La traición de los regalones

Una ‘pichanga’ que terminó con golpes e insultos hipotecó la opción de Colo Colo de ser campeón en el torneo de este año. Jordhy Thompson y Damián Pizarro, dos jóvenes y descarriadas promesas, mordieron la mano del hombre que más creyó en su talento

Marcelo Morales de Universidad de Chile disputa el balón con Esteban Pavez de Colo Colo, el pasado 2 de septiembre.OSVALDO VILLARROEL (EFE)

Un partido de fútbol informal, en cancha de barrio, se llama pichanga en Chile. Picado en Argentina, cáscara en México y pachanga en España. Enfrenta a dos equipos y las rivalidades suelen ser fuertes, hasta terminar, muchas veces, en gresca. Folclore lejano al profesionalismo, claro.

Pocos días antes del superclásico del fútbol chileno, dos jóvenes titulares de ...

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Un partido de fútbol informal, en cancha de barrio, se llama pichanga en Chile. Picado en Argentina, cáscara en México y pachanga en España. Enfrenta a dos equipos y las rivalidades suelen ser fuertes, hasta terminar, muchas veces, en gresca. Folclore lejano al profesionalismo, claro.

Pocos días antes del superclásico del fútbol chileno, dos jóvenes titulares de Colo Colo decidieron jugar una pichanga. Una costumbre frecuente para ellos, pese a que desde el club estaba absolutamente prohibido. Jordhy Thompson y Damián Pizarro militaban paralelamente en el Universitario FC de Lo Valledor, un barrio popular de Santiago. Cuando posaban para las fotos de su escuadra alternativa lo hacían cubriéndose el rostro con la camiseta, por temor a ser sancionados si la imagen subía a redes sociales.

Pero la rivalidad fue más fuerte cuando fueron a pichanguear a Maipú, donde la fricción devino en pelea y Thompson con Pizarro fueron el centro del conflicto. Tan violenta fue la gresca que Damián Pizarro lanzó un golpe, se fracturó la mano y debió ser intervenido. Los rivales, deseosos de cobrar cuenta, subieron el video y dejaron en evidencia una situación que ya era habitual. Las imágenes se viralizaron en pocos minutos y el cuerpo técnico de Colo Colo decidió sancionarlos, marginándolos de la convocatoria del partido más importante para ambos: el duelo frente a la Universidad de Chile.

Para ambos era el debut como titulares en un clásico, pues su escuadra mantiene la opción de luchar por el título. En una sentida declaración previa al encuentro, el entrenador Gustavo Quinteros los marginó por la indisciplina que comprometía los intereses de la institución, explicó.

Quinteros es un director técnico de viejo cuño. Jugó en Argentina y nacionalizado en Bolivia, selección con la cual actuó el Mundial de 1994 y tres Copas América. Tras el retiro se consagró campeón en Bolivia y Ecuador, países donde llegó a convertirse en seleccionador. En Chile tiene un prestigio bien ganado con dos títulos, uno con la Universidad Católica y otro con Colo Colo, cuadro este último al que también libró de perder la categoría.

Impetuoso y firme, participa en las decisiones del club y suele imponer su criterio a costa de equivocarse en la elección de las contrataciones y en la conformación de los planteles, pese a un ojo certero para promover jugadores jóvenes. Es, en este último atributo, donde la pichanga de sus discípulos desató un debate profundo al interior del club. Thompson y Pizarro son dos de los protegidos de Quinteros, que hipotecó su propio cargo y prestigio para defenderlo. Jordhy mantuvo su puesto en el equipo y la titularidad pese a una condena por violencia contra su novia. Aunque fue un hecho reiterado, Quinteros aguantó el vendaval de críticas por defender al jugador de 19 años y ratificarle la confianza apenas cumplida la leve sanción interna aplicada.

Damián Pizarro escaló al puesto de delantero centro luego de que Quinteros desechara a dos de las contrataciones que solicitó para esta temporada. El argentino Leandro Benegas -quien venía de Independiente de Avellaneda- y el paraguayo Darío Lezcano, exseleccionado de su país y de dilatada trayectoria en el extranjero. Al fracasar en la Copa Libertadores e imposibilitado de seguir haciendo contrataciones, Quinteros lo subió al primer equipo y a los 18 años le entregó la camiseta número nueve, manteniéndolo de titular en 13 partidos del actual torneo, donde el juvenil le respondió con apenas…dos goles.

Thompson y Pizarro no son excepciones en el devaluado fútbol chileno, que sufre con la inmadurez de sus mejores promesas jóvenes, que han tardado en consolidarse y que caen con frecuencia en la indisciplina. Los últimos fracasos de las selecciones juveniles han sido estrepitosos, lo que aumentó la brecha entre Chile y el resto del continente.

La irrupción de talentos sub 20 es agradecida, sobre todo en los clubes más populares, alejados de los éxitos internacionales y con urgentes necesidades de recursos. Pero más aún en el caso de Colo Colo, que disputa el título con la urgencia de salvar un mal año deportivo, económico e institucional. Sin sus dos titulares, logró un deslucido empate en el clásico que lo alejó de ese objetivo, lo que agrava la falta de sus dos promesas.

La pichanga desafortunada no sólo fue una indisciplina, sino un pésimo negocio para la dirigencia que -a regañadientes- los había mantenido en el plantel pese a las ofertas que habían llegado en los últimos días.

Si los albos finalmente pierden el título esta temporada, sabrá que su suerte se disipó en una modesta cancha del barrio Maipú, cuando en medio de golpes e insultos dos de sus mejores talentos traicionaron torpe e irresponsablemente al hombre que más creyó en ellos.

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