La violencia, el virus sin vacuna en México
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El ritmo de la vacunación en México está permitiendo al país comenzar a ver la luz al final del túnel de la crisis de salud provocada por el coronavirus. Con los semáforos de buena parte del país en verde, muchas de las restricciones impuestas en los territorios se van levantando. Pero el ritmo es desigual en función a...
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El ritmo de la vacunación en México está permitiendo al país comenzar a ver la luz al final del túnel de la crisis de salud provocada por el coronavirus. Con los semáforos de buena parte del país en verde, muchas de las restricciones impuestas en los territorios se van levantando. Pero el ritmo es desigual en función a los Estados. Baja California es el que mayor avance de vacunados tiene (un 79% de la población), mientras que en la capital el 53% ya tiene al menos una dosis. En la Ciudad de México, el Gobierno Federal ha comenzado el registro para administrar la vacuna a los jóvenes de entre 18 y 29 años.
Sin embargo, con 32 millones de vacunados a nivel nacional, el reto de inmunizar a 117 millones de personas de forma gratuita se ve todavía lejano. Y en lugares como Chiapas tienen que animar a los ciudadanos con ofertas de ‘tres por dos’ para que superen sus prejuicios y vayan a recibir la inyección.
Otro virus crónico de México y para el que no se ha encontrado vacuna es el de la violencia que ha sembrado el terror en buena parte del país, pese a que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador insiste en que todo “está en paz”. Pablo Ferri viajó esta semana a Aguililla, el pueblo “abandonado por el Estado” y que está cercado desde hace meses por una batalla entre grupos criminales. Mientras tanto, en el centro del poder político y la principal puerta de entrada a territorio mexicano, el aeropuerto internacional Benito Juárez, de la Ciudad de México, un migrante venezolano fue víctima de una red de trata de personas que lo entregó a un cartel supuestamente con la complicidad de funcionarios del Instituto Nacional de Migración, según le contó a EL PAÍS. “No quería morir como matan aquí”, le dijo el joven a la periodista Georgina Zerega.