Los panteones vuelven a la vida para celebrar a los muertos en México
Tras casi dos años de cierre, los cementerios mexicanos se preparan para reabrir sus puertas a las celebraciones por el Día de Muertos
Lo que llegó a ser un foco rojo de la pandemia de la covid-19 en México, ahora se prepara para recibir a quienes anhelan ir a cantar, rezar y brindar en la tumba de sus muertos. Donde hace unos meses los sepultureros no se daban abasto para enterrar a los difuntos, ahora aceleran el paso para cambiar el aspecto de la desolación que ha dejado la crisis sanitaria. Entre la saturación y el abandono de las criptas, después de más de 500 días en emergencia y un prolongado cierre al público, los panteones se alistan para volver a recibir visitas para los festejos del Día de Muertos,...
Lo que llegó a ser un foco rojo de la pandemia de la covid-19 en México, ahora se prepara para recibir a quienes anhelan ir a cantar, rezar y brindar en la tumba de sus muertos. Donde hace unos meses los sepultureros no se daban abasto para enterrar a los difuntos, ahora aceleran el paso para cambiar el aspecto de la desolación que ha dejado la crisis sanitaria. Entre la saturación y el abandono de las criptas, después de más de 500 días en emergencia y un prolongado cierre al público, los panteones se alistan para volver a recibir visitas para los festejos del Día de Muertos, la tradición más representativa de la cultura mexicana.
Los empleados del panteón vecinal de San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, Ciudad de México, limpian a contrarreloj las tumbas y los pasillos del cementerio que a partir de este domingo será el escenario de las tradicionales festividades anuales del pueblo. “Desafortunadamente por todos los decesos que hubo durante la pandemia, el panteón está en malas condiciones porque atendíamos a la gente o al panteón”, explica el secretario de la sección vecinal del camposanto, Enrique David Rosano.
“Llevamos dos semanas limpiando porque todavía seguimos ingresando casos por coronavirus”, expone. El último sepultado todavía no tiene cruz. Es un niño que falleció hace una semana a causa del virus. Rosano señala la cripta del pequeño y dice que es una de las más de 1.000 nuevas fosas de los fallecidos por la pandemia en este panteón con más de 12.000 lugares ocupados. Tan solo en el 2020, se registraron 737 inhumaciones, cuando en años anteriores el promedio era de 130, según los cálculos del encargado que aún no termina de contar las sepulturas que van en 2021. Aunque las autoridades han reconocido que existe un subregistro, México se aproxima a los 290.000 decesos por la covid-19, de los cuales cerca del 18% de los fallecimientos provienen de la capital, según las cifras oficiales.
El sepulturero de 46 años que lleva más de seis enterrando cuerpos confiesa que su primer acercamiento a este oficio, uno de los más castigados de la pandemia, fue impactante, pero no tanto como la crisis que ha presenciado en los últimos meses. “Una vez, mi papá, no sé si sea mito o sea verdad, me dijo: ‘mira, prueba esto’, pero no le encontraba el sabor, y ya lo empecé a masticar y me dijo: ‘es un huesito de un bebé, ya te lo comiste y con eso se te va a quitar el miedo a los muertos’”, relata.
“Lo bueno es que ya le perdí el miedo a la muerte, sino no sé qué me hubiera pasado con la pandemia”, comenta. Rosano tuvo la desgracia de vivir en carne propia el dolor del que muchas veces fue testigo. No pudo darle el último adiós a su madre “como Dios manda” en su entierro hace siete meses. “No murió de coronavirus, pero no tuvo su despedida como debe de ser porque estábamos en plena pandemia”, lamenta.
En el cementerio más grande de América Latina, el panteón civil de Dolores, ubicado en la alcaldía Miguel Hidalgo, Alfredo Portillo dirige las labores de rehabilitación. A pesar de estar habituado a enterrar cuerpos y hacerlo desde hace 35 años, el sepulturero cuenta que de lo más triste que vio durante la pandemia fue que mucha gente no pudo despedir a sus seres queridos “como debe de ser”. “Solo entraban cinco personas a sepultar”, recuerda.
“Mucha gente no pudo venir a ver a un familiar, a lo mejor ni siquiera saben dónde quedó porque no pudieron entrar”, continúa. En este cementerio, las sepulturas alcanzaron récords de hasta 80 por día, cuando previamente lo normal eran de cinco a 15 en el mismo periodo de tiempo, destaca. “Esperemos que vengan los que no han venido, o los que ya tiene mucho tiempo que no vienen a visitar a sus difuntos”, expresa.
Para ello, la alcaldía Miguel Hidalgo, al igual que el resto de las delegaciones de Ciudad de México -excepto Xochimilco- volverán a abrir en estas celebraciones con un protocolo de medidas sanitarias para controlar el aforo y los horarios de entrada de los cementerios, tras la vuelta al semáforo verde en la capital y en otros estados. Las actividades incluirán eventos dentro y fuera del panteón con un aforo limitado de 8 de la mañana a 4 de la tarde, según ha informado la vocería de la alcaldía. Los visitantes podrán permanecer solo una hora en el interior del panteón para permitir el flujo de los 200.000 visitantes que esperan recibir en los cuatro días de festejos, del sábado 30 de octubre al martes 2 de noviembre.
Los contrastes de la rehabilitación
Del otro lado de la reja que separa la sección vecinal de la parte civil del panteón de San Lorenzo Tezonco, el deterioro del terreno y el abandono de las tumbas rodeadas y cubiertas por kilómetros de maleza, contrastan con el mantenimiento que Rosano y otros trabajadores llevan a cabo para rehabilitar el espacio donde descansan los restos de los habitantes del pueblo. “Se ve descuidado por la pandemia, pero la basura ya la están sacando, fueron dos años en los que no hubo retiro de basura”, señala.
Un escenario similar se repite en el panteón de Dolores. En las 240 hectáreas del panteón, unos 35 empleados cortan el pasto y recogen la basura del terreno que alberga cerca de 250.000 fosas. Entre ellas, las de 111 figuras de la historia del país cuyos restos reposan en la rotonda de las personas ilustres, como Diego Rivera, Rosario Castellanos, Mariano Escobedo y Agustín Lara.
Mientras este histórico espacio se mantiene casi impecable, las cuadrillas de limpieza apuran el paso desde hace dos semanas para revestir el resto del terreno para los festejos este fin de semana. Al mismo tiempo que voluntarios y familiares aprovechan la reapertura de los cementerios desde el lunes 25 de octubre, tras el anuncio del gobierno de la capital, para escombrar y decorar las tumbas con flores y los objetos más preciados de los muertos.
En uno de los tres accesos del camposanto, Arturo Rojas compra flores para comenzar a decorar las seis tumbas que no ha podido visitar en familia desde hace dos años. “Este es el gusto que tenemos, normalmente traemos fritanga, marimba o mariachi y norteña y comemos todos aquí, tomamos cerveza, convivimos con ellos (los muertos)”, relata, “pero como ahorita no podemos estar todos, nos vamos a repartir”. Del otro lado de un puesto, el vendedor Felipe Hernández aguarda con ilusión la reactivación de las ventas. “La pandemia nos afectó bastante, las ventas nos bajaron como un 80%, ahora esperemos que con estos días algo recuperemos”, expresa. Así, entre anhelos que no caben en los panteones y tumbas a medio arreglar, el dolor que han dejado los miles de fallecidos por la pandemia en México, un país que dedica toda una celebración a la muerte, encontrará, quizás, un consuelo con la reapertura de los cementerios.
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