Tres lecciones del piloto del gas licuado en Chile
El Estado chileno anunció su ingreso al negocio del gas licuado pero solo como mayorista, luego de fallido piloto en que su costo de distribución a consumidor final fue cuatro veces más alto que el del mercado
El mundo tiene el desafío de alcanzar una transición a economías bajas en carbono preservando su biodiversidad, rescatar a miles de personas de la pobreza y generar oportunidades para esta y futuras generaciones. En este afán con premisas éticas, se juega el cómo lograrlo. El reciente caso del gas licuado en Chile, negocio al que el Estado anunció su ingreso esta semana solo como mayorista, nos deja muchas reflexiones sobre este desafío.
El Estado chileno se aventuró como distribuidor de gas licuado buscando un precio justo en medio de una de las crisis energéticas más grandes observada...
El mundo tiene el desafío de alcanzar una transición a economías bajas en carbono preservando su biodiversidad, rescatar a miles de personas de la pobreza y generar oportunidades para esta y futuras generaciones. En este afán con premisas éticas, se juega el cómo lograrlo. El reciente caso del gas licuado en Chile, negocio al que el Estado anunció su ingreso esta semana solo como mayorista, nos deja muchas reflexiones sobre este desafío.
El Estado chileno se aventuró como distribuidor de gas licuado buscando un precio justo en medio de una de las crisis energéticas más grandes observadas en 2022. Como resultado, falló al tener un costo de distribución cuatro veces más alto que el del mercado. El plan piloto estatal, efectuado entre julio y diciembre de 2022, se ejecutó con un costo por cilindro de gas de 127 dólares cuando el precio de mercado estaba en 25 dólares considerando toda la cadena de producción, según las fuentes oficiales de la empresa estatal de energía (ENAP). Fue la constatación de una fallida política pública que entrega lecciones importantes sobre la consideración de la eficiencia asignativa al momento de buscar medidas económicas que nos conduzcan a una transición energética que demanda el cambio climático en Chile y el mundo.
Existen al menos tres lecciones de este piloto de ENAP que son relevantes para la acción climática. La primera, la importancia de aprovechar la eficiencia ganada por la competencia en el sector privado en la asignación de productos y servicios en mercados regulados, que deben aumentar en competencia en igualdad de condiciones. Un ejemplo es el papel del sector privado en el mercado de generación eléctrica en Chile, que movilizó la inversión de energía renovable (solar y eólica) en unos 25.200 millones de dólares en la última década, un 8% del PIB de Chile, logrando la descarbonización de la matriz en más de un 56%, en línea con las metas de carbono neutralidad y con la reducción de los precios de electricidad al consumidor. En la industria del gas licuado, los avances en regulación de seguridad, introducción de competencia y calidad del servicio lograron un servicio eficiente en el mercado chileno, superior en cumplimiento de estándares a mercados de la región como en Argentina, Perú o Bolivia.
La segunda lección, es la importancia de reconocer las mejores capacidades y los recursos escasos que tiene el Estado y optimizar su papel en el mercado. El debate clásico del rol del Estado tiene otra evidencia empírica que nos muestra que las alternativas directas y focalizadas podrían ser más efectivas que embarcarse en una aventura empresarial donde por escala y por especialización se cayó en una paradoja. Con el plan piloto, se beneficiaron 6.000 familias, sin embargo, si se hubiera utilizado la eficiencia del mercado en la canalización y focalización de estos recursos con transferencias directas, el número alcanzado con el costo reportado se hubiera incrementado a una cobertura de 20.000 familias adicionales. El Estado es muy importante en las economías, pero el reconocer que debe focalizar sus recursos en sectores con fallas de mercado es determinante en economías emergentes que se ven desafiadas por sus bajos recursos fiscales, problemas de pobreza, empleo y bajo crecimiento económico que son desafíos que conviven con la necesidad de la política climática.
Finalmente, tenemos la lección sobre el cuidado en la búsqueda de la justicia en la transición energética. El desafío energético depara al menos tres preguntas que son difíciles de responder sin el detrimento del bienestar de alguno de los participantes de la sociedad en simultáneo. ¿Cómo lograr el acceso a energía limpia considerando los niveles de ingreso de los hogares? ¿Cómo acelerar el recambio tecnológico para dejar los combustibles fósiles de manera eficiente y segura? Y, en el proceso, ¿cómo identificar las necesidades que miles de hogares en el presente y futuro, gestionar los efectos del cambio climático y posibilitar su adaptación y resiliencia de manera accesible económicamente?
Las motivaciones del diseño de políticas públicas se van combinando entre la voluntad de políticos por avanzar y conquistar votos de la ciudadanía para obtener mayor popularidad, y las restricciones técnicas que la evidencia y la teoría impone con hechos. Los resultados de proyectos fallidos y de aquellos exitosos, ponen a prueba las hipótesis voluntaristas y nos permiten lograr un equilibrio beneficioso para la sociedad: considerar en el diseño de políticas públicas la evidencia empírica y las lecciones de la teoría que se tiene a través de años de literatura económica y no renunciar a la búsqueda de la costo-efectividad. Es importante el idealismo para hacer política, pero a veces hay que recordar las palabras de un gran idealista para tomar en cuenta opciones y lograr eficiencias: “Vísteme despacio, Sancho, que tengo prisa”.