Dos meses de incógnitas en el caso de la teniente Cházaro
La controvertida muerte en junio de la estrella de la Armada abrió una ventana a los conflictos de la mujer con su pareja y a las penalidades que le hizo pasar la propia Secretaría de Marina
Se cumplen dos meses de la extraña muerte de la teniente Gloria Cházaro, antaño estrella de la Armada mexicana, primera mujer en comandar un buque militar en el país. Dos meses que han servido para que el caso, escondido durante semanas, saliera a la luz pública, y para que la familia se haya decidido a exigir a las autoridades una investigación exhaustiva sobre lo ocurrido. La muerte de la teniente ha abierto una ventana a la mala praxis de la Fiscalía de Veracruz en las primeras ...
Se cumplen dos meses de la extraña muerte de la teniente Gloria Cházaro, antaño estrella de la Armada mexicana, primera mujer en comandar un buque militar en el país. Dos meses que han servido para que el caso, escondido durante semanas, saliera a la luz pública, y para que la familia se haya decidido a exigir a las autoridades una investigación exhaustiva sobre lo ocurrido. La muerte de la teniente ha abierto una ventana a la mala praxis de la Fiscalía de Veracruz en las primeras semanas de las pesquisas y a las penalidades que le hizo pasar durante meses su propia casa, la Secretaría de Marina.
Los focos iluminan el quehacer de ambas dependencias. La Fiscalía de Veracruz se ha comprometido a entregar este lunes una copia de la investigación a los abogados de la familia Cházaro. Son más de 4.000 hojas, que recogen peritajes e informes de especialistas sobre el fallecimiento de la teniente, que apareció muerta en casa de sus padres, ahorcada, horas después de discutir con su pareja, el pasado 11 de junio. Los abogados de la familia, Fernanda Robleda y Manuel Mateos, critican que hasta que salieron las primeras notas sobre el caso, hace tres semanas, apenas habían juntado 50.
“Lo único que había eran oficios de la Fiscalía de Fortín, pidiendo a la regional que mandaran peritos para realizar estudios”, explica Robleda, en referencia a la oficina de la dependencia en Fortín de las Flores, Veracruz, donde Cházaro apareció muerta. La abogada sospecha que los movimientos de los investigadores eran pura figuración. “O sea, sí ordenaron que se llevara a cabo el protocolo de investigación, pero no lo realizaron”, argumenta. La dependencia ha defendido este tiempo que el caso parece un suicidio, pero que mantienen abiertas otras líneas de investigación.
Callada durante semanas, la Secretaría de Marina solo se ha referido al asunto de manera pública después de que empezaran a publicarse notas sobre el caso, la primera el 17 de julio, en EL PAÍS, que apuntaba las irregularidades que lo envuelven. Dos días más tarde, la dependencia divulgó un comunicado señalando que “no tiene competencia legal para pronunciarse sobre la vida personal de los elementos integrantes de esta Fuerza Armada, toda vez que se estaría vulnerando el derecho a la intimidad”.
La actitud de la Armada en el caso Cházaro trasciende la muerte de la teniente. En los meses y años anteriores a su fallecimiento, la relación entre ella y la dependencia se había agrietado. La mujer, felicitada por el mismo secretario de Marina por su desempeño, luchaba contra la arrolladora burocracia naval. En 2021 y 2022, la dependencia le había negado el ascenso a teniente de navío, pese a sus excelentes calificaciones. Desde mediados de 2022, además, la mujer sufría acoso sexual, abuso laboral y amenazas de su superior directo, según sus propias denuncias.
Robleda y Mateos acompañaron a Cházaro en sus quejas y denuncias contra su superior. De hecho, el lunes siguiente a su muerte, los tres tenían una cita en Ciudad de México para tratar la estrategia legal, que pensaban sacar del ámbito naval para colocarlo en el civil, evitando así la discrecionalidad con que, a su juicio, la Secretaría de Marina había tratado el asunto.
