Los controvertidos gritos de gol atrapados en una mascarilla en México
El país norteamericano es el primero en América Latina en abrir gradualmente los estadios a los aficionados pese a que la crisis sanitaria está lejos de terminar
Julio Arenas está decidido a confinarse los próximos 15 días. Este joven de 30 años, con una mascarilla que se le resbala de la nariz, viajó 2.700 kilómetros desde Tijuana hasta Aguascalientes para ver a su club, los Xolos, jugar contra el Necaxa. Para cuidar a su familia ante un posible contagio pidió que nadie le acompañara. Su futura cuarentena, dice, fue recomendación de su esposa. Ese es el riesgo que Arenas tomó para ver ...
Julio Arenas está decidido a confinarse los próximos 15 días. Este joven de 30 años, con una mascarilla que se le resbala de la nariz, viajó 2.700 kilómetros desde Tijuana hasta Aguascalientes para ver a su club, los Xolos, jugar contra el Necaxa. Para cuidar a su familia ante un posible contagio pidió que nadie le acompañara. Su futura cuarentena, dice, fue recomendación de su esposa. Ese es el riesgo que Arenas tomó para ver el primer partido de fútbol en México con aficionados en la tribuna en medio de la pandemia de la covid-19. La ciudad de Aguascalientes es pionera y el laboratorio de pruebas para el regreso de los hinchas a los estadios en las principales Ligas de América Latina.
Si para asistir a la final de la Supercopa de la UEFA entre el Sevilla y el Bayern Múnich exigía una prueba PCR, para ingresar al partido entre Necaxa y Tijuana se necesitaba mostrar el código QR del boleto y no tener temperatura mayor a 37,7 grados. El gel antibacterial no podía fallar ni la cerveza a través de aquellos intrépidos vendedores que, con los guantes de látex gastados, no dejaban de repartir bebidas. “Yo feliz de la vida el tomar el riesgo de contagiarme: el amor a la camiseta es mayor”, asegura Julio Arenas, quien saluda a los jugadores que entran en el autobús.
La Liga mexicana roza lo temerario al iniciar la gradual apertura de los estadios en México. Ha comenzado este viernes en las ciudades de Aguascalientes y Mazatlán (Sinaloa), que no han controlado del todo la emergencia sanitaria y se mantienen en el semáforo epidemiológico color naranja. Es decir, se pueden realizar actividades esenciales y los negocios pueden abrir con una capacidad del 30%. Las principales calles del centro de Aguascalientes muestran sus negocios abiertos, pero con escasos clientes; su principal punto de reunión, la Plaza de la Patria, lucía semivacío. El riesgo de la transmisión del virus es latente y el miedo también.
En México se tiene registro de más de 85.000 muertes y los casos de contagio acumulados superan los 834.000. Pero, ¿por qué la Liga mexicana eligió a Necaxa y Mazatlán FC, dos clubes que marchan en los últimos lugares de la clasificación y con poco protagonismo?
La reactivación de la industria en México ha sido un tema recurrente en el despacho de las autoridades sanitarias. El 3 de julio ocho equipos de la Liga mexicana participaron en un torneo de copa aún con la pandemia en su pico. Los dueños de los clubes, ante la crisis económica, presionaron para que se volviera a disputar la Liga, el 24 del mismo mes. La transmisión de los partidos por televisión fue un balón de oxígeno para los equipos. La reapertura paulatina de los estadios comienza cuatro fechas antes del arranque de la fase final del torneo, la liguilla, la instancia que eleva la audiencia televisiva y que, en condiciones normales, también aumenta el precio de las entradas a los estadios. “El regreso es muy polémico por la realidad en que vivimos, no estamos fuera de esta contingencia”, dijo Santiago San Román, director deportivo de Necaxa a la cadena Fox Sports. “Creo que todo el tema va a estar en la responsabilidad de la gente”.
La justificación de las autoridades sanitarias y de la Liga mexicana para repoblar los estadios es que se trata de un espacio al aire libre en el que, con la distancia social y mascarilla, se puede asistir. “En lo particular, si sé que hay un riesgo [de contagio], mejor no voy. Mejor lo veo en televisión”, dijo Miguel Ángel Piza, secretario de salud de Aguascalientes, unos días antes. “El riesgo, aún con todas las medidas, existe”, zanjó. El protocolo de la Liga mexicana pide cambiar los hábitos del aficionado: no ir en grupo como porra, no fumar y dejar a los menores de 12 años en casa. Además, las entradas se deben comprar por Internet, algo que extingue, de momento, la vieja tradición de la reventa fuera de los estadios.
Pero las normas, por más que estén impresas en un cartel, gigante pasan inadvertidas en el estadio Victoria. Si decía “uso de cubrebocas obligatorio” algunos aficionados locales, los del Necaxa, lo ignoraban y se acomodaban la mascarilla en el mentón al momento de darle un sorbo a su cerveza o mientras se saborean un cigarrillo, también prohibido. Las mentadas de madre a los rivales no pueden ser exclamadas sin escupir un poco hacia la fila de adelante. El personal de vigilancia cazaba a los rebeldes para reprenderles, como si fuera la dinámica de un colegio. Los hinchas de abolengo, esos que permanecían inmóviles y respetuosos en su asiento, se desgarraban la voz rasposa para gritar un gol o vociferar “¡no mames!” ante un tiro al larguero. Es, pues, la ansiada catarsis que dan los espectáculos masivos. “La gente necesitaba un espacio para quitarse el estrés de la pandemia”, resume Juan Manuel Martínez, un acomodador de 63 años.
Alicia Cortés, de 62 años, y su esposo Rafael Torres, de 65, viajaron más de tres horas para ver al Necaxa. Su rutina de cada 15 días era ir a ver a esos futbolistas rojiblancos. “No tenemos miedo a contagiarnos, estamos protegidos”, dice Cortés mientras se señala el cubrebocas de tela. “Ya si te toca es mala suerte, ¿no?”, agrega. Al estadio asistieron 5.047 hinchas y que la entrada como el de cualquier partido promedio en México en la vieja realidad.
Pero hay cosas que no cambian como la charla grupal entre extraños o como el escupitajo innecesario de los jugadores en el campo. A mediados de septiembre, el Club Tijuana presentó un brote de covid al infectarse hasta 30 personas, entre jugadores y personal en general. La Liga tuvo que reprogramar dos de sus partidos fue un duro recordatorio de que la pandemia aún no está superada. En 90 minutos, el fútbol mexicano intentó abstraerse de la crisis sanitaria que le rodea y limita, pero cuando se escucha que alguien tose todo vuelve a la cruda realidad.