Ascanio Cavallo: “El Gobierno de Boric no tiene por dónde sacar una cuenta alegre de las elecciones locales”
El periodista político y escritor chileno dice que en los comicios el oficialismo sufrió “un retroceso muy serio” en el control territorial, pero que existe una ambigüedad en los resultados
En las elecciones municipales y regionales celebradas el fin de semana, los chilenos dieron un giro hacia la moderación. Los resultados siguen la senda de los dos últimos comicios en el país sudamericano, donde los electores echaron abajo proyectos constitucionales de carácter más radical de las izquierdas y las derechas. Tomando como termómetro de la fuerza territorial de los partidos la elección de concejales, el partido Renovación Nacional, de la centroderecha, logró la mayor cantidad de votos (15,5%), convirtiéndose en la principal formación del país. El periodista político y escritor chileno Ascanio Cavallo (Santiago, 67 años), analiza en entrevista telefónica los resultados, y remarca que supusieron un “duro castigo” para el oficialismo del presidente Gabriel Boric.
Pregunta. ¿Dónde se vio reflejado ese duro castigo?
Respuesta. El Gobierno sufrió un retroceso muy serio, sobre todo desde el punto de vista de control territorial. En las elecciones locales de 2021 disfrutó de un control de los gobernadores prácticamente absoluto, 15 de 16. Y ahora hay por lo menos 10 que entran a la segunda vuelta, que va a ser un verdadero plebiscito sobre el Gobierno. En las comunas perdió 40 de 345, un número alto. Hay una ambivalencia o ambigüedad en los resultados que hacen que algunos los lean con exceso de entusiasmo o de pesimismo.
P. ¿No fueron unas elecciones particularmente ambivalentes? En las municipales de 2021, la derecha se quedó con 87 alcaldías. El oficialismo esta vez perdió 40, pero se quedó con 111.
R. Sí, pero salió de 40, que es lo fuerte. Las singularidades están en las cuestiones personales, en las rarezas. La derrota de [de la histórica figura de la derecha] Marcela Cubillos en Las Condes, la derrota de [del independiente apoyado por la derecha] Iván Poduje en Viña del Mar, que fueron absolutas sorpresas. Pero tienes a Mario Desbordes [la opción de la derecha, triunfando] en la comuna de Santiago. Aquí hay más casuísticas que un gran cuadro. Pero con las pocas líneas que puedes trazar, creo que el Gobierno no tiene por dónde sacar una cuenta alegre. La única es: hay algunos lugares donde no perdimos, como Viña, que estaba en riesgo.
P. De todas las sorpresas que se dieron, ¿cuál fue la mayor para usted?
R. Lo que más me sorprende es la derrota de Marcela Cubillos. Es raro que se produzca en una elección una respuesta tan lineal a un cierto hecho que ha afectado a la candidata; el tema del sueldo [de unos 18.500 dólares brutos en una universidad]. Pero más que el sueldo, creo que fueron las respuestas que dio que mostraron a una figura vacilante, con una especie de autoafirmación muy fuerte, muy agresiva. Y después, no sé si es creada, ficticia o real: la incapacidad de Claudio Orrego de llegar a una primera mayoría sin segunda vuelta. Entra a una elección muy jodida, una que puede perder. Antes era el candidato triunfador. Se le había despejado el terreno para buscar las ambiciones más grandes.
P. ¿Y en qué pie queda José Antonio Kast, del Partido Republicano, para la campaña presidencial?
R. A Kast no le fue tan bien como quería, pero tampoco tan mal. Quedó en una situación de que el partido no está obligado a desaparecer. Tiene una fuerza que no tenía antes, presencia en concejales, en los consejeros regionales. Pero tampoco ganó tanto. No doblegó a Chile Vamos, que era su propósito. Creo que Kast queda peor que antes de las elecciones, aunque él debe opinar lo contrario.
P. ¿Evelyn Matthei, la principal candidata de la derecha tradicional para las presidenciales, fue la ganadora de la noche?
R. Sí, se fortaleció. Pero falta mucho, un año. Hace un mes no pensamos que al Gobierno le podía pasar lo que le ha pasado [con el Caso Monsalve]. Esto está demasiado fluido.
P. ¿Con cuánta urgencia ve que la izquierda debería nombrar a un candidato presidencial?
R. Tiene que preocuparse ahora. [El presidente Boric] tiene que reestructurar el Gabinete en función de un equipo que lo acompañe hasta el final. Tiene que hacer que se vayan los ministros que quieren ser parlamentarios, que pueden ser dos o tres. Probablemente, a partir de eso, tiene que determinar quién puede ser su candidato. No es obvio. Y es más, como falta la segunda vuelta de gobernadores el 24 de noviembre, esto empieza recién a perfilarse en diciembre.
P. ¿Y qué carta puede salir? ¿Cree que la ministra del Interior Carolina Tohá tiene opción o se descarta por el Caso Monsalve?
R. No se puede descartar, pero evidentemente hay daño. También hay daño en Orrego porque creo que pensaba que con un resultado contundente en estas elecciones quedaba de presidenciable. Del Frente Amplio no se sabe si podría haber un candidato. Todos dicen que obviamente [el alcalde reelecto de Maipú, Tomás] Vodanovic, pero no es obvio porque hasta ahora es un resultado en una comuna no más. Y el Partido Comunista enviará un candidato testimonial por lo menos a una primaria, como siempre lo hace.
P. ¿Llega particularmente complicada la izquierda a esta campaña presidencial?
R. Sí, está complicado. Está complicado como está el mundo.
P. Hay quienes postulan que el Socialismo Democrático debería formar un solo partido. ¿Cree que es posible?
R. No, son muy porfiados. Habría que matar a tantos líderes que se creen la luz del mundo. Era obvio que después del primer plebiscito al texto de la convención constituyente, había que armar un partido si tú querías. Pero no que crearas Amarillos, Demócratas, y como cinco más. Ese acto ya te muestra la insensatez de una cierta élite. Por otro lado, la Democracia Cristiana (DC) se está extinguiendo; sacó la mitad de los alcaldes que tenía y ya vivía solo con los alcaldes. Hace rato que tendría que haberse fusionado con algo. Y el Partido Socialista y el Partido Por la Democracia... lo que no pasó en 30 años podría pasar ahora, pero dudo que tengan interés, a juzgar por las cuchilladas que se pegan.