La falta de apoyos y el cierre de miles de negocios descarrilan la reapertura de la economía mexicana
Las empresas se enfrentan a un segundo semestre complicado por la falta de liquidez y la incertidumbre sobre la evolución del coronavirus
La plaza comercial Morisko reabre magullada de tres meses de confinamiento por el coronavirus. Un altavoz escupe baladas que engordan la sensación de vacío en este mercado de Santa María La Ribera, una colonia de clase media en Ciudad de México. Hay poco cliente y las persianas de algunos negocios raspan el suelo. El Don, una tienda de abarrotes, cerró para no gastar más electricidad. Por una rendija todavía se alcanzan a ver algunas chocolatinas sobrevivientes. En frente, la dueña de la estética Chula se llevó la mercancía porque ya no podía pagar la renta. Y, unos pasos más all...
La plaza comercial Morisko reabre magullada de tres meses de confinamiento por el coronavirus. Un altavoz escupe baladas que engordan la sensación de vacío en este mercado de Santa María La Ribera, una colonia de clase media en Ciudad de México. Hay poco cliente y las persianas de algunos negocios raspan el suelo. El Don, una tienda de abarrotes, cerró para no gastar más electricidad. Por una rendija todavía se alcanzan a ver algunas chocolatinas sobrevivientes. En frente, la dueña de la estética Chula se llevó la mercancía porque ya no podía pagar la renta. Y, unos pasos más allá, un local que albergaba una pastelería tiene tres meses desocupado.
La reapertura gradual de la economía mexicana, iniciada a principios de mes, se da cuando miles de empresas han cerrado, especialmente en el sector servicios. Aun con el reinicio de actividades, la pérdida de hasta 12 millones de empleos, la consecuente contracción del consumo y la incertidumbre que rodea la evolución de la pandemia pesan sobre la continuidad de los negocios. A la caída de ventas y la falta de liquidez se suma, además, el limitado alcance de las medidas del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Apenas un 7,8% de las empresas recibió algún apoyo en abril o mayo, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) publicada este jueves.
El propietario de El Don, Julio César González, pensó que la pandemia iba a ser buena para el negocio. Cervezas, refrescos, siete tipos de salsas y mermeladas, durazno en almíbar y cóctel de frutas: esas eran sus armas para enfrentar lo que venía. “Va a cerrar todo y la gente no va a tener donde comprar”, recuerda, con un cubrebocas negro colgándole de la barbilla. “Y sorpresa no fue así; pedían a domicilio del Costco, del Walmart y no me compraban a mí”. De vender a la semana 42.000 pesos, unos 1.800 dólares, pasó a 2.500. Mientras, los gastos de agua y electricidad seguían corriendo. Desenchufó uno de sus refrigeradores y cambió los focos por unos ahorradores. “Trabajaba para pagar la luz y la renta”. Harto de aguantar, el 15 de mayo apagó las luces, vació las estanterías y los refrigeradores y cerró. Se llevó todo lo que pudo a la tienda de su hermana.
Entre abril y mayo, los meses más duros de confinamiento, casi 10.000 patrones desaparecieron de las listas del Seguro Social. Aunque en junio se recuperaron 2.823, la cifra no tiene en cuenta el cierre de negocios en el sector informal, más difícil de acreditar con exactitud. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) augura que desaparecerán 500.000 empresas, arrastradas por la caída en las ventas. La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco) estima pérdidas hasta junio de cerca de 900.000 millones de pesos, unos 40.000 millones de dólares, y no se espera una recuperación rápida. El 47% de los negocios prevé que la disminución de ingresos continúe en los próximos seis meses, frente al 20% que considera que aumentarán, según el Inegi.
La falta de liquidez es uno de los principales escollos. El 60% de los negocios, tanto esenciales como no esenciales, entró en paro técnico en abril y mayo y un 46% de ellas lo hizo por 21 días o más, según el Inegi. Incluso si avanza la reapertura, el economista Rodolfo de la Torre, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, prevé “una gran mortandad”. “Hay muchas empresas formales pequeñas que para el tiempo que llevan de suspensión sus reservas han acabado. Generalmente pueden resistir dos o tres meses”. Héctor Villarreal, director del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, distingue tres tipos de situaciones: “Empresas que básicamente cierran y no van a volver a abrir, las que cierran con cierta capacidad de regresar y las que si bien no han cerrado sí están minimizando operaciones”.
Durante el confinamiento, algunos negocios pactaron una reducción de la renta de los locales pero, con la reapertura, los arrendadores han empezado a impacientarse. El presidente de la Asociación de Profesionales Inmobiliarios, Roberto Barrios, señala que los convenios dependen de “la voluntad de los arrendadores”, ya que el Gobierno no ha propuesto ninguna medida en ese sentido. “Hay un serio problema de impago”, apunta. “En la crisis del 94 se perdió el 20% de los negocios que ocupaban locales comerciales, en el 2009 fue aproximadamente un 15%. Sin duda, esta crisis va a ser peor”.
