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Víctor Jara, 150 canciones y un poema: una biografía que sigue viva y escribiéndose

Una investigación de cada una de las canciones que Víctor Jara compuso e interpretó entre 1957 y 1973. Un recorrido lleno de puntas de flecha que podrían disparar muchas conversaciones amplias y diversas

“Estoy dando jugo”. Tal vez nos reímos, pero fue con cariño y en completa complicidad con los ires y venires de la memoria de Amanda Jara, quien contaba cómo una niña de 9 años había crecido juntando fragmentos de la vida de su papá, construyendo a punta de narraciones ajenas una historia que nunca se termina de contar. La de Víctor Jara.

Amanda conversaba con unas 600 personas que estábamos ahí como en el living de una casa. Nos habló de la chacra luminosa de Angelita Huenumán; de cómo Joan, su mamá, le decía que ella era tan obsesiva como su papá para ordenar la ropa; del periodista sueco que salvó vía valija diplomática muchas grabaciones; de fotos y testimonios que siguen apareciendo y dando cuenta de que un archivo no es una “cosa llena de polvo”, sino que es un espacio lleno de vida.

A su lado la escuchaba, como probablemente lo habrá hecho muchas veces en los últimos años, el periodista Jorge Leiva, autor del libro “Víctor Jara, 150 canciones y un poema”, cuyo lanzamiento era el motivo por el que habíamos llegado al centro cultural CEINA el martes 25 de noviembre. Una investigación de cada una de las canciones que Víctor Jara compuso e interpretó entre 1957 y 1973. Un recorrido lleno de puntas de flecha que podrían disparar muchas conversaciones amplias y diversas, guiadas por la propia curiosidad del cantautor; un libro lleno de voces, comunidad y concentración en los detalles, como reconoció y agradeció Amanda sobre el minucioso trabajo de Leiva.

La conversación la completaron los periodistas Marisol García y Pablo Aranzáes, compañeros y amigos del autor. Y testigos de su recorrido por la música popular chilena, con los documentales sobre Los Ángeles Negros y Quilapayún, su amplio trabajo en medios de comunicación siempre en el mismo ámbito y como uno de los fundadores del sitio musicapopularl.cl

“Para la elaboración de cada una de las crónicas de este libro se realizaron 60 entrevistas y se revisaron libros, investigaciones académicas y periodísticas, archivos de prensa, películas documentales, ediciones discográficas y sitios web”, escribe Leiva en la presentación. Y se nota.

La misión de editar debe haber sido titánica: detrás de cada párrafo se asoma un alud de conocimientos pujando por tener un lugar en estas 277 páginas. Desde los villancicos con el conjunto Cuncumén, al comienzo de su carrera, hasta la canción 150: Manifiesto, grabada en 1973, vibran datos, musicología, reporteo del más puro y necesario para seguir esculpiendo la figura del enorme Víctor Jara.

Enorme, cercano y actual. Como la conversación de esta velada de lanzamiento que de tan cercana hacía olvidar que éramos una verdadera multitud que llenaba una sala por un libro. Con filas de personas que compraban hasta cuatro ejemplares. Un lujo por donde se le mire en un país cuya memoria, por estos días, tambalea en los tablones de la política.

Mientras en el Congreso se recortaban los recursos para sitios de memoria como el Estadio Nacional, la casa de José Domingo Cañas, entre otros, en pleno corazón de Santiago, la presentación de “Víctor Jara 150 canciones y un poema”, con su cariño y complicidad, con su éxito rotundo, nos devolvía un poco el alma al cuerpo frente al acecho del negacionismo.

Después de la conversación vino la música: Camilo Salinas, tocó al piano su versión de Luchín; Elizabeth Morris hizo lo propio con Angelita Huenumán, Ismael Oddó hizo una versión, gracias a la electrónica, a dos voces con el propio cantautor. Pancho Sazo, voz de Congreso,hizo lo propio con Los único que tengo, y para el cierre, José Seves de Inti Illimani, puso su vozarrón en El Aparecido. Cada uno llevó al escenario su mirada, su interpretación, puso su trazo en el gran lienzo que les había puesto Leiva.

Jorge Leiva, trató de “pasar piola”, como es su costumbre. Pero al mismo tiempo vistió la mesa con tanta gracia que es imposible no aplaudir su enorme logro. Por una parte su investigación profunda que incluye fotos, manuscritos, datos inéditos, afiches, recortes de prensa y el poema de cierre, la única obra post 11 de septiembre de 1973 escrita por Víctor Jara antes de ser acribillado (en un formato especial de diseño); por la otra, la capacidad de convocar a tantas personas (en el público y entre sus colaboradores) en torno a un hombre clave para la cultura y la historia chilenas, cuya biografía sigue escribiéndose con testimonios vivos y actuales. Y para completar la triple corona, hacerlo en tiempos como los que corren y con el apoyo de un sello editorial tan relevante como el Fondo de Cultura Económica que esa noche se fue con las cajas vacías: todos los libros vendidos. Un hit.

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