De la obsesión por la televisión a ser arrestado por Hugo Chávez: la historia de Caramelo, el aficionado más fiel de México en los Mundiales
Héctor Chávez es el único hincha mexicano que ha viajado a la mayoría de partidos del Tri desde 1986: más de 470 partidos
Si uno ve los videos de México en las Copas del Mundo desde 1986 es excesivamente probable que se encuentre a un hombre con un sombrero de mariachi y una bandera mexicana que dice Chihuahua. Dentro de la masa de miles de aficionados que pueden asistir a un Mundial, este aficionado errante conocido como Caramelo ha ganado fama por estar en las tribunas más cercanas a las cámaras de televisión. Sí, dentro de todos los rostros que pueden salir en la pantalla, la de Caramelo es reconocible. Colecciona ya 478 partido...
Si uno ve los videos de México en las Copas del Mundo desde 1986 es excesivamente probable que se encuentre a un hombre con un sombrero de mariachi y una bandera mexicana que dice Chihuahua. Dentro de la masa de miles de aficionados que pueden asistir a un Mundial, este aficionado errante conocido como Caramelo ha ganado fama por estar en las tribunas más cercanas a las cámaras de televisión. Sí, dentro de todos los rostros que pueden salir en la pantalla, la de Caramelo es reconocible. Colecciona ya 478 partidos del Tri, entre los Mundiales, Copas América, Copas Oro y amistosos. Un aficionado incondicional como lo es el español Manolo el del bombo o el brasileño Gaúcho da Copa con su eterna réplica de la Copa del Mundo.
Héctor Chávez (Chihuahua, 59 años) tenía ocho años cuando veía por televisión el Mundial de 1970 en México. Su padre, que trabajaba en el comercio, fue invitado a uno de los partidos. “En uno de los enfoques de las cámaras me tocó verlo por televisión. ¡Caray! Algún día Caramelo debe estar ahí, me dije”, cuenta a EL PAÍS. Su meta era, a toda costa, salir en la televisión. “Era como una obsesión, iba por todas las canicas”, agrega. Su gran momento ocurrió 16 años después cuando eligió ir con su padre al Mundial en vez de un viaje con sus colegas de la universidad. Chávez, recién graduado en Administración, no quería saber de fiestas, quería alentar a Hugo Sánchez y compañía. Así empezó su trajín.
“Banderas de México había muchas. Mi papá tuvo la idea de ponerle Chihuahua porque así nos podían ubicar nuestros vecinos y conocidos en casa si salíamos enfocados en la televisión. Fuera del país, muchos extranjeros creían que era la bandera italiana o luego me preguntaban que si Chihuahua era una referencia al nombre del perrito”, cuenta Héctor Chávez. El apodo de Caramelo se lo ganó porque, según explica, así le llamaban sus compañeras en la primaria de cariño.
Chávez ha financiado sus viajes y boletos a los partidos de México primero gracias a un negocio de joyería en la calle Libertad, en Chihuahua. “Se vino el tiempo de la violencia en el país [2010], el negocio de la joyería era muy susceptible a un robo, de mucho riesgo. Me tenía intranquilo”, menciona para contar que ahora se dedica a los negocios inmobiliarios. Su insistencia de apoyar a la selección mexicana le abrió las puertas con la Federación Mexicana de Fútbol que, en los tiempos de Decio de María, le permitían viajar en el mismo avión privado que los futbolistas. “No te creas que era de gratis, me vendían el boleto para viajar en el charter porque tenía un buen comportamiento, según ellos”, explica. Ahora, bajo el mandato de Yon de Luisa la política cambió y no les invitan porque “cada administración es distinta”.
Arrestado por “insultar” a Hugo Chávez
Caramelo fue a apoyar a México en su partido de cuartos de final de la Copa América en el estadio Monumental de Maturín, en Monagas, Venezuela. Era 2007. Ese día el Tri ganó 6-0, pero de esos goles solo algunas escenas. Chávez junto a sus familiares decidieron que era buena idea llevar máscaras de látex del entonces presidente Hugo Chávez y de su némesis político, George W. Bush. “La de Chávez tenía orejas de burro. En las gradas simulábamos una pelea entre ambos políticos, cosa que causó gracia y euforia. De repente empezamos a escuchar que los venezolanos gritaban ‘Y va a caer, y va a caer’ [en referencia al Gobierno chavista]. Yo les respondía, como si fuera el presidente, que me la pelaban. Se prendieron más”, rememora. Al medio tiempo, miembros del Ejército intentaron quitarle la máscara de Hugo Chávez. Entre el forcejeo y la ayuda de otros aficionados, la máscara quedó en manos de su peculiar dueño. Tres días después, en Puerto Ordaz, en Bolívar, un grupo de personas le ofreció a Caramelo boletos para ver el Argentina-México, pero fue un engaño. Llegaron agentes para detenerle durante 12 horas.
“Ofrecí disculpas. En otros países había libertad de expresión, se nos hizo fácil hacerlo en Venezuela. Nos llevaron a un calabozo, psicológicamente estaba devastado. Me dejaron ir, pero estuve vigilado hasta mi salida del país. Pedí a la Federación poder viajar con ellos de regreso”, cuenta Caramelo, quien asegura que gracias a la prensa pudo zafarse de las autoridades. Pese a ese episodio de tensión, Caramelo reconoce que sus mayores terrores son las eliminaciones de su país del Mundial. “La que nunca superaré fue contra EE UU en 2002. ¡No podíamos perder contra los gringos!”, opina. 20 años después, su selección sigue sin dar el gran salto, aunque ahora Caramelo puede contar su historia no solo en TV, sino también en TikTok, donde ya es uno de los grandes iconos.
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