La abogada recuerda una conversación horas antes de que Cházaro apareciera muerta, el sábado 10 de junio. “Me escribió cuando venía regresando del bar”, dice Robleda. El sábado por la tarde, Cházaro, su pareja, el también marino Octavio Capetillo, el padre de ella, su hermano y su cuñada, habían estado conviviendo en un bar cerca de la casa, en Fortín. “Gloria me dijo que ya no quería volver a trabajar y que si podíamos seguir el proceso legal si ella se salía de la Marina. Y yo le dije que sí, sin ningún problema. Por eso para mí fue tan raro cuando el lunes supe que había muerto”.
El acoso
Los problemas de Cházaro con la Armada iniciaron en 2021. Hasta entonces, todo había sido una fiesta. En 2020, la dependencia había sacado pecho por los logros de su pupila, estudiante aventajada. Con solo 26 años, la teniente se había convertido en comandante de uno de los buques más modernos de la Armada, el ARM Bonampak, con base en Mazatlán, Sinaloa. Era la primera mujer que lo lograba. Un par de años antes, además, Cházaro había cursado una maestría en Inglaterra, como becaria del programa Chevening para líderes del futuro, del Gobierno británico.
Con sus logros por bandera, la teniente decidió escalar en la jerarquía de la Armada. En 2021 se presentó por primera vez a los exámenes para ascender a teniente de navío, último escalón de oficiales antes de los grados de jefatura. No lo consiguió. Pese a sus buenas puntuaciones, el comité que decidía los ascensos se decantó por otros candidatos. Cházaro no protestó. Era la primera vez que lo intentaba y venía de una buena racha.
Entremedias, la mujer decidió trabajar en su educación. La teniente inició una especialidad en Mando Naval en el Centro de Estudios Superiores Navales (CESNAV). Terminó a mediados de 2022 y la Marina le mandó a su nuevo destino, una pequeña base en Baja California. Ahí las cosas empezaron a complicarse. A bordo del vetusto buque Aguascalientes, Cházaro topó con un superior que le hizo la vida imposible, el capitán Rodolfo Torres Chávez.
Paola Schietekat, amiga de la maestría que cursó en Inglaterra, recuerda la situación como un infierno, según la cuenta de la propia Cházaro. Empezó apenas llegó al buque, en agosto de 2022. “Fue una cosa gradual. Este superior la trataba de abrazar y ella le rechazaba. Llegó un punto en que el superior le quitaba autoridad delante de sus subordinados, con humillaciones, dando órdenes para revertir las suyas… Le quitaba lo único que importa en las Fuerzas Armadas: la jerarquía”.
Mientras esto ocurría, Cházaro peleó de nuevo por su ascenso. En la Armada, los ascensos dependen de exámenes físicos y escritos, que cuentan el 35% del puntaje final; del mérito, que tiene que ver con la trayectoria en la corporación, que suma el 30%; de la aptitud y competencia profesional, el 20%, y finalmente la conducta, el 15%. De manera global, la teniente consiguió un puntaje de 88%, según personas allegadas a ella que estuvieron pendientes del proceso.
Pese su alto puntaje, que la colocaba en los primeros lugares de la lista de aspirantes, no la ascendieron. Esta vez, la teniente no se quedó de brazos cruzados. Interpuso un recurso de “inconformidad por postergación” ante la Secretaría de Marina, en el que incorporó los argumentos que, a su juicio, la hacían acreedora del ascenso. Señaló su alto puntaje e insistió en que por años, por experiencia y por méritos, merecía más que de sobra la promoción. Pero de nuevo, la burocracia naval escuchó y luego rechazó su razonamiento.
A la vez, el acoso del capitán Torres iba afinándose, recuerda Schietekat. “Ella, por ejemplo, estaba comprometida y el superior le decía que quitara la foto de perfil de WhatsApp con su prometido, que se quitara el anillo, porque entorpecía sus labores”, explica. Cházaro se comprometió con Capetillo en diciembre de 2022. “Y recuerdo una vez en que ella fue a andar en bici, cerca de Puerto Cortés, ahí en Baja California. El superior la siguió y le hizo una amenaza de violación. Creo que eso fue en enero. Fue en términos de ‘yo podría aquí violarte y no podrías hacer nada al respecto’. Ella le contestó, porque ya no era solo rechazar avances de él, sino amenazas de verdad”.
