Colotlán se despide de las jóvenes asesinadas en Zacatecas: “Que la sangre derramada se convierta en semilla de justicia y libertad”
Tepetongo, la región de Zacatecas donde desaparecieron los cuatro jóvenes el pasado 25 de diciembre, está sumida en una batalla entre el Cartel Jalisco Nueva Generación y el Cartel de Sinaloa
Hasta el sacerdote, que ofició este domingo la misa por la muerte de las tres jóvenes, dejó escapar una frase de protesta: “Pedimos a las más altas autoridades que revisen su proyecto de seguridad pública, para que verdaderamente se haga justicia”. La parroquia San Luis se llenó este domingo de gente, ramos de flores y globos blancos en la misa por la muerte de Irma Paola Vargas y las hermanas Daniela y Viviana Márquez, ...
Hasta el sacerdote, que ofició este domingo la misa por la muerte de las tres jóvenes, dejó escapar una frase de protesta: “Pedimos a las más altas autoridades que revisen su proyecto de seguridad pública, para que verdaderamente se haga justicia”. La parroquia San Luis se llenó este domingo de gente, ramos de flores y globos blancos en la misa por la muerte de Irma Paola Vargas y las hermanas Daniela y Viviana Márquez, que desaparecieron en Zacatecas hace casi un mes. Sus ataúdes presidían el espacio mientras las palabras sosegadas del sacerdote sacudían el espíritu de todos los presentes: “Pedimos que la sangre derramada injustamente de nuestras hermanas sean semilla de justicia y libertad”.
La tragedia que ha sacudido Colotlán este último mes toca a su fin, si es que se le puede llamar final a encontrar los cuerpos de los desaparecidos sin que haya todavía ni rastro de los criminales. El 25 de diciembre del año pasado, alrededor de las 23.00 de la noche, Daniela mandó a su madre un mensaje con su localización. Estaban a la altura de Víboras cuando el vehículo comenzó a salirse de la Carretera Federal 23. Daniela, Viviana, Paola y José Melesio volvían a casa después de pasar la tarde al otro lado de la frontera, en el pueblo de Jerez de García Salinas, Zacatecas. Sus padres intentaron contactar con ellas, pero no recibían sus llamadas.
Semanas después de su desaparición, la camioneta fue encontrada en un rancho cerca de El Cuidado, junto a otro vehículo y los restos de un cuerpo calcinado de entre 20 y 35 años, según la Fiscalía de Zacatecas. Las autoridades rastrearon la zona hasta encontrar la fosa clandestina en la que estaban calcinados los huesos de cuatro cuerpos, tres mujeres y un hombre. Los restos óseos de las tres mujeres fueron identificadas la semana pasada como Irma Paola Vargas, Daniela y Viviana Márquez. Todavía queda por confirmar la identidad del hombre, que previsiblemente será José Melesio Gutiérrez, prometido de Daniela. Tenían la boda prevista para el próximo mes de octubre.
El padre de ella, Daniel Márquez, hablaba con este periódico el viernes pasado, mientras volvían a casa, ya de noche, después de recoger los cuerpos de sus hijas en Zacatecas. De fondo se escuchaban las sirenas de la policía, que les acompañaba de camino a casa por la misma carretera en la que desaparecieron los cuatro. Esa mañana les habían confirmado que los cuerpos encontrados eran los de ellas.
—¿Cómo se encuentra?
—Estamos tristes, pero a la vez estamos muy contentos—dijo Márquez, sin un ápice de emoción en su voz, antes de explicar a qué se refería con “contentos”: —Desde que entramos en Tepetongo, la gente de los pueblos ha salido a darnos su apoyo. Incluso en Víboras [donde se vio a sus hijas por última vez]. Todo el mundo está consternado por la muerte de nuestras muchachas.
En un país que cerró 2022 con 109.000 desaparecidos, el sufrimiento de las familias de los desaparecidos ha traspasado desde hace tiempo el terreno de la intimidad y se ha instalado en el relato público, con la creación de películas, libros, y las miles de historias de sufrimiento que cuentan a diario los medios de comunicación. Los testimonios de muchas de estas personas tienen un grito desesperado en común, encarnado esta vez por Daniel Márquez: “Ya que me digan que ha sido de mi hija, porque la angustia de no saber dónde está es insoportable”.
Quizás por eso, Daniel, rodeado de la noche oscura en las montañas de Zacatecas, confiesa: “Estamos tranquilos. Ya nos entregaron los cuerpos de nuestras chicas, estamos seguros de que son nuestras hijas, y ya estamos con más paz”. Su voz mantiene su monotonía habitual. Apenas durante un segundo parece a punto de quebrarse, pero recupera la compostura y sigue hablando. ¿Tanta es la angustia de tener a tus hijos desaparecidos? “Sí. Es muy feo eso, no tiene comparación”, sentencia Daniel al otro lado del teléfono.
La región en la que desaparecieron y en la que fueron encontrados los cuerpos de los cuatro jóvenes se llama Tepetongo. Allí, entre pequeños pueblos y grandes montañas, libran una lucha a campo abierto dos de los carteles más importantes de México: el Cartel de Jalisco Nueva Generación y el Cartel de Sinaloa. Las víctimas colaterales de esta guerra en las montañas se cuentan por decenas: desapariciones, inocentes asesinados, desplazamiento forzado de pueblos enteros, y el miedo generalizado que ha llevado a la existencia de “autotoques de queda”. En los pueblos que atraviesa la carretera 23 se ha convertido en la norma estar en casa antes del anochecer.
Gibrán Fernando Rodríguez, periodista y antropólogo forense de Zacatecas, habla del miedo generalizado que tiene la gente en esa región. “Se puede ver en los grupos de WhatsApp, la gente se alerta unos a otros de no conducir de noche”, asegura Rodríguez. La Carretera Federal 23 es la única vía que conecta los dos Estados, en una zona rodeada de montañas. “Son daños colaterales de la batalla entre carteles y las autoridades están lejos de la zona, sobre todo en Jalisco”, explica.
Muchos pueblos se han quedado vacíos tras la llegada del narco, que desciende de las montañas con promesas de seguridad en zonas que son seguras hasta que llegan ellos. Los puestos más altos en el ranking de municipio con mayor percepción de inseguridad lo lideran Fresnillo y la ciudad de Zacatecas, con un 97,7% y un 93,3%, respectivamente, de población que se siente a merced de los criminales, según el Instituto Nacional de Estadística (Inegi).
El sacerdote, hacia el final de la misa, se lamentaba de la situación tan precaria en la que tienen que vivir: “No vamos por el camino correcto. No puede ser posible que no podamos circular sin el temor de que algo nos pueda pasar. Nos sentimos profundamente impotentes, desesperados, esperamos que esto jamás se vuelva a repetir”.
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