“Enterarnos de la muerte de Ociel Baena fue pensar en que tenemos que escondernos de nuevo”
Colectivos y activistas de la comunidad LGBTIQ+ en Aguascalientes denuncian el mensaje de miedo que impera en el colectivo tras la muerte de Ociel Baena
Miedo. Eso es lo que reina en Aguascalientes los días posteriores a la muerte de Ociel Baena Saucedo y de Dorian Daniel Nieves Herrera. Colectivos y activistas del Estado aseguran estar profundamente sacudidos no solo por el impacto de la noticia y las circunstancias en las que se han desarrollado los hechos, sino porque están seguros de que el mensaje que envía la muerte violenta del magistrade y de su pareja —aunado con el silencio gubernamental y con...
Miedo. Eso es lo que reina en Aguascalientes los días posteriores a la muerte de Ociel Baena Saucedo y de Dorian Daniel Nieves Herrera. Colectivos y activistas del Estado aseguran estar profundamente sacudidos no solo por el impacto de la noticia y las circunstancias en las que se han desarrollado los hechos, sino porque están seguros de que el mensaje que envía la muerte violenta del magistrade y de su pareja —aunado con el silencio gubernamental y con las conclusiones de la Fiscalía sobre el caso— provocan que las personas, sobre todo los más jóvenes, que veían en la figura de Ociel Baena una señal de esperanza para la visibilidad del colectivo LGBTIQ+, estén “aterrorizadas” por su futuro.
Han pasado menos de 72 horas de las muertes de Ociel Baena y de Dorian Nieves, pero para muchos activistas que acompañan a miembros del colectivo y para otras personas concernidas, estas horas han parecido semanas o meses. Lo puede notar Héctor Meza, en su espacio de trabajo del centro de la capital, en donde recibe principalmente a jóvenes que se encuentran en procesos de transición —vivencias trans o no binarias—. Meza es psicólogo, especialista en victimología y en sexualidad y equidad de género, y junto con otros activistas y terapeutas como él, ha detectado la urgencia de atender las señales de miedo que están imperando, sobre todo, entre los más jóvenes. “Están muy asustados”, cuenta sobre las conclusiones a las que él y varios compañeros llegaron durante una reunión que tuvieron apenas el día anterior. “Me atrevo a parafrasear lo que nos ha llegado en estas últimas horas a varios de nosotros, nos dijeron: ‘Me da miedo pensar que alguien pueda matarme o que yo me voy a matar, porque la muerte de Ociel me dice que no hay un lugar en este mundo para mí'. Se me hizo fortísimo, me partió el corazón, porque enterarnos de la muerte de Ociel fue pensar en que tenemos que escondernos de nuevo”.
A la sorpresa inicial por la violencia en que se dieron las muertes, se ha sumado la pronta —acelerada, como califican muchos— respuesta de la Fiscalía, con la versión de que se trató de un asesinato y posterior suicidio, y también el silencio institucional. La gobernadora del Estado, María Teresa Jiménez Esquivel, no se ha posicionado ni ha emitido ningún mensaje sobre lo ocurrido. Para los colectivos esto no es una sorpresa, cuentan que en un Estado como Aguascalientes, donde asociaciones de corte conservador como el Frente Nacional por la Familia tienen una poderosa presencia dentro de la sociedad, de la política y de las instituciones, las respuestas a estos sucesos suelen ser escuetas o simplemente inexistentes. Al respecto, Meza enfatiza sobre el Gobierno estatal: “Nos ha dado la espalda. Queda muy claro que no le interesa. Y no es la primera vez que lo demuestra en sus políticas. El silencio violenta. El silencio también es una forma de violentar y de decir: ‘no existes’, ‘no te veo’, ‘para mí no estás en el radar de lo que es importante’”.
Activistas, pero también madres y padres cercanos al tema de las infancias y adolescencias diversas, aseguran que en el Estado las cosas han sido manejadas desde hace mucho tiempo por una derecha que se radicaliza cada vez más: “Aguascalientes es el segundo Estado de la República más católico —después de Guanajuato—. El Congreso está formado principalmente por partidos de derecha, conservadores y las últimas tres legislaturas han firmado convenios con el Frente Nacional por la familia”, reflexiona Meza.
Hace unos tres años que Wina Rosas se enfrentó a un proceso dentro de su propia familia de acompañamiento a una persona trans. Ya pertenecía a la organización Cultivando género —de corte feminista y de derechos humanos— pero esta experiencia personal le acercó a ella y a su organización a los temas relacionados con adolescentes e infancias que se encontraban ante el descubrimiento de sus preferencias fuera de lo heteronormado.
Para Wina, como para muchos orientadores, acompañantes o familiares, lo que sucedió con Ociel Baena fue un detonante para que muchas de esas personas a las que suelen acompañar se sintieran amenazadas y repudiadas. “Mientras estaban sucediendo las noticias, a mí me preocupaban mucho las reacciones que tenían los jóvenes a quienes nosotros acompañamos, y solo trataba de hacerme presente con mensajes de apoyo y cariño en los grupos que tenemos, porque no sabía cómo estaba leyendo toda esa información. Una persona expresó que esto le hacía sentir que ya era suficiente, que ya no podía más”, cuenta.
Para tratar de mitigar la situación, Rosas pidió a las madres y padres de familia que integraban ese grupo que mandaran solo mensajes de cariño y de soporte para los jóvenes, la respuesta de las madres, sobre todo, fue avasalladora y logró balancear un poco la terrible sensación de desamparo que permeó entre los integrantes. “Fue ahí cuando pensé que no podemos estar equivocadas, ahí estaban las mujeres, las madres, en su mayoría, genuinamente dando de sí mismas”, dice, emocionada.
El contrapeso al odio
Alejandro Ríos tiene 23 años y la noche del martes caminaba a comprar la cena con su madre, Marta Esparza, por la plaza principal de la ciudad. En el suelo estaban todavía un puñado de velas y pancartas de la noche anterior, cuando una vigilia se montó en esa y en otras tantas ciudades de México para protestar por la muerte de Ociel Baena. En el momento en el que Ríos y su madre caminaban por ahí, las velas ya estaban apagadas. El propio joven, que se asume abiertamente homosexual, se apresuró a comprar un encendedor y comenzó a prenderlas una por una. “Es lo menos que puedo hacer. Hacer que la gente vuelva a mirar”, dice.
Como Alejandro Ríos, muchas personas en Aguascalientes están tratando de salir de la conmoción de lo que ha sucedido en un periodo de tan pocas horas, para comenzar a preguntarse qué pueden hacer para que esto no se convierta en una amenaza abierta para las diversidades jóvenes. “Yo creo que la figura de Ociel en Aguascalientes, en México y en Latinoamérica, nos demostró que ese techo, que yo digo que en nuestro caso no es de cristal, sino de ladrillos, también se podía fisurar”, concluye Héctor Meza.
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