A Jimena Só, dueña de la estética Chula, se le perdonó el alquiler durante los meses de confinamiento estricto, pero en julio le pidieron la mitad del pago. “Yo no tenía ni para eso y decidí sacar toda la mercancía. 3.000 pesos no es tanto, pero si no hay venta no hay de dónde sacarlo”, dice esta vendedora de 35 años. “Si sale, la gente está destinando dinero a productos básicos, no a cosméticos”. Su vecino, el comerciante Hugo Torres, rentaba un local a una pastelería artesanal que, como Jimena Só, decidió cerrar. “Les faltaban dos o tres meses para terminar el contrato y se les condonó. ¿Cómo vamos a exigir si no tienen cómo pagar?”, se pregunta Torres. En tres meses, apenas ocho personas han visitado el espacio y ninguna ha presentado una oferta.
El local de Torres no es el único que cuesta rentar. Según datos proporcionados por el portal Propiedades.com y analizados por este diario, las oficinas y locales disponibles en la plataforma para renta o venta han aumentado de forma importante en los últimos tres meses respecto al primer trimestre del año. Entre abril y junio, los locales y las oficinas para rentar en Ciudad de México han aumentado un 50% y un 71%, respectivamente. En Jalisco, el incremento ha sido de 180% en locales y de 40% en oficinas. En Nuevo León, en cambio, la turbulencias han sido más ligeras, con incrementos de 7,3% y de 25% en la disponibilidad de locales y oficinas, respectivamente.
El sureste turístico frente al norte industrial
Como apuntan las cifras, el cierre de negocios no se ha extendido en todo el territorio por igual. El sureste, muy dependiente del sector servicios, es más vulnerable que la región fronteriza con Estados Unidos, más industrializada y ahora favorecida por la reciente entrada en vigor del T-MEC. “En el norte y el Bajío las empresas enganchadas al sector exportador pueden rebotar relativamente rápido. En el sureste e incluso en Ciudad de México, en las partes ligadas a turismo, vemos una recuperación muy lenta, de un par de años”, sostiene Héctor Villarreal. En Quintana Roo, en el Caribe, un 86% de la economía está ligada al sector servicios y al turismo, frente al 61% en Nuevo León, según datos del Inegi.
En la ciudad de Oaxaca, destino turístico en auge antes de la pandemia, 25 de los 280 afiliados a la cámara de comercio local han cerrado de forma definitiva y otros 50 se han endeudado para poder aguantar el tirón. Los que han reabierto reportan tasas de ocupación por debajo incluso de las restricciones sanitarias. “En hoteles, ha habido una ocupación en promedio de 15% o 18% cuando estamos autorizados a un 20%”, dice Salvador Carlos López, presidente de la cámara local y dueño de un establecimiento de una estrella. De las 27 habitaciones de su hotel solo ha arreglado seis y ha desenchufado los televisores de los cuartos para ahorrar electricidad. Ha agotado todos sus ahorros pero, contemporiza, “hasta ahora la ha librado”.
Las ayudas federales a la iniciativa privada son insuficientes para evitar los cierres, según expertos y empresarios. El secretario de Hacienda ha apuntado al “escaso margen fiscal” para justificar la tímida respuesta del Gobierno. “México no puede tener un programa de estímulo fiscal del tamaño de Alemania o Canadá”, dijo en abril en entrevista con este diario. Pero el plan mexicano se queda lejos no ya del de países europeos, sino también del de Estados vecinos. La Cepal ha contado un total de nueve medidas, frente a las 41 de Brasil y a las 37 de Argentina, las otras dos grandes economías de América Latina.
La oferta de microcréditos a tasas de interés bajas ha ayudado a algunas pequeñas empresas a salir momentáneamente del atolladero. Sin embargo, otros negocios, especialmente los formales, han preferido no contraer más deuda en plena crisis. Solo 191.181 patrones de los 645.102 potenciales, menos de una tercera parte, han solicitado los créditos ofrecidos por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Entre las empresas que no recibieron ayudas, el 37% citó falta de conocimiento, 18% dijo que era demasiado complicado, el 17,5% afirmó que las había solicitado sin éxito y otro 12% que no cumplía con los requisitos. Solo un 12% aseguró no necesitar la ayuda, según la encuesta del Inegi.
Rodolfo de la Torre considera que los créditos deberían ir acompañados de diferimientos o descuentos en el pago de impuestos para contener la caída. “Todavía tendremos cierres de establecimientos que están encontrando dificultades y no tienen facilidades para salir lo de los adeudos”, dice. En mayo, 100.000 negocios incumplieron el pago de cuotas al IMSS, por lo que el ente recomendó que se acogieran a un programa de plazos. En cuanto al diferimiento de la factura eléctrica durante seis meses, reclamado por los empresarios, el secretario de Hacienda dijo este martes que lo “analizará”.
Para reabrir El Don, Julio César González necesita 22.000 pesos para pagar a proveedores y la factura de la luz y del agua. Lo ha pedido prestado a familiares. No puede acudir al banco porque carece de historial crediticio y rechaza recurrir a uno de los microcréditos federales. “Nos atrasamos en la luz, me la cortaron. Estoy pagando 6.000 pesos de agua cuando estoy cerrado”, dice, tras las rejas de la tienda de su hermana. “Al Gobierno le valió gorro que me fuera mal, ¿por qué les tengo que pagar yo ahora?”.