Cházaro intentó reportar el problema de manera interna, primero al superior de ambos. Ante los magros resultados de su queja informal, elevó un oficio al comandante de la IV Región Naval, un almirante, jefe de la Armada en el sur de la península de Baja California. La abogada Robleda recuerda que esto fue el 19 de febrero de este año. Fue justo antes de mandar el oficio, cuando Schietekat conectó a Cházaro con los abogados.
“Apatía en el desarrollo de sus labores”
Robleda recuerda que el almirante contestó de manera verbal a la queja de Cházaro. “El mismo comandante le dijo que presentara una queja por escrito ante el CEPCI, para que se aplicara el protocolo correspondiente”, explica. El CEPCI es el Comité de Ética y Prevención de Conflictos de Intereses de la Secretaría de Marina, órgano destinado a investigar este tipo de asuntos. La teniente interpuso su queja de manera formal entre finales de febrero y principios de marzo.
En medio de todo esto, el capitán Rodolfo Torres supo de las quejas de la teniente. Y por ello, empezó a complicarle la vida aún más. “Torres empieza a tomar represalias administrativas. Arrecia el acoso con arrestos arbitrarios por cosas menores, por ejemplo que no había hecho 50 lagartijas que le había ordenado hacer”, explica Robleda. La abogada recuerda que el 7 de marzo, mientras mantenían una reunión vía Zoom con ella, Cházaro recibió una notificación de otro arresto. En el documento, del que este diario tiene copia, señalaban como motivo, “mostrar apatía en el desarrollo de sus labores”.
Como parte del proceso, la Secretaría de Marina mandó llamar a Cházaro a Ciudad de México. El protocolo implica que la Armada realice una serie de evaluaciones a la quejosa. La mujer se instaló por unas semanas en Ciudad de México. Su pareja, el capitán Capetillo, la acompañaba. Para entonces, estaban comprometidos. Supuestamente, Capetillo, que había estado casado anteriormente, ya se había divorciado.
“Me doy cuenta entonces de que el CEPCI no tiene facultades para sancionar”, explica Robleda. “Pude hacer recomendaciones, pero no puede sancionar. Al final del día, necesitas iniciar una carpeta de investigación. El CEPCI al parecer dio parte a la Fiscalía militar, pero no sabemos en qué ha quedado eso. La recomendación legal que le hicimos entonces a Gloria era no seguir adelante con el procedimiento ante el CEPCI”, añade. La teniente se convenció de que esa era la mejor opción. El 27 de marzo, le comunicó al comité que se desistía de la queja.
El plan mutaba. Los abogados y Cházaro empezaron a rumiar la posibilidad de presentar una denuncia ante las autoridades civiles. Ante la Fiscalía General de la República. Era un tema de amenazas, abuso y acoso laboral. A la vez, la teniente empezaba a barajar la idea de dejar la dependencia. Su hermano Eduardo se iba a mudar a Canadá y ella, que en un principio quería pedir un permiso de tres mesas para ir a visitarle, fantaseaba con que la visita podría convertirse en realidad en una oportunidad para empezar a trabajar allí. Con su experiencia, no sería difícil que encontrara trabajo en la navegación civil.
En esos pensamientos ocupó sus últimos meses Gloria Cházaro. Su muerte cerró de golpe un mundo de posibilidades. El silencio posterior dibujó un olvido ahora roto. “A mí me preocupa que se use el pasado de una persona para dejar de investigar su posible feminicidio”, dice Robleda. “Subsistía esta situación de acoso por parte de este señor, el capitán Torres, pero de momento no hemos llegado a nada. La muerte parece que interrumpió la investigación, la Marina no ha informado al respecto. Dieron parte al Ministerio Público y hasta ahí. Pero a ella ni siquiera le notificaron la apertura de una carpeta, ni le pidieron que fuera a ratificarla. Para nosotros lo más importante es esclarecer los hechos”, zanja.
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