata Joe Biden dejaría las cosas más o menos como están, es decir, en una suerte de tensa calma. Pero un eventual regreso de los republicanos a la presidencia, en especial si lo encabeza Donald Trump, a pesar de los líos judiciales que tiene que resolver antes, representaría subirse a una rueda de la fortuna.
Trump se cansó de hablar de su relación con México y sus presidentes, cuando fue presidente, como de un paseo en el que él llevó siempre la sartén por el mango y querrá, desde luego, volver a ese estado de cosas si vuelve a la Casa Blanca.
La relación con EE UU es la más compleja, delicada y riesgosa que tiene México. Todo lo que suceda con ella afecta a la política y la economía, pero también el día a día de los ciudadanos. 2024, pues, es un año en el que se vuelven a lanzar los dados en torno al futuro inmediato del país. Veremos qué nos deparan.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país