López Obrador muestra su talante más conciliador en vísperas de la visita a Estados Unidos
El mandatario ha aceptado hacerse la prueba de la covid-19, exigida por la Casa Blanca, antes de un encuentro al que no asistirá el canadiense Trudeau
La visita del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a Washington este miércoles está repleta de simbolismos que auguran una nueva etapa de la relación entre México y Estados Unidos. Más allá de que las entradas más recientes de la historia bilateral han sido escritas con la estridente y abusiva voz de Donald Trump y la conformidad de sus contrapartes mexicanas, el viaje supone la consumación del giro de López Obrador para con su homólogo, al que criticó durante la campaña y con el que, una vez en la presidencia, ha guardado las formas. El presidente mexicano aterrizará en la capita...
La visita del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a Washington este miércoles está repleta de simbolismos que auguran una nueva etapa de la relación entre México y Estados Unidos. Más allá de que las entradas más recientes de la historia bilateral han sido escritas con la estridente y abusiva voz de Donald Trump y la conformidad de sus contrapartes mexicanas, el viaje supone la consumación del giro de López Obrador para con su homólogo, al que criticó durante la campaña y con el que, una vez en la presidencia, ha guardado las formas. El presidente mexicano aterrizará en la capital estadounidense la noche del martes en lo que será su primer viaje al exterior en 19 meses de mandato, para celebrar la entrada en vigor del T-MEC, el nuevo tratado de libre comercio de Norteamérica. El mandatario, que se someterá a la prueba de la covid-19 por requerimiento de la Casa Blanca algo a lo que se había negado hasta ahora, ha calificado el acuerdo de “oportuno” pues le permitirá reactivar la economía mexicana tras la crisis provocada por el coronavirus. El encuentro de este miércoles 8 de julio ocurre mientras las gestiones de la pandemia han sido duramente criticadas en ambos lados del río Bravo.
El gran ausente de la cita será Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, quien ha rechazado participar en el encuentro propuesto por México. El canadiense afirmó el viernes que estaba preocupado por los rumores de que la Administración Trump pretende imponer nuevos aranceles al aluminio y al acero. Este punto fue uno de los principales obstáculos durante la ardua negociación del acuerdo tripartito. La ausencia de Trudeau, quien, según ha dicho López Obrador este lunes, pronto visitará México, deja frente a frente a un mandatario proteccionista y otro antineoliberal para festejar un tratado que pretende un flujo anual por 1,2 billones de dólares.
El primer viaje de López Obrador al extranjero ha recibido diversas críticas incluso antes de realizarse. Diplomáticos, políticos, analistas y mexicanos de a pie han repudiado la visita a la Casa Blanca a cuatro meses de los comicios donde Trump busca su reelección. Solo el 8% de los mexicanos confía en el presidente de EE UU y el 90% rechaza el muro en la frontera. El republicano visitó a finales de junio un trozo de la pared en Arizona, donde recordó que se han construido 321 kilómetros de división en los más de 3.000 que forman la línea. La gestión de Trump ha llevado a mínimos la aprobación a Estados Unidos, un país donde viven 38,5 millones de mexicanos (12,3 millones nacidos en el país y otros 26,2 de segunda y tercera generación). Solo el 36% de los mexicanos tiene una opinión favorable del vecino del norte, según el Pew Research Center.
El Gobierno de México ha revelado este lunes parte de la agenda del presidente en Washington. Las actividades inician la mañana del miércoles con una visita a la estatua de Benito Juárez, a escasos metros del polémico complejo de Watergate. Después, López Obrador visitará el memorial de Lincoln. La reunión en la Casa Blanca empezará a las 14.00 (hora local). Por la noche cenará con empresarios. Al viaje lo acompañará el canciller Marcelo Ebrard, el jefe de la oficina de la presidencia, el empresario Alfonso Romo, y la secretaria de Economía, Graciela Márquez.
“Su encuentro será con el jefe de Estado más racista y conservador que ha tenido Estados Unidos”, dijo a López Obrador recientemente Silvano Aureoles, el gobernador de Michoacán, un Estado que tiene a cuatro millones de nativos viviendo al otro lado de la frontera. El mandatario de una entidad expulsora de migrantes pidió pensar en las imágenes de los centros de detención y de los menores separados de sus familias. “Lamento que el presidente de México no tenga en su agenda, su mente y su corazón, a los migrantes. Que no sean una prioridad en su agenda”, añadió Aureoles en un segundo video.
Esta visión no es extraña para López Obrador. Él mismo la compartía antes de convertirse en presidente. El candidato de Morena publicó en junio de 2017 Oye, Trump, un libro que ha sido retomado con atención en la antesala del encuentro. En el texto, López Obrador consideró “un error” que el Gobierno de Enrique Peña Nieto tomara partido. Se refería a la muy cuestionada invitación del mandatario mexicano al entonces aspirante republicano para acudir a Los Pinos en septiembre de 2016. Más adelante, López Obrador afirma que la Administración del PRI permitió “la insolencia y el ultraje del mandatario de Estados Unidos en contra de nuestros connacionales”. En marzo de 2017, el político de izquierdas se quejó en una carta dirigida a la ONU de las violaciones de derechos humanos y la discriminación racial cometidas por Trump.
El presidente sostiene que el tiempo en el que lleva en el poder la narrativa antimexicana de Trump ha disminuido. “Ha habido una relación de respeto no solo al Gobierno, sobre todo al pueblo de México. No es el mismo trato de antes. Esto se puede probar en declaraciones, mensajes que se vierten sobre México desde el extranjero. Es una situación completamente distinta”, ha dicho López Obrador la mañana de este lunes durante la conferencia de prensa matutina.
A seis meses de su llegada a la presidencia, sin embargo, López Obrador tuvo su principal encontronazo con Trump. El estadounidense amenazó con imponer un arancel del 5% a todos los productos mexicanos si México no lograba contener la migración desde Centroamérica. La amenaza disparó las alarmas. El canciller Ebrard fue enviado de emergencia a Washington a negociar mientras López Obrador envió una carta a su homólogo elevando el tono. “Los problemas sociales no se resuelven con impuestos o medidas coercitivas... y por favor, recuerde que no me falta valor, que no soy cobarde ni timorato sino que actúo por principios: creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la guerra”. El incendio se apagó un mes después con una fotografía de Ebrard saludando a un sonriente Donald Trump. Y con la deportación de 20.000 centroamericanos, un 30% más que en los meses anteriores.
Al hablar de Estados Unidos, López Obrador suele citar a Franklin Roosevelt, a quien gusta llamar el “titán de las libertades”. Es uno de sus principales referentes. La estrategia de Trump con México, sin embargo, recuerda a otro Roosevelt, Theodore, y su famosa descripción de diplomacia: “Habla suavemente y carga un gran palo. Llegarás lejos”.